El ‘caso Gürtel’ acaba con Ana Mato
Ya hemos constatado sobradamente que la financiación de los partidos políticos ha ido generando un parasitismo que a menudo es una versión digitalizada del truco del toco mocho. Con el caso Gürtel toda una vida de vivir, de vestir, de disfrutar la vida a todo trapo queda retratada camino de la cárcel, con un diploma de “máster” enmarcado bajo el brazo. Y así hasta Bárcenas.
La vida matrimonial de Ana Mato no es de incumbencia pública, pero sí las relaciones económicas con su ex marido. Además, la ya ex ministra era pata negra del aznarismo desde los tiempos del clan de jóvenes talentos políticos que arropó a Aznar en sus años de Valladolid.
En fin, el clan de Valladolid hoy ha sido paulatinamente desintegrado por el método Rajoy. Mientras tanto, la trama Gürtel aprovisionaba de confetti las fiestas de cumpleaños en la casa de Ana Mato.
Donde parece fallar el método Mariano Rajoy es en la renovación efectiva de su Gobierno. Hasta ahora ha tenido dos oportunidades, si es que le hacían falta para un cambio a fondo. Un caso fue la marcha de Arias Cañete a la Comisión Europea y otro la dimisión de Ruiz Gallardón por la retirada de la nueva ley del aborto. No es descartar que a algún otro ministro no se le haya aceptado la dimisión.
De todo se ha dicho ya sobre la clara conveniencia de que Mato dimitiese, como ha hecho, en vísperas del debate sobre la corrupción de ayer en el Congreso de los Diputados. Una cuestión menos tratada sería indagar en qué medida Ana Mato ha estado capacitada para los sucesivos cargos que ha ocupado en el PP y finalmente en el Gobierno. Es un pregunta de larga duración y extensible a otros miembros del Gobierno Rajoy.
Otro interrogante sería: ¿quién manda en el Partido Popular? El gran desperfecto en RTVE es un caso significativo hasta el punto increíble de que añoremos la reforma Zapatero. No se sabe si al mando del PP está una secretaría general que a la vez preside una comunidad autónoma o si existe ya otra red de poder. Véase a un PP con problemas de envergadura en Valencia, Mallorca y también en Cataluña. El caso extremeño da para un esperpento.
En el tramo actual de la cadena de corrupciones, a pocos ciudadanos les sugiere algo el “y tú, más”. De lo que se trata es que todos los partidos sin excepción pasen por un tamiz catártico. Y que caiga quien caiga. Para algunos, eso daría impulso al populismo anti-sistema de Podemos, pero parece más probable que acabase calando y constatásemos finalmente que los políticos corruptos son una minoría, por hiperactiva que sea.
Es claro, una cuestión de justicia y por eso está en manos de los jueces. Ha sido un octubre caliente. También lo está siendo el mes de noviembre, sumándose la hoja de ruta de Artur Mas, sobre todo porque no se sabe en qué dirección va. Es un otoño caliente que no deja saber si hay o no recuperación económica. La toxicidad de la corrupción es altísima. Ha acabado con un miembro del Gobierno Rajoy. ¿Qué más queda por saber y a quién le corresponderá sentarse en el banquillo?.