El AVE nuestro de cada día en el reino de los despropósitos
El estruendo de los combates electorales de los últimos tres meses y medio, con sus resultados imposibles y sus desenlaces imprevistos, ha dejado en el mayor de los olvidos un par de noticias de extraordinario interés. Se trata de dos series de acontecimientos que se produjeron casi a la vez en la red ferroviaria española los días 15 y 17 del pasado mes de diciembre y que, una vez más, nos recuerdan que el país del AVE se ha convertido en el auténtico reino de los despropósitos.
El día 15 de diciembre, para vergüenza eterna de los responsables de evitar tal desaguisado, se produjo el enésimo robo de cable de cobre de las vías ferroviarias de ADIF en territorio catalán. De madrugada, una pandilla de chorizos, cortó un cable de 3.000 voltios de tensión cerca de Mollet del Vallès, en la provincia de Barcelona, causando la caída del material sobre otros cables y dispositivos informáticos.
A consecuencia de ello, se produjo una sobrecarga en las instalaciones de la que resultaron tres incendios en distintos puntos de la infraestructura ferroviaria. El fuego afectó a un edificio técnico de ADIF y destruyó sistemas eléctricos, electrónicos e informáticos, dañando la señalización de vías, el control de entradas y salidas de las estaciones o cambios de agujas, entre otros sistemas.
Muchas decenas de miles de personas se han visto seriamente perjudicadas en sus desplazamientos diarios por la red de Rodalies (Cercanías) durante varias semanas. Todo el sistema económico del centro de Cataluña ha resultado perturbado por ese vergonzoso incidente, absolutamente impropio de un país moderno. En estos temas, seguimos en niveles tercermundistas y nuestros gobernantes parecen especialmente complacidos de semejante catástrofe. ¿Por qué será?
No hay constancia de dimisiones o destituciones de los técnicos que tienen la responsabilidad del asunto en los organismos correspondientes, que son ADIF y el Ministerio de Fomento. ¡Naturalmente! Es lógico que no se hayan producido esas actuaciones punitivas porque no se trata de una consecuencia de la torpeza o incompetencia de los técnicos. El problema es otro.
Una vez más, las responsabilidades deben buscarse más arriba, en el Gobierno del Estado y en las genialidades de la política de infraestructuras, que constituyen auténticas señas de identidad de nuestra historia económica de los últimos veinticinco años.
Para controlar la red, basta con que la entidad administradora de las infraestructuras ferroviarias, ADIF, disponga de sistemas de detección inmediata de los cortes que puedan producirse en las líneas y proceda a comunicarlo sin demora a la policía. Ninguno de los innumerables robos que amenazan nuestra aburrida existencia hubiera podido producirse en ese caso. ¡Elemental, mi querido Watson!
Pero ahí está el problema: la relativamente pequeña inversión necesaria para instalar sistemas de alarma no es del gusto de las autoridades españolas. El Ministerio de Fomento parece haber decidido que el asunto no lo merece, como casi ningún otro tema que suponga prestar un servicio decente en la conurbación de Barcelona.
Casi a la vez de este enésimo desastre en el ámbito de responsabilidad del Gobierno del Estado dentro de Cataluña, el día 17 de diciembre se puso en servicio la conexión ferroviaria del AVE de Madrid con Zamora, gracias al trayecto que une, con una sola vía, Medina del Campo y Olmedo.
Un periódico de alcance nacional informó que en esa ocasión hubo «más curiosos que pasajeros». Concretamente, informa que viajaron treinta personas en ese tren. Pese a una búsqueda persistente y tenaz, no me ha sido posible conseguir la información acerca del número de viajeros de cada uno de los días siguientes. A saber…
Dos detalles adicionales, tal vez no insignificantes. Primera observación: entre la fecha de la puesta en servicio del tren de marras y las elecciones generales del 20 de diciembre transcurrió un período de sólo cuatro días. ¿Casualidad?
Segunda observación: la ministra de Fomento, Ana Pastor, ya se había apresurado a estrenar la línea de referencia, en una auténtica inauguración «oficiosa», el día 22 de octubre anterior. Datos complementarios: doña Ana María Pastor Julián nació en Cubillos del Pan, a seis kilómetros de la ciudad de Zamora.
Por cierto, la señora ministra Ana María Pastor Julián es la autora de aquella famosa frase, por la que deberíamos proponerla para el Premio Nobel de Economía del año que acabamos de empezar, según la cual, en cuestiones de infraestructuras, la rentabilidad de las inversiones no son un dato relevante. ¿En qué Facultad de Economía o Escuela de Negocios habrá estudiado esta buena señora?
A la Ministra Ana María Pastor Julián se le olvidó añadir, lo que es una evidencia incluso para los menores de edad, que una infraestructura que carece de rentabilidad tarde o temprano se irá literalmente al carajo.
De todos modos, no hay que ensañarse con la señora Pastor. Al fin y al cabo, se limita a cumplir las directrices del ejecutivo en este ámbito. Por si alguien se ha olvidado, es la misma política que siguieron los Gobiernos anteriores durante más de veinte años. Nada nuevo bajo el sol.
Con esta nueva pieza, la red ferroviaria de Alta Velocidad de España supera los 3.000 kilómetros de longitud y confirma su liderazgo mundial, atendiendo a los niveles del Producto Interior Bruto y de la población. Un paso más en ese gran proyecto nacional que consiste en hacer del AVE nuestro de cada día la mayor demostración de que seguimos en el reino de los despropósitos.