El catalán desubicado

Hace muy pocos meses, el presidente catalán Artur Mas participó en una cena con un grupo de empresarios barceloneses. En el transcurso de la misma, uno de ellos se atrevió a preguntarle qué sucedería con determinadas ayudas comunitarias a su sector productivo en el hipotético caso de que se produjera una declaración unilateral de independencia. El jefe del Ejecutivo catalán le dijo que eso era algo todavía por ver y que, tiempo al tiempo.

Descontento con la respuesta y crítico con Mas, pero sociológicamente próximo a CiU, ese mismo empresario le planteó al líder si era consciente de que con sus actuaciones estaba enterrando el futuro de su partido. Mas, sin muchos preámbulos, respondió al empresario que éste no era un tiempo de partidos, sino de país. Es más, como corolario, le atizó a su interlocutor: “El problema es que usted es un catalán desubicado”.

La parábola del “catalán desubicado” parece haberse extendido en las últimas semanas entre el empresariado. Una prueba fehaciente fue la reunión que el lunes mantuvieron los órganos de gobierno de la patronal catalana Foment del Treball. Hace un año y medio aproximadamente, aún se producían intervenciones de miembros de la junta directiva que pedían prudencia, distancia o incluso se mostraban próximos a las tesis del bloque sobre el derecho a decidir.

 
En la patronal catalana, sólo Antoni Abad es favorable al proceso soberanista

Todo ha cambiado. El empresariado, a diferencia de lo que dijo Mas hace unos meses a algunos de sus miembros, se ha reubicado. Al menos los representantes de la gran patronal catalana, donde aparte de Antoni Abad ya no quedan voces públicas favorables al proceso soberanista. “Mas ha dejado en la estacada a mucha gente, incluso de Foment. Pero eso no ha sido lo más importante”, relata uno de sus destacados dirigentes. 

El cambio sutil de posiciones lo ha propiciado la confesión de Pujol. Al patriarca político catalán no le importará mucho, porque siempre ha despreciado las tesis de esa organización empresarial. Pero a los pocos patronos que aún confiaban en lo que él representó los ha ubicado de golpe. En concreto, en un terreno de intranquilidad y temor a los efectos que las revelaciones sobre corrupción puedan causar sobre las empresas, todavía conmocionadas por la crisis. Pero, en primer lugar el efecto moral: los ha puesto en su contra y en contra de lo que defienden sus discípulos políticos, por supuesto.