El culebrón de Podemos agota a la audiencia
Hoy voy a hablar de Podemos y de Venezuela. Pero no de financiación sino de culebrón o telenovela. En Latinoamérica, las telenovelas que más éxito tienen son las venezolanas y las brasileñas, aunque no se quedan atrás las mexicanas.
En el fondo la trama es casi tan simple como las trifulcas de Podemos. Una cuestión de poder sin escrúpulos. Pongamos que aquí el villano es Pablo Iglesias y la doncella burlada Iñigo Errejón. Bueno, este último no creo que sea un santo, pero cumple los parámetros de la novela latina. De momento este personaje tiene la simpatía del público. Cara de niño y aspecto bondadoso.
Como en las telenovelas, todo se televisa en directo. Twitter es el vehículo que da cuenta de cada ofensa y cada respuesta. Echenique se ha pasado al papel de bruja mala. Al principio, los televidentes tuiteros pensaban que Echenique era un cacique bueno. Ejercía el poder con paternalismo, intentado ser ecuánime. Se ha convertido en el traidor que ha caído, al fin, en las garras del villano.
Luego está Irene Montero. Actúa como correveidile. Es la jefa de gabinete del villano y además ocupa su corazón. Ella reparte estopa y se ceba con las mujeres que tienen poder y han tenido cercanía con quien ahora ella tiene una relación. Se le supone susurrando al oído, calentando las bajas pasiones, encendiendo sus aspiraciones y marcando sus metas. Supongo que dirán que este es un planteamiento machista. Las cosas son como son y como han sido. Y no cabe duda de que se diría lo mismo si la mixtura ente amor y cargos de responsabilidad se diera en otro partido. No pasa nada.
El nivel de acritud del debate en Podemos ha superado los parámetros que suelen ser habituales en las crisis de los partidos. Como además, Podemos maneja con habilidad los medios digitales, la disputa se puede seguir con la cadencia de una telenovela. Hasta se diría que los plazos y el suspense siempre deja enganchados a los aficionados al género. En España no son tantos.
Políticamente es agotador, porque la pugna de poder no logra disimularse con planteamientos ideológicos y mucho menos políticos. Es difícil tomar en serio lo que está pasando.
Hace mucho tiempo que los problemas prácticos de los españoles están ausentes de los debates de Podemos. Podría decirse que la organización morada se ha encapsulado para no permitir que ningún germen ajeno a la disputa de poder distorsione la pelea interna.
He hecho una encuesta doméstica y personal en mi barrio de Chueca. He buscado con un candil alguien que me pudiera ilustrar cual es la esencia del problema que ha hecho envejecer un unos meses al partido que presumía de joven. Pero no he encontrado a nadie que sepa interpretar la naturaleza de esta gran colisión entre el número uno y dos de la organización.
Quizá lo que define la gravedad de la situación sea la pérdida de apariencia de objetividad del secretario general. Pablo Exchenique no oferta disimulos en su posición en la pugna y se ha decantado claramente por el líder. La cuestión es, en síntesis, si Errejón y los suyos le van a permitir a Pablo Iglesias que se erija en caudillo.
En el fondo, Pablo Iglesias quiere llevar a Podemos al cumplimiento estricto de las reglas del populismo. Un pueblo, la gente; un enemigo de referencia, la casta. Y un líder indiscutible que no permite compartir el poder con nadie.
No existen encuestas disponibles para escudriñar el efecto en el electorado de esta lucha fratricida. Pero creo que va a ser demoledor para el futuro liderazgo de Pablo Iglesias, que es sin duda quien saldrá ganador, pero con muchos pelos en la gatera.
La naturaleza humana encierra una pócima que empuja a convertir el éxito aparentemente fácil en derrota. Lo tenían todo y lo están dilapidando. Y la vida da pocas veces dos oportunidades.
En la naturaleza, en la personalidad de Pablo Iglesias hay una insatisfacción perniciosa y una incapacidad infantil para asimilar la frustración. Estuvo empeñado en el milagro imposible de asaltar el cielo desde la nada. Y el primer tropiezo, ajeno a cualquier dosis de perseverancia y de paciencia, le empuja hasta la autodestrucción.
Los españoles no tenemos la querencia latinoamericana hacia las telenovelas. Estamos sofisticados más en la línea de Juego de Tronos, de Narcos o de otras series de éxito. Esta disputa de poder es muy pedestre, muy de andar por casa. Cada día hay menos expectación por el capítulo siguiente. Los productores de este culebrón debieran cancelar la serie. Porque está abocada al fracaso.
PD: Acabo de terminar este artículo y leo en un medio de comunicación: «Las bases de Podemos lanzan el «manifiesto del abrazo» para que Iglesias y Errejón pacten. No está mal tirado el símil de telenovela que tiene todo este asunto.