El capitalismo liberal funciona correctamente por su carácter amoral
Si no hay moral en la aritmética, la física o la meteorología, ¿por qué la economía ha de ser la excepción?
Existe en el mundo algún otro sistema económico que ofrezca más que el capitalismo liberal? Veamos. ¿Quién puede superar un sistema que apuesta por la propiedad privada, la iniciativa individual, la libertad económica, la libre competencia y el gobierno limitado? Grande, Adam Smith: “Cada hombre, mientras no viole las leyes de la justicia, es perfectamente libre de perseguir su propio interés a su propia manera y llevar hacia la competencia a su industria y capital con los de cualquier otro hombre u orden de hombres” (Ensayo sobre la naturaleza y las causas de la de la riqueza de las naciones, 1776).
Balance del capitalismo liberal
Un sucinto balance del capitalismo liberal –sintetizado a la manera del sociólogo y teólogo Peter Berger y su La revolución capitalista, 1989- sobre el que existe un consenso generalizado:
1. El capitalismo industrial ha generado la más grande energía productiva en la historia de la Humanidad;
2. La economía orientada hacia el intercambio en el mercado ofrece condiciones para una capacidad productiva duradera y en expansión constante –pese a las crisis cíclicas- basada en la tecnología;
3. El capitalismo –también pese a las crisis cíclicas- continúa generando el más alto nivel de vida para grandes masas de gente de la historia de la Humanidad;
4. En todas las sociedades industriales avanzadas se han producido aumentos moderados del grado de movilidad social ascendente;
5. Si la evolución capitalista consigue alcanzar un desarrollo económico del que se beneficie una proporción considerable de la población, probablemente aumentará la autonomía individual y surgirán presiones favorables a la democracia;
6. La inclusión de un país del Tercer Mundo en el sistema capitalista internacional favorece el desarrollo económico de este país;
7. El desarrollo capitalista que conduce, en sociedades del Tercer Mundo, a un rápido crecimiento económico, generador de lugares de trabajo, tiene más probabilidades de nivelar la distribución de ingresos que las estrategias deliberadas de redistribución de estos mismos ingresos.
Un balance que se completa con la aportación del economista Jeffrey Sachs, especialista en la lucha contra la pobreza, consejero especial del secretario general de la ONU, y asesor de diversos países latinoamericanos, africanos y asiáticos (El fin de la pobreza, 2006):
1. La pobreza, con la excepción del África subsahariana, ha disminuido en las demás zonas del planeta;
2. El paso de la pobreza generalizada a diversos grados de prosperidad tiene lugar con cierta rapidez allí donde se dan determinadas variables económicas;
3. La distancia entre países ricos y pobres es un fenómeno relativamente reciente, fruto de la revolución industrial y el desarrollo tecnológico del que han gozado algunos países gracias a factores sociales, políticos y geográficos;
4. La teoría que afirma que los ricos lo son gracias a los pobres no pasa la prueba de los hechos.
5. La alternativa real a la pobreza y el subdesarrollo se encuentra en estado práctico en el experimento hindú, fundado en la reducción de las barreras arancelarias y la apertura de los mercados.
A ver, ¿alguien da más? Vaclav Havel, citado por Mario Vargas Llosa (El liberalismo entre dos milenios, 1999), afirmó lo siguiente: “Aunque mi corazón está a la izquierda, siempre he sabido que el único sistema económico que funciona es el mercado. Esta es la única economía natural; la única que realmente tiene sentido, la única que puede llevar a la prosperidad; porque es la única que refleja la naturaleza misma de la vida”.
¿El secreto de este conformismo? Mitchel Dean (Governmentality. Power and Rule in Modern Society, 1999) responde: porque el Sistema se basa en una racionalidad gubernamental que no descansa en el dominio disciplinario del ciudadano, sino en el respeto de su libertad individual.
Al capitalismo liberal se le culpabiliza de todo y se le exige todo
Pese al éxito cosechado, al capitalismo liberal se le exige todo. Por ejemplo: que acabe con la pobreza, con la enfermedad, con la desigualdad, con la pésima distribución de la riqueza, con el analfabetismo, con la discriminación de la mujer y otros colectivos, con la violencia, con la sequía, con el calentamiento global, con la destrucción de la naturaleza y el planeta y con todas las insuficiencias habidas y por haber en nuestro mundo
Una misión imposible si tenemos en cuenta que, por decirlo grosso modo, el objetivo del capitalismo liberal no es otro que la creación de riqueza y la obtención de beneficios allí donde convenga, se considere adecuado y se pueda. Tarea que conlleva también beneficios colaterales –trabajo, impuestos, tecnología de toda especie o una oferta múltiple de mercancías que facilitan la calidad de vida- que favorecen la existencia del ser humano. Ítem más: el afán de lucro del capitalismo liberal le ha llevado a ser el más importante inversor en la denominada economía sostenible. Un ejemplo de egoísmo racional que beneficia a unos y otros.
El objetivo del capitalismo liberal no es otro que la creación de riqueza y la obtención de beneficios allí donde convenga
Ante la misión imposible de un capitalismo liberal –no está en su ADN- que arregle el mundo –objetivamente hablando, arregla bastantes cosas aunque a veces estropee otras-, la respuesta de los políticos y los ciudadanos suele ser doble: por un lado, se la condena –sin juicio, por supuesto- por homicida y biocida; por otro lado, se le exige un comportamiento ético para mejorar la existencia del ser humano. (Entre paréntesis: ¿acaso el capitalismo liberal no ha mejorado la existencia del ser humano? Un sí rotundo y sin complejos).
¿En qué consiste el comportamiento ético de un sujeto colectivo como el capitalismo liberal? ¿Un comportamiento moral? ¿Un comportamiento sabio? ¿Un comportamiento altruista? ¿Un comportamiento solidario? Una disquisición que carece de sentido si tenemos en cuenta que la economía en sí no es moral ni inmoral. La economía es amoral.
El filósofo francés André Comte-Sponville (El capitalismo, ¿es moral?, 2004), con la ayuda de la teoría del orden de Pascal, señala que la moral y la economía, la moral y el capitalismo, pertenecen a órdenes distintos. Imaginémonos, dice el autor, que un contable recuerda a su cliente que dos más dos son cuatro. ¿Qué cara pondría el contable si el cliente le respondiese que eso es inmoral? Se trata de un absurdo, porque dos más dos son cuatro y la suma no admite valoración moral alguna.
En otros términos: la ciencia y la técnica –lean la economía y el capitalismo- no tienen moral. Entiéndase bien, la economía y el capitalismo no son morales ni inmorales, son amorales, porque se sitúan más allá de la moral. Si no hay moral en la aritmética, la física o la meteorología, ¿por qué la economía ha de ser la excepción? ¿Acaso la economía en sí tiene –como podría ser el caso de la medicina o el derecho- algún deber moral?
Vale decir que el propio Adam Smith considera el afán de lucro como una institución central y virtud principal de la sociedad moderna. Y no hay que olvidar el conocido artículo de Milton Friedman (The social responsability of bussines is to increase its profits, The New York Times, 13/9/1970) que afirma que “la responsabilidad social del negocio es aumentar sus beneficios”, porque los directivos, como empleados que son de los accionistas, tienen la “responsabilidad fiduciaria” de maximizar beneficios. Genio y figura.