El empresario, su familia y sus amigos
el binomio familia y negocio puede desembocar en resultados letales; casi exactamente lo mismo ocurre con los amigos
Tengo que reconocer y explicar primero algo que, siendo absolutamente obvio, creo que es de justicia destacar, y es el hecho de que toda generalización acarrea injusticias. Es decir, voy a intentar caricaturizar una situación, que los que la hemos padecido de uno u otro modo, en nuestras propias carnes, la tenemos muy presente, aunque no siempre tiene que ser así. Vaya también por delante que soy consciente de que hay empresas familiares que han funcionado y funcionan muy bien. Seguramente con muchas dificultades, pero han conseguido una convivencia equilibrada a caballo entre la sangre y el cerebro.
Si utilizáramos una virtual estadística que desconozco, pero tirando de intuición, puedo y debo arriesgarme a decir que el binomio familia y negocio puede desembocar en resultados letales. Casi exactamente lo mismo ocurre con los amigos. Lógicamente depende del grado de amistad. Ya lo decía uno de los diálogos de la película El Padrino: “Amistad y dinero… aceite y agua”.
Generalmente el desarreglo entre la familia y los negocios estriba en el nivel de esperanza, anhelos y expectativas económicas del familiar
Para sentar las bases correctamente de este artículo, la definición de empresario según la RAE en su primera acepción dice que es aquella “persona que es titular de una empresa, o que dirige u organiza un proyecto empresarial”. A esta ligera definición yo le añadiría “que aporta el capital necesario para llevarla a cabo, asumiendo que se puede quedar sin él”. La definición de asalariado según la RAE es más sencilla y corta: “trabajador a sueldo”.
Dicho todo lo anterior, considero que hay tres tipos de relación económica, en el contexto empresarial, entre familiares y amigos: asalariados, socios y socios y asalariados. Generalmente el desarreglo, por llamarlo de alguna manera, entre la familia y los negocios, estriba en el nivel de esperanza, anhelos y expectativas económicas del familiar, en el caso de que el empresario obtenga un éxito no necesariamente desorbitado.
En la mayor parte de las ocasiones, si al empresario le va bien, es normal que intente mejorar el poder adquisitivo de su entorno familiar, pero: ¿dónde está el límite? Como decíamos antes, hay tres tipos de relación económica con familiares y amigos. Si la relación es como asalariado, en la mayoría de los casos, jamás habrá suficiente retribución económica que apacigüe la sed innata de la mayoría de las personas de ganar más dinero, y esta situación será directamente proporcional al éxito del empresario. Si la relación es como socio, se hace protagonista estelar la frase que dice que donde hay confianza da asco.
Los cuatro socios del empresario
El nivel de implicación de un socio común, que no es ni familiar ni amigo, es muy variable. Existen básicamente cuatro tipos de socio: colaborador implicado, absolutamente comprometido, socio parásito y socio psicópata.
Poco hay que decir a mayores de los enunciados de las cuatro tipologías. En cualquier caso, el colaborador implicado es una modalidad interesante, aunque no definitiva, ya que en caso de tempestades y zozobras tiene tendencia a abandonar la nave de primero. El socio comprometido es la modalidad más adecuada, ya que aglutina las buenas características de la modalidad anterior, pero no abandonará la nave ni te dejará más tirado que una colilla. Permanecerá contigo a las duras y a las maduras.
El socio psicópata hará todo lo posible para conseguir sus objetivos personales sin importarle los cadáveres que deje en el camino
El parásito es una especie que abunda bastante en el ecosistema empresarial. Tiene la característica general que le hace ser un buen “aleador” (tipología de persona que anima a los demás a hacer su trabajo) o “habiaque” (animador que generalmente tiene la cabeza llena de ideas peregrinas). Y, por último, está el socio psicópata, que es quizá la tipología más peligrosa e incluso letal.
El socio psicópata se gana a sus socios a base de cercanía y confianza. Utilizando ambas, hará todo lo necesario, y cuando digo todo, es todo, para conseguir los objetivos personales que se haya marcado, sin importarle para nada los cadáveres que fuera a dejar en el camino.
Dicho todo lo anterior, el factor de amistad y parentesco, podríamos aseverar, multiplica los efectos de las cuatro tipologías de socio. Esto ocurre para bien y para mal. Así, en España, tenemos unas empresas familiares que funcionan perfectamente, pero no sin dificultades como reconocen los implicados.
Podríamos seguir vertiendo ríos de tinta sobre el tema, ya que cada una de las categorías de socio, familia o asalariado, se puede dividir en muchísimas más subcategorías, pero siempre llegaríamos a las mismas conclusiones.
Es humano el hecho de apuntarse siempre a los éxitos cuando las cosas van bien. La realidad es que la diferencia entre las personas estriba entre las que están implicadas, y las que están verdaderamente comprometidas, siendo estas últimas mucho más escasas.
En materia familiar, generalmente siempre se apuntarán a los éxitos con loas y alabanzas, pero lo cierto es que jamás compartirán las pérdidas ni los malos momentos contigo, quedando como único aliado tu propia soledad. La soledad del empresario.
Personalmente he de decir que bajo ningún concepto recomendaría hacer negocios con familia y amigos, básicamente porque hay muchas posibilidades de que te quedes sin negocio, sin amigos y sin familia.