El día que Sánchez coronó a Feijoo

Feijóo acudió al Senado a hablar de los problemas de los españoles y a proponer pactos de estado al PSOE por parte de un Sánchez, que solo acudió a hablar… de Feijóo

Independientemente de su impacto en los resultados en votos y escaños, que a más de un año de las próximas elecciones generales es entre muy escaso y nulo, existen básicamente dos estrategias en un debate político: la primera consiste en hablarle a toda la sociedad tratando de ensanchar tu base electoral más allá de tus fronteras ideológicas, mientras que la segunda se basa en dirigirte solo a los tuyos con el fin de engorilarlos lo suficiente como para que, a pesar de todo, acudan finalmente a las urnas.

A la primera recurren los candidatos que están en disposición de ganar las elecciones, a la segunda los que tienen un fundado pánico a que los suyos se queden en casa y, sabedores de que van a palmar, quieren hacerlo al menos con cierta dignidad.

Con la primera conseguirás los enfervorizados aplausos de los tuyos, esos que ya iban a votarte de cualquier forma, pero no moverás un solo voto más allá de ese obsecuente club de fans; con la segunda decepcionarás a los militantes más militantes de tus militantes, esos que esperaban verte repartiendo mandobles urbi et orbe con una espada flamígera, pero a cambio obtendrás la oportunidad de trascender de tu propia campana de eco y llegar al Shangri-la donde habitan la mayoría de los ciudadanos.

Pero la que sin duda no figura como estrategia de éxito en ningún manual de debate de toda la vía láctea es dedicarle más de una hora a hablar de tu rival en lugar de aprovechar el tiempo para conectar con las necesidades, anhelos y esperanzas de la ciudadanía, situándole de esta forma (a Feijóo) en el imaginario político nacional como el único aspirante realmente existente a ganarte las próximas elecciones y abriendo así más aún las compuertas de unas transferencias masivas de voto desde todos los rincones ideológicos hacia el Partido Popular que ya se apuntan nítidamente en la mayoría de las encuestas, un regalo que Feijoo no esperaba ni en el más húmedo de sus sueños.

El error de Sánchez

Un despropósito táctico que fue agravado en el momento en el que Feijoo ofreció a Sánchez los votos del PP para sacar adelante las políticas de estado necesarias sin el chantaje de los partidos independentistas, asegurándole un plácido final de legislatura y Sánchez se negó a ello, eligiendo de nuevo a sus socios parlamentarios actuales, un error sin precedentes que denota una grave falta de altura de miras además de una seria carencia de cintura política.

Así, a lo que asistimos ayer no fue en realidad un debate parlamentario, sino a la coronación de un Alberto Núñez Feijóo que acudió al Senado a hablar de los problemas de los españoles y a proponer pactos de estado al PSOE por parte de un Pedro Sánchez, que solo acudió a la cámara alta a hablar… de Feijóo.

Otro día hablamos de cómo, tras haber intervenido Sánchez sin límite de tiempo, las constantes interrupciones del presidente del Senado a Feijoo tras superar en 3 segundos los 15 minutos asignados contribuyeron a agrandar la imagen del gallego ante los españoles presentándole como un político serio, calmado y que se sobrepone a las adversidades.

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