El banquillo
En el banquillo de los acusados no están los voceros del ‘procés’, aquellos que contribuyeron a la construcción del falso relato
Es un hecho cierto que muchos opinadores estigmatizados por su militancia belicosa en la causa independentista catalana han errado en su vaticinio: el mal llamado juicio del procés no está generando ni movilización ni crispación.
Por el contrario, los seguidores de la causa que está tratando el Tribunal Supremo están conociendo, unos, y comprobando, otros, que no fue otra cosa que una gran farsa con final infeliz.
El problema de fondo es que la historia de Cataluña está construida sobre mitos más que sobre realidades contrastadas
Una estafa en términos sociales, políticos y hasta jurídicos en la medida que se engañó a más de dos millones de catalanes que se acercaron a las urnas el 1 de octubre de 2017 creyendo a pies juntillas que aquello, un referéndum, les dijeron, iba a constituir la gran losa sobre la cual se construiría un estado independiente respecto de España, en forma de república, en un plis-plas relleno de heroicidad. El problema de fondo es que la historia de Cataluña está construida sobre mitos más que sobre realidades contrastadas.
Han sido charlatanes de mercadillos y no historiadores decentes los que han fabricado y erigido una épica que nunca lo fue por los actos, sino por la necesidad de construir un relato que nos diera orgullo de nación.
“Si el vecino castellano fue imperio donde nunca se ponía el sol, nosotros no podemos ser tan sólo recolectores de patatas y mercaderes”, se dijeron los grandes hacedores del romanticismo histórico catalán.
No todos los que falsificaron los hechos están sentados en el banquillo de los acusados
Éstos aún hoy siguen reinando a pesar de que Hegel ya advirtiera sobre la clara distinción entre ‘res fictae’ -ficción poética- y ‘res factae’ -discurso sobre la verdad-.
A media Cataluña le puede y le pone la historia centrada en la odisea del Espíritu; es decir, aquella que predispone para la ‘identidad del ser’ en vez de volcarse en la ‘identidad del hacer’.
La construida desde el mito de la superioridad y carente de toda verificación crítica de los hechos. Pero volviendo al asunto que nos ocupa, el juicio que se celebra en Madrid, no todos los que fueron están sentados en el banquillo de los acusados.
Para empezar, no están los ‘voceros’ del procés, entiéndase responsables de medios de comunicación hipersubvencionados por el gobierno de la Generalitat que contribuyeron a la construcción del ‘relato’, es decir, la gran estafa, ni tampoco quienes dieron dinero aportaron para crearlo, amplificarlo, expandirlo y mantenerlo, pues esto no se hace recurriendo a tómbola alguna.
La fractura constitucional y estatuaria
Se me dirá, con razón, que no son autores de delito alguno, pues no es punible ni el pensamiento, ni la libertad ideológica, ni la expresión pública de todo cuanto integra el perfil de una sociedad democrática, como es el pluralismo a título resumible, pero no se me podrá negar que la fractura constitucional-estatutaria producida en el Parlament no es obra exclusiva de sus autores materiales, sino que también lo es de sus autores intelectuales, aquellos que, en última y decisiva instancia, obligaron al presidente Puigdemont a desdecirse del acuerdo alcanzado – elecciones avanzadas- y retornar a la vía de la DUI.
Fuera del banquillo de los acusados han quedado próceres y patriarcas de la burguesía catalana que, con su silencio e incluso con su complicidad activa, dineraria incluida, han patrocinado lo que unos cuantos promovieron: un golpe de Estado.
Porque esto y no otra cosa fue lo que se produjo en el Parlament.