El carnet por puntos sanitario
Estamos de fin de semana. Disfrutamos de la conversación con unos amigos que hace mucho tiempos que no vemos. Una persona del grupo recibe una llamada. Un amigo suyo lleva 3 horas de cola en el hospital, y está un poco hasta el gorro… ¡Las colas en los hospitales! ¡Qué amargura! ¿Quién no ha sufrido alguna?
Todo el mundo sabe que las urgencias de los hospitales están llenas de personas que ni mucho menos se encuentran en situación de emergencia (de hecho lo sabe todo el mundo menos la persona que espera, ¡está claro!) Esta demanda excesiva (algunas fuentes del sector la calculan en un 50%) colapsa el servicio y provoca esperas larguísimas a otros usuarios que las consideran desproporcionadas.
Si hay más demanda de servicios públicos, un economista neokeynesiano (como el Dr. Santiago Becerra) nos dirá: «Hay que aumentar la oferta» ¡Error! Ya se ha hecho. Y no funciona. El gasto sanitario, y en concreto el personal sanitario, es de las pocas partidas que en tiempos de bonanza aumentan cada año en los presupuestos públicos (y de los que menos se recortan durante la crisis) y siempre son insuficientes. Esto es así porque cuanto más bueno es el servicio sanitario, más se utiliza. Lo explico mejor: Si tenemos un problema de salud y nos lo resuelven rápidamente, de forma barata (o gratuita) y eficaz, estaremos más predispuestos a volverlo a utilizar la próxima vez que tengamos la más pequeña molestia. ¿Sí o no? En cambio, si el servicio es lento, aunque la resolución sea igual de correcta, quizás nos lo pensaremos dos veces antes de ir al médico: Nos plantearemos tomar algún medicamento por nuestra cuenta (ya sé que está mal hecho) o iremos a la privada, pero en todo caso evitaremos tanto como sea posible la visita a Urgencias.
Explicaré un caso real, que ilustra esta teoría: Un conocido hospital de niños de Barcelona abrió un nuevo centro en Sant Boi para tratar de reducir la fuerte presión asistencial del Baix Llobregat. Pues bien, las visitas en lugar de reducirse aumentaron… ¡en los dos centros! ¡Hasta el punto que los periodos de espera se van incrementado respecto a los de antes de la apertura! ¿Qué quiere decir esto? Formulado en términos microeconómicos: “Que la demanda de servicios sanitarios es más alta que la oferta, independientemente de su cuantía”. ¿Y cómo se regula? Pues se autorregula por las trabas del sistema al acceso de los servicios. En el caso de las urgencias se hace por el rato de espera. A mas horas de espera la gente se lo piensa dos veces antes de volver. Y cuando estás, quizás al final desistes (se calcula que un 10%-15% de los que acceden a un servicio de urgencias abandona la espera antes de ser visitado).
Existe un grupo de gente que utiliza de forma intensiva estos servicios. No estoy hablando de los enfermos crónicos, está claro. Esto significa que el colapso viene acentuado por una parte pequeña de la población, que no necesariamente es la más enferma, sino la que tiene más sensación de que está enferma. Un médico me explicó una vez que había visto el expediente de una niña de 23 meses. En estos dos años escasos de vida había visitado más de 25 veces las urgencias de diferentes hospitales del principado. En todos los casos, le habían recetado Apiretal (Paracetamol para niños) o nada. Está claro que la niña no tenía una urgencia.
Un consejero de sanidad (Xavier Trias) propuso en el pasado pagar un euro por visita, pero el rechazo social fue unánime. Así que yo tampoco me decantaré por esta vía.
A pesar de ello, la idea no tiene que ser recaudar, sino la de regular la demanda. Y sin dejar este objetivo yo creo que se podrían hacer otras cosas. Por ejemplo hacer pagar las visitas con puntos y no con dinero. Los puntos sanitarios podrían estar integrados con nuestros datos en nuestra tarjeta sanitaria. Serían igualitarios porque no dependerían de la renta, sino de la enfermedad, o enfermedades del paciente. Los puntos regularían la demanda porque se irían descontando por cada visita, por lo tanto pondrían orden en un tema tan subjetivo como el de la gravedad. También reducirían el absentismo laboral y estimularían la persona a hacer un esfuerzo para mejorar.
En resumen, el punto sanitario sería un sistema de incentivos que funcionaría de forma similar a los puntos del carnet de conducir. Permitiendo a la gente recibir los mismos que otro paciente con la misma enfermedad y gastarlos de forma responsable y con mesura.
¿Y qué pasa cuando se acaban? Pues que habría que renovarlos pasando un nuevo examen del paciente por parte de un tribunal médico.
¡Habría abusos! Si, pero no tantos como hasta ahora. A nadie le gusta que le juzguen ni tener que dar explicaciones incómodas.
¿Habría injusticias? Habría que probarlo para perfeccionar el sistema, pero hoy si que es una injusticia el servicio insuficiente que sufre una gran parte de la población.
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