El apocalipsis catalán y vasco, según Pérez Reverte
Hay un hombre de letras que despierta un gran respeto. Me refiero al periodista y escritor Arturo Pérez Reverte. Desde hace algún tiempo, casi el mismo que él lleva utilizando las redes sociales, además es gurú, una especie de referencia ideológica. Muchos ciudadanos ven en sus reflexiones algún atisbo de creatividad e innovación. Luego algún programa televisivo lo acaba de consagrar (algún día Jordi Évole, toda una innovación periodística, además ajustará el rigor para ser una auténtica bomba mediática), y el juntaletras ha acabado convertido en un tótem de unos tiempos en los que el sistema democrático se cae, los antisistema emergen por ausencia del adversario y la gran mayoría silenciosa asiste al triste espectáculo entre resignada por la crisis y esquizofrénica por lo que hay que oír.
Ayer, Pérez Reverte lanzó el siguiente comentario en Twitter: “A Rajoy (ese pedazo de carne con ojos) se le va de las manos el País Vasco, como se le ha ido de las manos Cataluña”. Unos segundos más tarde fue incluso más lejos: “A ese incompetente político se le va a incendiar el País Vasco, igual que se le ha incendiado Cataluña. Mientras, él se hace fotos con Obama”. Es obvio que también se refería al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. El mensaje tiene su guasa, porque el escritor cuenta con la friolera de 783.684 seguidores en Twitter.
No voy a criticar a un provocador por referirse en ese tono tan despectivo a Rajoy cuando uno de los activos profesionales que cultivo es la generación de ideas-fuerza que faculten un debate y una reflexión más amplia que mi propio original. Salvando las distancias cualitativas, ambos jugamos a forzar el pensamiento sobre temas, asuntos públicos, éticos, morales o de cualquier otra índole que están en el debate y en las inquietudes sociales.
Sí creo que acierta cuando dice que Catalunya y País Vasco se escapan de las manos. Como opino que yerra cuando asegura que se le van a Rajoy. No es así, se le van a la sociedad en general, a ese grupo mayoritario y durmiente que asiste impasible a cómo determinados grupos, con el aval de la resignación general, son capaces de dominar y manipular situaciones y estados de opinión con absoluta impunidad. No es exclusivo de la política, pasa en una comunidad de vecinos, en la junta directiva de un club de fútbol, en la asociación excursionista o entre el grupo de amigos que está decidiendo a quién y cómo le toca organizar la cena anual.
Catalunya y País Vasco se le van a la democracia, a ese sistema político que por nuestra incapacidad para mejorar de manera permanente, acaba convirtiéndose en un instrumento ineficaz para gobernarnos con su actual fisonomía. Pasa con las leyes electorales, con la resignación ante la incompetencia de la justicia, con la representación parlamentaria, con las mayorías arrolladoras, con la falta de respeto a las minorías y con cualquier otra expresión de su ya anacrónica formulación.
Que nadie se lleve las manos a la cabeza, pero esto va en serio. O somos capaces de retomar las riendas de nuestra propia democracia y las ajustamos en sus usos y formulaciones o lo que dice Pérez Reverte acabará siendo una realidad. Que mi voto en el área metropolitana de Barcelona acabe siendo de un rango inferior al de otras provincias de Catalunya es sólo una muestra mínima de cuántas cosas quedan por hacer. Pero también que seamos incapaces de llamar a las cosas por su nombre.
Deshacer ese miedo atávico existente en Catalunya a hablar con claridad y sin actitudes políticamente correctas, esa miseria que hemos heredado de la izquierda de la Diagonal amunt, nos lleva a espacios de fractura social que Artur Mas niega pero que ya son una constante en la sociedad. O nos lo hacemos mirar o el futuro está demasiado cerca del pronóstico apocalíptico del escritor.