El ‘chorizometro’ y los grandes demagogos
En España somos famosos por los inventos. Recordemos la fregona. Me extraña, entonces, que nadie haya patentado aún el chorizometro: el aparato que reflejaría exactamente el nivel de choriceo por individuo. Tendría una salida enorme. Podría incluso ser omnipresente. Porque si algo distingue al país es que, a un nivel u otro, la cantidad de chorizos por metro cuadrado es muy elevada.
Se engaña con el IVA —¡Pepe, la factura sin IVA! Con las dietas, con los horarios, con la elección de los colegios –hasta hay padres que falsifican la residencia–. Con los bajas médicas y hasta con los votos. Pero como siempre decimos, el problema no es la política. Es la educación. Que levante la mano quién como Presidente del Gobierno no tuviera algún trapo sucio. Sinceramente, creo que pocos. Pero si además tenemos en cuenta que a los chorizos se suman los demagogos, como segunda legión, logramos un coctel explosivo.
De este modo, damos el mismo trato al que se lleva 130 millones y a quien no declara algunos euros en Hacienda. Es divertido también que, por la misma regla de tres, unas fotocopias sean más válidas que las decisiones judiciales. Vamos por partes. Primero, consideremos de forma unificada cualquier comentario, papel o hasta rumor.
Está claro que el límite de la presunción de inocencia ha quedado superado estos días. Ello significa que desde ahora son presuntos corruptos tanto los imputados judicialmente como los presuntos chorizos. O sea, desde Mariano Rajoy a Jordi Pujol, pasando por José Bono, Felipe González, Artur Mas, María Dolores de Cospedal y unos cuantos cientos.
Sobre ellos, en algún u otro momento, se ha dudado. Vale todo. El chorizometro requiere la distinción de tres aspectos. Por un lado, el valor de lo chorizado. No es lo mismo fisgar 350.000 euros, que dos millones de euros. O que 130 millones de euros.
En segundo lugar, el cargo que se ocupaba cuando se obtuvo ese supuesto beneficio. Existen diferencias entre presidir una empresa, ser un autónomo, dirigir un partido político o presidir un gobierno. El tercero es la forma. No es igual desviar dinero privado –vaya usted a saber con qué fin–, que fondos públicos mediante sobreprecio para comisiones. Es mucho más grave. Podríamos denominar VCF (valor, cargo, forma) a la fórmula del chorizometro.
De este modo, nos daremos cuenta de que el peor escenario sería aquel donde alguien supuestamente roba 130 millones, desde un cargo elevado –por ejemplo, la presidencia de un gobierno– y lo hace con dinero público. Curiosamente el chorizometro más bajo sería aquel donde el valor es menor, por ejemplo 300.000 euros, desde un cargo privado. Creo que no seré yo quien ponga nombres a cada caso.
Curiosamente, el valor más bajo del chorizometro implica la mayor repercusión mediática. Algo falla en España. Algunos se encargan de reforzarlo. Hete aquí los grandes demagogos. Contertulios diarios que han hecho de la elocuencia su forma de vida. Seamos francos: es sencillo y se ganan bien la vida. Da igual la verdad.
Ejemplos: Ignacio Escolar, aquel que es periodista sin título –yo podría serlo– y que dirigió un diario que hundió. También como no, el amigo Anton Losada, con frases que no pasarán a la historia de la democracia, como su conversación con un redactor de TVG. Ya puestos, hasta el Gran Wyoming –un tío que como humorista me gusta–, con una deuda –ya saldada– tras una acta de Hacienda de cerca de un millón de euros.
Sí personajes como estos aparecen día a día, entenderemos que el criterio del chorizometro tendrá una validez relativa. Y ese es el problema. Que no valoramos a los chorizos por su delito, sino por lo bien o lo mal que nos caen. Por lo que opinan unos u otros. Uno puede robar decenas de millones de euros y es un ataque al país; otro no declara 300.000 euros y… a las barricadas. Es muy triste.
Los chorizos deben ser analizados. Juzgados y condenados. Pero siempre bajo un criterio justo. No sólo debe actuar la justicia, que a pesar de los ataques a su independencia sigue siendo uno de los valores en que confiar. También todos los ciudadanos debemos actuar apelando a la educación y entendiendo que cada acto denunciado se debe analizar en el chorizometro. O sea, hacer un análisis VCF y entonces opinar. Todo lo contrario será pura demagogia.