El Círculo del Liceo y la crisis territorial

Recientemente, el Círculo del Liceo, una entidad de la autodenominada sociedad civil que preside hoy Ignacio García-Nieto —curiosa esta sociedad catalana, tan reducida: su hermano Borja preside el otro Círculo, el Ecuestre— arrancó una serie de encuentros con el objeto de analizar temas más candentes, más de actualidad, y su primer invitado fue César Molinas.

César Molinas, como ustedes probablemente conocerán, es uno de los intelectuales españoles que podríamos calificar como regeneracionistas y que han decidido saltar a la palestra, ganándole espacio y tiempo a sus múltiples ocupaciones profesionales, para diagnosticar y proponer las correspondientes terapias a esta sociedad aquejada de tantos males a tantos niveles.

En esa corriente regeneracionista destacan, además de Molinas, el también economista Luis Garicano (El dilema de España, editado por Planeta); la abogada del Estado, Elisa de la Nuez (editora del blog ¿Hay derecho?) o el diplomático Carles Casajuana, entre otros. César Molinas ha escrito recientemente ¿Qué hacer con España? (Destino), y es un articulista habitual: Lo que no se quiere oír sobre Catalunya, El País.

Pues bien, en ese primer encuentro, como pueden imaginarse, casi se obviaron prácticamente todos aquellos aspectos más generales de la crisis de España (desempleo, descrédito político…) para centrarse en la que Molinas definió como territorial, la crisis del modelo autonómico y más exactamente la de las relaciones entre Catalunya y el resto del país. Lo que sigue son algunas objeciones a lo que allí se dijo.

Existe una cierta obsesión en buscarle semejanzas al proceso soberanista que se ha abierto en Catalunya. Comprendo que es una tentación fácil, pero me parece una frivolidad. Algunos blanden el modelo Kosovo con intenciones intimidatorias y otros como ejemplo del derecho de autodeterminación. Hay quien cita Québec, o Escocia, como ejercicio de referéndum.

En Lo que no se quiere oír sobre Catalunya, Molinas cita Eslovenia y la alfombra roja que le puso Europa para su integración tras la desmembración de Yugoslavia y no faltó quien en ese almuerzo en el Círculo se apuntó a ese patrón. Grave error. Eslovenia entró en la UE porque Europa (Alemania, sobre todo) apostó precisamente por la disgregación de la república balcánica tras el derrumbe del caduco régimen que la sostenía. No es el caso.

Otros me han sugerido la revolución de terciopelo de Vaclav Havel en Chequia, como una maqueta de lo que podría lograr la movilización popular en Catalunya si el gobierno español se aferrase a las posiciones que defiende ahora. En fin, no han faltado los que, más acertadamente a mi juicio, propusieran como modelo Bélgica y las relaciones cada vez más inestables entre valones y flamencos.

Las circunstancias sociales, históricas y políticas en las que debe encajarse el desafío independentista no tienen nada que ver con ninguna de las situaciones citadas antes, como es lógico. Lo siento. La mala noticia para los que se encuentran cómodos buscando arquetipos de autoayuda es que no vale ninguno, que habrá que inventar, que los Mas, Rajoy, Rubalcaba, Navarro, Junqueras… deberán echar mano de lo mejor que les quede e inventar un futuro distinto del presente que vivimos y lo antes posible. Que tendrán que encontrar una salida entre la de dejar pasar el tiempo con la Constitución en la mano y la de acelerar un proceso que está legalmente al margen de las vigentes instituciones. Y deberán acabar encontrando ese camino ahora o después de las próximas elecciones autonómicas o generales, porque ahora y entonces sólo se sale bien negociando.

Algún apunte más sobre ese encuentro. Hablaba Molinas de cuatro crisis concurrentes en la España de hoy: la económica, la institucional, la de valores y la territorial. De acuerdo, pero hay que matizar que, más que al resto, la crisis territorial está vinculada a la institucional. Enlazo con el párrafo anterior: esa negociación necesaria debe tener en mi opinión una previa, la de los dos grandes partidos españoles, de sus actuales cúpulas o de otras, pero sin una reforma en profundidad del actual marco institucional español es impensable que pueda darse una solución al reto lanzado desde Catalunya.