El calvario del autónomo

No me mueve ninguna asociación del sector, vaya como declaración de principios. Ser autónomo en España es un verdadero calvario, una especie de prueba de heroicidad digna de ser considerada de interés nacional. 

Quienes han optado por el trabajo por cuenta propia en vez de hacerlo por cuenta ajena son unos auténticos menospreciados por la sociedad. Hemos conseguido que los empleados públicos sean unos privilegiados, que los trabajadores por cuenta ajena tengan al menos tantos derechos como obligaciones, pero nadie se acuerda de quien opta por la vía autónoma para mantenerse en el mercado de trabajo.

No soy autónomo. Serlo es de valientes: sus derechos están tan podados que jamás florece nada positivo a su alrededor. Además, por si eso fuera poco, igual es autónomo un fontanero que el consejero o administrador de una gran empresa. Ese régimen de cotización uniformiza sin tener en consideración las diferentes tipologías de personas que se ven sometidos a una determinada pertenencia a la Seguridad Social.

El autónomo supera de forma cotidiana una prueba de obstáculos. No sólo tiene escasas garantías con respecto a su trabajo y sus derechos, sino que debe observar una especie de sospecha permanente del resto. Algunos trabajadores por cuenta ajena bien retribuidos se quejan de que algún autónomo se desgrava el coche personal, pero nadie se acuerda de ellos cuando la crisis les obliga a cerrar su pequeño negocio y, en cambio, no tienen un seguro de desempleo como el común de los mortales o una pensión de jubilación al mismo ritmo.

Habrá quien diga que coticen más si quieren prestaciones sociales a un nivel superior. No es la solución, en absoluto. Los autónomos ricos (consejeros o administradores de empresas, altos profesionales liberales, etcétera) prefieren un plan privado de pensiones, por ejemplo, para maximizar sus percepciones de futuro. Quien cotiza poco, lo justo, es porque es un autónomo pobre. Por cierto, son la mayoría. Y son, en casi todos los casos, quienes prestan sus servicios a los anteriores.

Hemos publicado en las últimas horas que la pensión de jubilación media de un autónomo es de 686 euros frente a los 1.158 euros de los trabajadores del régimen general. Una auténtica barbaridad. Esa diferencia condena a los pertenecientes al régimen de los autónomos a la virtual pobreza, a un auténtico calvario.