El barco de Gas Natural es más que un barco

Hace apenas unas semanas, la empresa gasística con sede en Barcelona se quejó de manera amarga del chantaje al que le sometía la compañía pública Navantia, de astilleros, para que diera marcha atrás en el concurso para construir cuatro barcos metaneros en España y no en otros lugares del mundo tal y como habían escogido los armadores adjudicatarios en un concurso libre y regido por las leyes del mercado de manera exclusiva.

El presidente de Navantia, un zorro viejo de la etapa de Alfonso Cortina al frente de Repsol, ha utilizado sus múltiples contactos en el todo Madrid para dejar en evidencia que la firma energética no era solidaria con la industria naval española. La primera reacción de Gas Natural fue pedir auxilio de la opinión pública en nombre del libre mercado. Y aquí, en esta casa, se lo ofrecimos sin dudar un minuto: ellos habían adjudicado y Navantia no había aparecido por allí. En consecuencia (que diría Felipe González, uno de sus consejeros bien retribuidos), no tenía derecho de queja sustentado en argumentos económicos válidos.

 
Las empresas son libres, pero en ningún caso podemos acordarnos del barco de Navantia cuando suban la luz o el gas

En las últimas horas hemos sabido que después de decir que no se podía retroceder en la adjudicación de los cuatro metaneros, la empresa ha encargado uno más para que, al final, si hace bien los deberes se lo adjudique Navantia. Me alegro de que una empresa pública española tenga trabajo, y cuanto más mejor. Me congratula que Gas Natural tenga necesidad de cinco y no de cuatro barcos, porque eso supone que tiene futuro y actividad prevista.

Lo que me molesta de manera profunda es que una empresa privada pueda ser presionada por un gobierno y por sus grupos de presión hasta casi hacerle cambiar de opinión. No por nada, ya que cada empresa es libre de actuar ante los gobiernos como considere, y al final sólo debe responder ante sus accionistas. No, lo que sucede es que cuando suba el gas o la luz en este país podríamos vernos en la tesitura de acordarnos del coste del quinto barco. Y sería normal, tanto como le ha parecido al astillero público montar esta encandalera. Sobre todo, después de desentenderse del asunto en su momento, forzando a Gas Natural a tener consideraciones que no había sido capaz de lograr en uso de la libre competencia del mercado.