El César, su mujer y el barco de Sandro Rosell
Hay gente a la que el aprendizaje le cuesta algo más que al resto. De eso saben bastante los profesionales de la psicología y la pedagogía, que cada día se enfrentan al reto de mejorar esos déficits. Hay quien tiene serias dificultades para aprender las lecciones, es obvio. Ni con sangre, ni de ninguna manera más convencional, la letra entra.
Es el caso del huído ex presidente del FC Barcelona, Sandro Rosell, a quien recientemente vimos en la Audiencia Nacional para prestar declaración, como imputado, por su intermediación en el contrato del futbolista brasileño Neymar. Se podrán dar nuevas imputaciones, pero en el entorno de Rosell es bastante conocido que fue él quien se guisó en solitario el fichaje del crack latinoamericano.
Nada más conocerse las eventuales irregularidades tributarias que se habrían cometido y que la justicia determinará, Rosell salió corriendo del Barça como gato que del agua huye. Ninguna de sus explicaciones fueron convincentes, porque niguna de ellas contenía argumentos razonables. Todo parecía remontarse a los temores de su familia por una pequeña agresión contra su domicilio que de ninguna manera justificaba su retirada por piernas.
Rosell jamás habló, casi ni con sus colaboradores más próximos, de la fuerte inspección fiscal a la que estaba siendo sometido él y sus empresas. Incluso sobre los intereses de su padre y la venta que hicieron a la familia Sumarroca de acciones de Emte. No lo dijo, pero coincidió en el tiempo.
Del ex presidente del Barça se han dicho muchas cosas sobre sus negocios. Que si sus movimientos en el terreno del márketing deportivo le habían proporcionado extrañas compañías (es cierto que el gran futbolero que es Rosell no ha podido visitar Brasil para ver ningún partido del Mundial porque sus asuntos allí no están del todo aclarados y pisar suelo carioca supone un riesgo para su libertad), que si los negocios privados relacionados con Qatar estarían bajo sospecha, que si su salida denota temores…
Lo cierto es que Sandro Rosell se ha comprado un barco de muy rico. Y que el ex presidente del Barça lo tiene amarrado en l’Escala. Y, otrosí, que ese gesto de burguesa grandilocuencia no ha gustado a nadie. Ni a sus antiguos compañeros directivos en el Barça ni a buena parte de la alta sociedad catalana, que consideran que ni era el momento ni era la mejor de las imágenes a transmitir. Haciendo bueno aquel viejo adagio sobre la mujer del César y su honradez, el barco de Sandro no llega en el mejor momento. Porque, aunque lo sea, no lo parece…