Tengo un amigo que es muy aficionado a ver contubernios. Cada día descubre alguno, que al resto de mortales se nos había escapado. Al principio algunos se reían. Incluso su cabeza. Pero el tiempo le ha ido dando la razón, y ha salvado a más de un compañero de quemarse en la hoguera. La consecuencia más inmediata es que ahora todos sus amigos nos dedicamos a ver contubernios por todas partes.
Sin sacar méritos a la actuación de la hacienda catalana expresada en un artículo de hace dos semanas, he ido ligando varias informaciones que podrían tener un sentido digamos conspiratorio. Se trataría de frenar la independencia a través de la financiación autonómica. En los últimos años el porcentaje de independentistas ha crecido espectacularmente, como diría un personaje del Polonia. La causa soberanista ha bebido de muchas aguas, y tampoco es el propósito de este artículo sumergirse.
El momento de oro del estallido nacionalista se produjo con la manifestación del 10 de julio de 2010. El hecho que un tribunal corrigiera la página de aquello que una gran mayoría de catalanes y catalanas habían avalado, hizo herida. Y tanto si la cifra no llegó al millón de personas como si lo sobrepasó, puso de manifiesto un descontento general. Pues bien, este hito hizo saltar las alarmas en algunos despachos de Madrid. Y recordando la frase de nuestro estimado José Rodrigo Vilalpando en una instrucción secreta enviada a los Corregidores de Catalunya en el 1716, algunos se pusieron manos a la obra para que Se consiga el efecto sin que se note el cuidado.
Y, ¿cuál es el efecto en cuestión? Pues ahogar económicamente la Generalitat, recuperar las competencias que no ha sabido gestionar y hacer naufragar por siempre jamás la causa independentista en el mar del desprestigio… Parece una barbaridad, ¿eh? Todo el mundo sabe que quién paga manda, y la Generalitat de Catalunya se mantiene gracias a las transferencias que regularmente le abona el Estado por las competencias transferidas (educación, seguridad, sanidad, etc..). Hace pocos días, la Generalitat Valenciana fue convenientemente apoyada por el Estado para el pago de un crédito propio, al mismo tiempo que la Generalitat Catalana dejó de percibir dinero que legalmente le corresponde, ¿qué diferencia de trato, no?
El discurso de investidura de Mariano Rajoy con aires «recentralizadores», las declaraciones a la prensa británica del Ministro de Economía, Luis de Guindos donde hablaba de aprobar previamente los presupuestos de las autonomías, los incumplimientos financieros de Zapatero respecto al Fondo de Competitividad (1.450 M€) y la disposición adicional tercera del Estatuto (759 M€), el hecho que Catalunya haya sido la primera autonomía que se ha puesto a recortar mientras el resto confían que el Estado les acabe sacando las castañas del fuego…
Todos son indicios. Indicios muy dispersos. Es muy cierto. Pero, ¡qué conspiración tan bonita para explicar! ¡Qué épica, la de la derrota por unas fuerzas malignas que conspiran entre bambalinas para hacernos tropezar.
Así que si las medidas del Presidente Mas no nos permiten mantener la poca autonomía que tenemos, y el Estado nos obliga por la vía del artículo 155 de la Constitución Española a hacernos el harakiri, siempre nos quedará poder explicar esta bonita historia a nuestros hijos o hijas. No les explicaremos que hubo unos gobernantes anteriores que estiraron más el brazo que la manga, que hicieron inversiones faraónicas, ni que aumentaron al número de funcionarios en un 30%. No sería épico. Ni permitiría emotivas conmemoraciones.
Así que ojalá que el Presidente Mas salga de ésta y que los catalanes demostremos que a pesar de los pesares, sabemos salir adelante. Seguramente mi conspiración es exagerada (me falta práctica) pero en la gestión nos jugamos más de lo que parece.