El efecto Springsteen, Obama y Spielberg contra Colau
Colau sabe la importancia de todas estas visitas desde un punto de vista comunicativo, pero se apartan de la Barcelona que su equipo tiene en la cabeza
Dirán algunos que algo no cuadra. Existe una opinión generalizada de que Barcelona sufre una crisis y mientras Bruce Springsteen decide iniciar su gira europea en la ciudad acompañado de Barak Obama y Steven Spielberg junto a sus
parejas. No sólo eso, sino que todos parecen disfrutar de sus calles y de su gastronomía. ¿Pero no era una ciudad en retirada?
Para entenderlo existen varios errores de entrada. Que Barcelona no haya tenido la mejor cobertura política en los últimos ocho
años no significa que la magia de la ciudad de los prodigios haya dejado de existir. Es como demoler una gran roca. Las políticas municipales no demuelen nada, pero erosionan. Y la construcción de la ciudad tiene buenos cimientos. Hasta que duren.
Todo es cuestión de percepción. Un ejemplo es la que tuvo esta semana la actriz Susan Sarandon invitada por RNE para recibir el
premio Sant Jordi. Subió a sus redes diferentes imágenes idílicas de la ciudad que tuvieron una visualización en el mundo de
millones de personas.
No cabe duda de que Barcelona sigue recuperando la inversión comunicativa realizada durante años y que comenzó en la
operación de las Olimpiadas del año 92. También hay que aclarar que no todas las ciudades olímpicas han sido descubiertas de
forma tan contundente en el mundo como Barcelona. Ese caudal a favor sigue estando ahí y es el valor que se trasforma en miles
de contratos de trabajo.
Ada Colau, alcaldesa de Barcelona
Ada Colau llegó al Ayuntamiento hace ocho años con una desinformación muy elevada de lo que significa gestionar una
ciudad. Darle valor emergente, productivo, que después se convierta en riqueza. El máster que ha realizado, patrocinado por sus votantes, le habrá sido muy provechoso. La experiencia siempre es un grado. Pero, en este caso, debe ser puesta en cuarentena.
En estos momentos Barcelona sigue viviendo de los réditos de la gestión de Pasqual Maragall y el que fuera su equipo. Y han
pasado 30 años. La pregunta es ¿dentro de 30 años existirán un Bruce, un Obama, un Spielberg o una Sarandon dispuestos a
concentran tanto glamur en una semana en una ciudad? ¿Se entiende que el glamur provoca puestos de trabajo? ¿Es qué el
glamur musical o cinematográfico es de pijos?
Nos gusta que todos estos famosos se paseen por la ciudad y disfruten de sus restaurantes. Sin embargo, una parte de sus vecinos les gusta, pero no para que detrás de ellos vengan más visitantes. Ciudadanos de otros lugares. Turistas, vaya.
Durante muchos años el turista que llegaba a Cataluña era de playa. Tampoco gustaba ese perfil que dejaba poco dinero,
llenaba las playas y lo masificaba todo. Ese turista se transformó en otro perfil de mayor valor, que buscaba a Gaudí, a Dalí y los
buenos restaurantes. E ir de fiesta. Inundar las discotecas, emborracharse… Una tipología muy diversa de pasarlo bien, pero
agrupándolas suman el poder turístico de la ciudad. Y entonces, ¿qué hacemos? ¿Qué deben hacer los dirigentes de esta urbe tan
poliédrica y fascinante?
Colau y el turismo
Es innegable que Ada Colau tiene una idea en la cabeza que pasa por pacificar las calles del centro de Barcelona y expulsar a los
turistas. Lo podemos decir de formas más suaves, pero en definitiva esa es la idea. Su votante está de acuerdo. En política
tener una idea clara es haber hecho bien el trabajo. No hay discusión al respecto.
El problema son los inconvenientes que todo ello puede llegar a generar a la ciudad. Sobre el tráfico es sencillo entender que los coches no van a desaparecer de la noche a la mañana. Si no circulan por una calle, utilizarán la de abajo, concentrando el
problema en otro punto de la ciudad.
Sobre el turismo las cosas también están claras. Unos 150.000 puestos de trabajo directos e indirectos en una ciudad de millón
y medio de personas. Significa el 7,3% del PIB de la ciudad. Datos de antes de la pandemia. Cuatro de cada seis puestos de trabajo.
Así que, aunque Colau fuera al concierto de Bruce, no parece que el desembarco de tantos famosos ilustres y nada cutres, hayan
sentado bien a la alcaldesa en época de campaña. De alguna forma va en contra de sus intereses. Al menos los de sus
votantes. A estas altura, la alcaldesa ya sabe de la importancia de todas estas visitas desde un punto de vista comunicativo. Tienen consecuencias positivas para la ciudad, pero se apartan de la Barcelona que su equipo tiene en la cabeza. Y eso es lo que tiene en la cabeza.