El aviso de Mas: igual no se presenta si hay elecciones en marzo

La política catalana exige de una atención tan precisa que puede agotar al personal. De hecho, en las propias filas del movimiento independentista ya se está produciendo un claro bajón. La periodista Pilar Rahola da por acabado el proceso soberanista, por lo menos durante una temporada, y apuesta ya por nuevas elecciones en marzo.

Pero puede haber sorpresas. Entre los políticos catalanes siempre las hay. Como en aquella fría noche del sábado 21 de enero de 2006, cuando Mas pactó el Estatut con José Luis Rodríguez Zapatero en la Moncloa, dejando a todos descolocados. Es bueno recordar aquello. Explica muchas de las cosas que sucedieron posteriormente.

La sorpresa es que el posible apoyo de la CUP, para facilitar la investidura de Mas –David Fernández, ex líder de la formación, ya lo ha pedido— se transforme en una salida para que el líder de Convergència –de lo que queda de ella– pueda gobernar y tratar de reconstruir su espacio electoral.

Mas pretende exactamente eso. Gobernar, y poner en marcha la hoja de ruta soberanista, hasta que le paren, y, por el camino, rehacer un espacio político roto, que precisa de otras siglas, porque las de CDC ya están quemadas y se asocian a Jordi Pujol y a su familia, y a los casos de corrupción.

¿Es lo que quiere la CUP? No, pero si apoya la investidura de Mas, aunque ya sea a partir del 27 de diciembre, cuando celebra su asamblea, dará esa opción al presidente en funciones.

De hecho, Mas se agarra a eso con todas sus fuerzas. Es consciente y así lo explicita a sus interlocutores, que él sigue siendo el activo más importante de CDC. Y si se ve obligado a convocar nuevas elecciones, ya ha trasladado que no sabe si se presentará. Igual si, o igual no. Y en función, también, de cómo quede Democràcia i Llibertat –esas son, por ahora, las nuevas siglas de CDC– en las elecciones generales.

La complejidad es máxima. Pero Mas está atrapado consigo mismo. Nadie lo quiere ya como interlocutor, ni en Madrid ni en Barcelona, pero si es President mantendrá sus atribuciones, gusten o no gusten. Está obligado a seguir adelante, y no le cabe en la cabeza que ahora la CUP no le despeje el camino.

La CUP deberá valorar. Pero la presión es máxima. La apuesta de David Fernández, hombre respetado en la organización, puede ser decisiva, a pesar de las reticencias de Endavant-Osan, que es el partido que domina en la CUP.

Todavía Mas cuenta con el apoyo de un entorno empresarial que sigue viendo en él el mal menor. Mas, a fin de cuentas, sigue siendo Mas, un convergente. Ese entorno sigue pensando que Mas puede reconducir las cosas, aunque, curiosamente, no ha percibido ningún atisbo de ello.

La cuestión es que si Mas convoca elecciones y no se presenta, Cataluña puede derivar hacia una polarización aún más endiablada: la fuerza de Esquerra, por un lado, y la de Ciudadanos, por el otro. Y con un centro catalanista que ha desaparecido.

¿Es lo que podría reconstruir Mas desde el Govern, aunque sin renunciar al independentismo a medio plazo?