El efecto Valls en Barcelona
La peor noticia para el procés sería que Manuel Valls conquistara la capital catalana, puesto que pondría su empeño en desgajarla del resto de Cataluña
Manuel Valls no es un candidato cualquiera. Llega en paracaídas y dispone de una sólida plataforma de aterrizaje. Algo usual en Francia, pero insólito por estos pagos. En Francia, el centralismo es tan acusado que las ciudades necesitan disponer de un alcalde que sepa moverse en las esferas parisinas del poder.
Los alcaldes importantes son más bien delegados o embajadores de las principales ciudades en París. Intercambio de favores. Ellos medran en París y apoyan a la ciudad que les apoya.
Lo normal en España es ser primero alcalde y luego ministro
Es algo difícil de comprender fuera del hexágono francés, pero es así como funciona. En el resto del mundo, al que pertenece Barcelona, las alcaldías no suelen conseguirse así.
Cierto es que en España abundan los ex ministros que se convierten en alcaldes. Por ejemplo Vigo, con el extraordinario y sempiterno Abel Caballero al frente, Zaragoza con Juan Alberto Belloch o Soledad Becerril en Sevilla. Pero lo normal en España es que primero sean alcaldes y luego ministros.
La candidatura de Valls es algo insólito, sin precedentes. Y eso que en la ciudad de los prodigios han ocurrido cosas tan extraordinarias como disponer de un personaje, el avispado lerrouxista Joan Pich i Pon, que ascendió de modestísimo electricista a empresario de éxito y alcalde de Barcelona.
En Francia un don nadie no puede llegar a primer ministro
Pich i Pon era un personaje tan ignorante y osado que se hizo famoso por sus “piquiiponades” del estilo, “es sifilítico” (por filatélico), o “el peor tirano de la historia fue el Tirano de Bergerac”. Para Pich i Pon, el caviar eran “huevos de centurión” pero con una espada en la mano se sentía como “un radiador romano”.
En sus discursos nunca faltaban perlas del tenor de la siguiente, soltada en un solemne discurso pronunciado como gobernador general de Cataluña, cargo que también llegó a ocupar: “es preciso que cada cual viva en su propia tierra, los franceses en Francia, los ingleses en Inglaterra, los murcianos en Murcia y los belgas en Belgrado”. Desternillante pero cierto.
Como buen francés que triunfó en un país extraordinariamente elitista, Valls es una persona culta y refinada. Al revés de otros países, y es mejor no señalar, un don nadie no llega primer ministro.
De conseguir la alcaldía de Barcelona, Valls sería el reverso de la moneda de Pich i Pon. Su principal hándicap en este empeño es que apenas ha respirado el aire de su ciudad natal.
Nació en Barcelona, sí, pero es francés, ante todo de mentalidad. A los franceses les empotran en un molde escolar y salen indeformables. Ser francés imprime carácter. Para bien y para mal, es algo incurable.
Su segundo hándicap es al mismo tiempo su mejor baza: la plataforma de aterrizaje que ha ido preparando en los últimos meses. Más que el candidato del partido que ganó las lecciones del 21-D en Cataluña y en Barcelona, Ciudadanos, Valls es el pura sangre internacional, que andaba suelto, por el que apuesta el establishment barcelonés.
Esta es una clase, o más bien grupo social, que ha dominado la ciudad desde 1939 hasta el 2010, pero que en la actualidad se encuentra en franca desbandada.
El plan de Valls para conquistar Barcelona
A favor de Valls, el hecho de disponer de un pedigrí socialista escorado a la derecha. Bien jugada, esta pareja de ases podría proporcionarle muchos de los pocos pero significativos votos de Pedralbes y bastantes de los muchos de Nou Barris. El problema es que conjugarlas no es nada fácil.
Si ha contado con buenos asesores, Valls prometerá dos cosas desde hoy mismo: orden en el interior de la ciudad y la mayor apuesta de internacionalización de Barcelona jamás vista. No hay duda de que, llegado el caso, estaría en condiciones de cumplirlo.
Un ex primer ministro, nada más y nada menos que de Francia, alcalde de Barcelona, llamará la atención de toda Europa y más de medio mundo.
Tendremos ocasión sobrada de desmenuzar las dificultades que se interponen entre la casilla de salida y el sillón de la alcaldía, pero consiga o no su objetivo, el efecto Valls contribuye en gran manera a situar las elecciones municipales de Barcelona en el mapa de la política internacional.
Aunque no sólo de procés vive Barcelona, la peor noticia para el procés sería que Valls conquistara la capital catalana, puesto que pondría todo su empeño en desgajarla del resto de Cataluña. La mejor, que ganara su principal oponente, Ernest Maragall. La intermedia, que Ada Colau repitiera.