El coronavirus y el apocalipsis postmoderno
Sorprende la permanencia de la idea de apocalipsis a lo largo de la historia del ser humano: el coronavirus, por ejemplo
Así empieza un ensayo de Hans Magnus Enzensberger: “El apocalipsis pertenece a nuestro bagaje ideológico”. Prosigue: “Es un afrodisiaco. Es una pesadilla. Es una mercancía como otra cualquiera” (Dos notas marginales sobre el fin del mundo, aparecido en el volumen Migajas políticas, 1984).
Sorprende la permanencia de la idea de apocalipsis –entendida como situación catastrófica ocasionada por agentes naturales o humanos– a lo largo de la historia del ser humano. El coronavirus, por ejemplo.
El apocalipsis que no cesa
Un repaso a la historia de la humanidad sirve para constatar que la idea de apocalipsis siempre ha estado presentada en nuestra cultura. Ahí está el Zoroastro que describe la victoria final de Ahura Mazda sobre Angra Mainyu, que supone el triunfo del bien y el orden y la derrota del mal y el caos.
O los primeros cristianos que buscan una aceleración de la historia que conlleve la aparición de un reino espiritual. O el milenarismo medieval, renacentista y del XVII que quiere renovar el mundo. O el apocalipsis secular del XVIII que abre el camino de la esperanza. (Al respecto, se aconseja la lectura del volumen colectivo editado por Malcolm Bull y titulado La teoría del apocalipsis y los fines del mundo, 1998).
La historia permite sacar una conclusión: existe una relación –conexión– entre la versión religiosa y secular del apocalipsis según la cual, finalmente –una escatología en toda regla–, los justos habitarán la tierra en un reino de paz y prosperidad.
El apocalipsis –afrodisiaco o pesadilla– como una oportunidad para sobreponerse o superar situaciones críticas o injustas. Si se quiere, el apocalipsis como destrucción creadora. Con frecuencia, una vía –teoría y práctica– para ensayar la utopía.
El apocalipsis secularizado ha reaparecido con fuerza –como si el hombre necesitara replantearse la existencia cada mil años– durante la segunda mitad del siglo XX y lo que llevamos del XXI.
Por ejemplo: la Guerra Fría que busca la victoria de la democracia frente al despotismo, la guerra de los Balcanes contra el nacionalismo étnico, la lucha contra el terrorismo internacional, la crisis económica de 2008 que amenaza el sistema o el cambio climático. También, el coronavirus que interrumpe bruscamente la cadena de producción e inversión. Pero, nada es como antes.
Utopía y distopía
Si el paso del primer milenio al segundo se hace en clave utópica, el transito del segundo milenio al tercero hay que leerlo en clave distópica.
Del primer al segundo milenio nos encontramos con la utopía de Joaquín de Fiore –precedida por las de Platón, Virgilio o San Agustín–, que se prolonga con Thomas More, Tommaso Campanella o Francis Bacon, y culmina tardíamente con William Godwin, Robert Owen, Charles Fourier, Étienne Cabet, Charlotte Perkins o William Morris.
Del segundo al tercer milenio nos encontramos con las distopías de Aldous Huxley, George Orwell, Ray Bradbury, H. G. Wells o Suzanne Collins.
No todo lo que luce es literatura
A lo que hay que añadir los informes del Club de Roma sobre los “límites del crecimiento”, o los ensayos del Wolfgang Harich que nos propone las delicias del comunismo ascético de Babeuf.
O el Manifiesto por la supervivencia de Edward Goldsmith que nos advierte de la “destrucción irreversible de la vida en el planeta”, o las prisas del U Thant –Secretario General de la ONU, 1969– que nos avisaba de los “escalofríos que seremos incapaces de controlar” si no hacemos examen de conciencia.
Completamente jodidos
Y no todo lo que luce es literatura. Ahí están las previsiones de un Stephen Hawking que en diversos medios nos alertó de algunos de los peligros que podrían poner en jaque el planeta y la vida.
Por ejemplo: los virus (The Telegraph, 16/10/2001), la guerra nuclear y el cambio climático (Bulletin of the Atomic Scientists (17/1/2007), la invasión alienígena (Discovery, 2010), los robots (The Independent, 1/5/2014) o el bosón de Higgs (Starmus, 50 years of man in espace, 2014).
¿Qué futuro para la humanidad? Stephen Hawking aventura el siguiente pronóstico: a la humanidad, en la Tierra, le quedan menos de mil años (BBC Today, 6/1/2012). Pero, el hombre podría sobrevivir en otro planeta (Big Think, 4/8/2010).
En cualquier caso, Stephen Hawking plantea la siguiente pregunta en el foro Yahoo! Answers (2006): “En un mundo de caos político, social, y medioambiental, ¿cómo puede la raza humana sobrevivir otros cien años?” Una pregunta que nunca respondió y que hizo que un entrevistador –según cuenta Javier Yanes, El Huffgton Post, 24/1/2015– respondiera “estamos completamente jodidos”.
El coronavirus y el apocalipsismo postmoderno
El coronavirus –ciertamente dañino y preocupante– propicia el enésimo apocalipsis –de la ansiedad al miedo y el pánico– de nuestra cultura.
Un apocalipsis postmoderno –lo mismo podría suceder con el calentamiento global o una catástrofe digital– que narra una historia –un nuevo milenarismo– que se propaga sin solución de continuidad por la red.
Un apocalipsis postmoderno que, a diferencia de antaño, no busca la utopía, sino que se conforma con una distopía que –sentido del límite obliga– nos instale lo más dignamente posible en el mundo en que vivimos.
«Te deseo un poco más de claridad sobre la propia confusión»
Noten el detalle de un cambio que nos define: del “quiero esto” utópico al “me conformo con esto” distópico. ¿Por qué? Porque, si otro mundo es posible está en este. Con los virus controlados, naturalmente.
Así concluye el ensayo de Hans Magnus Enzensberger citado al inicio de estas líneas: “Te deseo, al igual que a mí y a todos nosotros, un poco más de claridad sobre la propia confusión, un poco menos de miedo ante el miedo propio, un poco más de atención, respeto y modestia ante los desconocidos. Luego veremos lo que ocurre”.