El catalanismo efectivo de Foment
El movimiento independentista ha demonizado en los últimos años a organizaciones como Foment del Treball. Se considera que la patronal, que preside Joaquim Gay de Montellà, representa el establishment que paraliza el dinamismo de la sociedad catalana. Con ello se ha asociado a Foment u otras instituciones que han recelado de ese movimiento, como el Círculo de Economía, como un lastre que impide una especie de revolución que tendría dos patas: la libertad política de Cataluña, y un modelo social claramente orientado a la izquierda.
Aunque a las organizaciones representativas del empresariado catalán les corresponde una renovación interna, con nuevas caras, con más energía, y con un papel más activo y cercano a la nueva economía, el papel de Foment no se puede desdeñar. Ha sido un motor de cambio, y puede ayudar de nuevo, si sabe ejercer de puente con el poder político del conjunto de España. Y eso lo sabe bien el actual presidente, Joaquim Gay de Montellà, y el presidente de la CEOE, Juan Rosell, que lo fue también, precisamente, de Foment del Treball.
Los dos presidieron este lunes el acto de presentación de los dos tomos de La Història del Foment del Treball, escritos por Manuel Milián Mestre y Francesc Cabana. Los autores repasaron los principales hitos de Foment, en un diálogo que moderó el editor Fèlix Riera, y que contó con la aportación del presidente de Caixabank, Jordi Gual, y con una intervención del gobernador del Banco de España, Luis Maria Linde, quien defendió la zona euro y advirtió sobre los peligros de la llegada de una derecha extrema en la Unión Europea, con elecciones este año en Francia, Alemania u Holanda.
En el caso de Foment es necesario recordar que su presidente, Gay de Montellà, ha defendido en los dos últimos años la necesidad de llegar a un acuerdo con el Gobierno español que pase por un pacto fiscal, y por un pacto institucional. De hecho, Foment lo ha pedido a lo largo de historia, con la idea siempre de proteger los intereses de la economía catalana.
Se trata de un catalanismo que demostró, en su momento, una gran eficiencia, y que exhibe que ese es el nervio que podría ahora activarse para buscar un gran acuerdo, frente a la insistencia de ese bloque independentista que lidera el presidente Carles Puigdemont y que se agarra a un referéndum imposible. Este mismo martes abundará en ello en una conferencia en una sala del parlamento europeo en Bruselas, que ha puesto de los nervios al Gobierno español.
La historia de Foment, y lo precisó Manuel Milian Mestre, es la historia de una lucha total contra los gobiernos españoles para lograr políticas proteccionistas que favorecían a los empresarios catalanes, a la incipiente y luego consolidada burguesía catalana. Es cierto que defendían intereses de clase, pero también la riqueza del conjunto de Cataluña. Claro que se cometieron excesos, pero los mismos que en otros territorios con base industrial a lo largo del siglo XVIII y XIX.
Y esas políticas proteccionistas fueron efectivas, porque ningún país ha podido competir, desde la nada, con políticas a favor del libre cambio. Otra cosa es volver al proteccionismo, como ahora pretende Trump, cuando la economía se ha globalizado y todas las economías están interrelacionadas. Pero no estaría de más pensar en qué sería ahora Cataluña sin esas politicas proteccionistas, con el mercado español cautivo, que lograron la creación y maduración de toda la industria.
Está bien ahora recordar el primer gran gesto de Foment, aunque en realidad fue del conjunto de actores de la economía y de la vida social catalanas. Fue en 1885. El nuevo Gobierno de Antonio Cánovas había decidido cambios en la política de aranceles, al optar por reducir los impuestos a los exportadores. Eso implicaba que los industriales textiles británicos podían acceder con más facilidad al mercado español, con precios que rompían las ofertas de las empresas catalanas. Todo ello se unía, y eso también es importante, a la voluntad de unificar el derecho civil.
Se movilizó el Centre Català con un acto en la Llotja de Barcelona, y con la participación de Foment de la Producció Nacional; el Institut del Foment del Treball Nacional –entidades que acabarían fusionadas en lo que hoy es Foment—y otras entidades catalanistas. Y, con la redacción de Valentí Almirall, y de Eusebi Güell, –uno de los grandes de la burguesía catalana– se elaboró la Memoria en defensa de los intereses morales y materiales de Cataluña, que se dirigió al rey Alfonso XII, personalmente, de la mano de personalidades como Mossèn Cinto Verdaguer; Federic Soler, Pitarra, o Àngel Guimerà.
Esa constante lucha, con cuestiones concretas, son las que han hecho avanzar al catalanismo, de forma efectiva, aunque para algunos sea algo cansino que se debería ya superar.