El calvario de Pedro Sánchez no ha hecho más que empezar
El 20-D el PSOE registró el peor resultado de su historia desde la Transición. Superar los vaticinios que establecían que iba a ser superado por Podemos sirvió, en un primer instante, para dar la sensación de que Pedro Sánchez, que se encontraba en situación de liderazgo condicional desde su propia organización, había salvado el envite. No tan rápido.
Los nervios y la inseguridad en su puesto de Pedro Sánchez le llevaron inmediatamente a anunciar que se presentará a la reelección en el próximo congreso del partido. No era el día, no venía a cuento y solo sirvió para delatar sus nervios ante la perspectiva de que le quieran mover la silla.
Acosado, sobre todo por Susana Díaz, el secretario general del PSOE acudió a La Moncloa para anunciar al presidente en funciones, Mariano Rajoy, que no le apoyará en la investidura ni siquiera con una abstención. E inmediatamente anunció también que intentaría formar una mayoría alternativa con Podemos y otras fuerzas parlamentarias nacionalistas y de izquierda.
Podemos ha jugado rápido y fuerte. Compareció al día siguiente de las elecciones con un vademecum de exigencias como si hubiera quedado por encima del PSOE. Incluyendo la convocatoria de un referéndum sobre la permanencia en España no solo de Cataluña sino de todas las comunidades autonómicas que lo demandaran.
La respuesta a los deseos de Pedro Sánchez de avanzar hacia un gobierno con Podemos ha desatado reacciones entre los barones del PSOE. Susana Díaz, que casi nunca disimula sus intenciones con Pedro Sánchez, se apresuró a declarar que no es el secretario general quién decide las alianzas sino el Comité Federal.
El lunes se celebrará esa reunión en Madrid en donde el ambiente estará crispado. Hay mucho interés en escuchar la apertura y propuesta que hará Pedro Sánchez y, por supuesto la intervención de la presidenta de la Junta de Andalucía.
Mientras, Pablo Iglesias y sus compañeros de partido no se muerden la lengua. El líder de Podemos ha preguntado públicamente si con quién tiene que hablar es con el Comité Federal del PSOE, en un acto de ninguneo del secretario general del PSOE. Iñigo Errejón ha lanzado la propuesta para encontrar un independiente para la presidencia del Gobierno.
Hay una frase de Joaquín Leguina referida al PSC, de la que me acuerdo muchas veces. Afirma: «el PSC está hundido en un pozo profundo y sus dirigentes no dejan de cavar«. Hay días que pienso que ese dicho se podría aplicar a la totalidad del PSOE.
El PSC comenzó su decadencia con la formación de un gobierno tripartito para impedir la investidura de Convergencia i Unió en noviembre de 2003. Desde entonces no ha dejado de perder apoyos electorales sin que pueda precisarse donde se encuentra el suelo de este partido.
Javier Fernández, presidente de Asturias, Emiliano García Page, de Castilla La Mancha y Guillermo Fernández Vara de Extremadura, se han apresurado a señalar que nunca podrá formarse una alianza de Gobierno con Podemos por exigir un referéndum para dilucidar cuestiones territoriales no solo en Cataluña.
Pero la pregunta que debería hacerse el PSOE es si un gobierno de coalición con Podemos es una alianza letal para el partido centenario.
Pablo Iglesias tiene algunas ventajas que no tiene ningún otro líder político. Es un excelente manipulador de las intenciones ajenas y dispone de una laxitud sin límites para cambiar las convicciones y las propuestas propias. Todo esto adobado de una excelente capacidad de comunicación y unos militantes que trabajan en las redes sociales con una eficacia de hierro.
Consciente, probablemente, de que un pacto con el PSOE es imposible, solo en base a poner el listón donde Pedro Sánchez no pueda alcanzarlo, va a utilizar las negociaciones para la formación de gobierno como un instrumento de desgaste de su enemigo natural, el PSOE, para situarse en las mejores posiciones para una nueva convocatoria electoral.
El PSOE no está para muchos quiebros. Con una dirección débil y cuestionada y metido en un sándwich entre quienes quisieran que facilitara la investidura del PP para ejercer una oposición fuerte a un gobierno débil y quienes estarían dispuestos a ceder con tal de que el secretario del PSOE llegará a La Moncloa.
Pedro Sánchez tiene ansiedad porque carece de tiempo y de otras oportunidades para llegar a La Moncloa. Susana Díaz, y no solamente ella, quiere acabar con su liderazgo.
Y lo que es peor. Una vez más, miles de votantes naturales del PSOE han acudido con resignación a votar a este partido. Y ese cántaro ha ido ya demasiadas veces a la fuente como para que no se acabe rompiendo.
Personalmente tengo algunas, no muchas, ideas claras. Si el PSOE, o mejor dicho, Pedro Sánchez consigue su empeño de pactar con Podemos, habrá iniciado el camino emprendido por el PSC al formar el primer tripartito catalán.
Si el PSOE sigue pendiente de Podemos en vez de diseñar su propia política, la guerra de nervios que le hace Pablo Iglesias le llevará a la equivocación.
El PSOE corre enormes riesgos con unas nuevas elecciones y creo que haría muy bien en impedirlas.
Solo queda una opción arriesgada pero coherente. Esperar al último momento para negociar la investidura de un presidente o presidenta del PP que no sea Mariano Rajoy. Demostrar, con unas exigencias claras al PP, que es el acto de responsabilidad que le exige la situación sin pensar en el beneficio propio.
Esa es la mejor opción política que necesita mucha pedagogía en un país con poca experiencia parlamentaria, un cainismo desarbolado ajeno a toda tolerancia y respeto y con un partido enfrente, Podemos, sin escrúpulos para presentar esas políticas como un apoyo a los recortes del PP. Por otro lado, la realidad es que un gobierno del PP de esas características estaría permanentemente controlado por la oposición y no duraría demasiado tiempo. Ningún camino es fácil para Sánchez.