El angelismo solidario

La llegada del barco 'Aquarius' ha disparado unas muestras de solidaridad que obligan a preguntarse qué intención esconden algunas manifestaciones

En una época –dicen- marcada por el individualismo, el egoísmo, la insolidaridad y el relativismo moral; en una época así, hemos asistido a un auténtico tsunami de solidaridad con los migrantes del Aquarius que han llegado al puerto de Valencia.

Y no solo eso, sino que en la última semana han vuelto a aparecer las pancartas, carteles, lemas, consignas, declaraciones o discursos que hablan de «Nuestra Casa es Vuestra Casa», «Abramos Fronteras», Refugees Welcome o One World One Family.

Si quieren que les diga la verdad, ante dichas manifestaciones de altruismo y solidaridad –que yo aplaudo, vaya por delante- no resisto la tentación de preguntarme a qué pueden obedecer.

¿El comportamiento solidario responde a la mala consciencia del europeo que se sabe un privilegiado?

¿Un acto de generosidad sin más? ¿Un acto instigado por el chantaje emocional tan propio y característico de muchas ONG?

¿Un acto inducido por la fe, la ideología, la caridad o la justicia? ¿Una forma de superar una crisis personal? ¿Una manera de obtener réditos de toda índole?

¿Un comportamiento que responde a la mala consciencia del europeo que se sabe un privilegiado? ¿Una manera de apaciguar el complejo de culpabilidad que invade a la ciudadanía occidental?

¿Una apuesta por el Bien que asegura la autosatisfacción egoísta –sí, egoísta- de quien cumple un deber que se autoimpone a modo de rito de paso?

¿Una manera de sentirse mejor con uno mismo? ¿Una forma de apuntarse al imperialismo de bien para obtener el  certificado oficial de buena conducta política, social, ideológica, humanitaria, ética y moral?

La legislación migratoria

Puestos a ser malpensado –insisto, aplaudo el tsunami de solidaridad desatado por el Aquarius– a veces me preguntó, también, si estos “actos de compasión” o “hábitos del corazón”, como los denomina la sociología norteamericana, no son la expresión de quienes especulan con la piedad para obtener subvenciones humanitarias.

De aquellos que utilizan la filantropía para hacer carrera política y recolectar votos vía distinción del Nosotros solidario frente al Ellos egoísta, de quienes transforman la solidaridad en un nuevo populismo en beneficio propio.

O de los que usan el humanitarismo para dar rienda suelta a su loable vocación redentora, de quienes convierten la fraternidad en una profesión a falta de otra mejor, de quienes practican el humanitarismo para mejorar la imagen corporativa de la empresa y ganar mercado o cuota de pantalla.

Hay que preguntarse cuál debe ser el criterio de admisión de los migrantes

En cualquier caso, si tenemos en cuenta que los migrantes existen, si tenemos en cuenta que hay migrantes económicos y refugiados que solicitan acogida o asilo, si tenemos en cuenta eso, hay que preguntarse -realidad obliga- cuál ha de ser el criterio de admisión.

Se puede culpabilizar todo lo que se quiera y más a los Estados, a la Unión Europea y a la ONU. Pero, a día de hoy, existe una legislación vigente que ha de cumplirse.

Hay que cumplir la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de las Naciones Unidas, el Protocolo sobre el Estatuto de los Refugiados, el Sistema Europeo Común de Asilo, Condiciones de Acogida y Requisitos así como el Reglamento de Dublín y el Eurodac.

Las reglas inviolables

¿Quién dice que la ONU o la Unión Europea no han hecho nada?  Sí que han hecho cosas. Sí que han legislado. Una legislación que, a veces, resulta antipática.

¿Cambios? ¿Qué cambios, a tenor de la coyuntura política y económica, pueden generar consenso en una Unión Europea nada proclive a la apertura de sus fronteras?

La ONU y la Unión Europea han puesto –como no podía ser de otra manera- criterios de admisión para migrantes económicos y refugiados.

Criterios que implican –que nadie se engañe- la acogida y asilo de unos y la exclusión o deportación, si se puede, de otros. Y eso, precisamente eso, es lo que no gusta a un angelismo solidario incapaz de reconocer y aceptar el sentido del límite.

El angelismo solidario puede resultar contraproducente

Un angelismo solidario que suele incumplir el Código de Conducta Marítima (2017) que regula el movimiento de las ONG y sus embarcaciones.

Un Código que exige transparencia y cooperación con las autoridades. Quienes incumplen el Código se convierten, objetivamente hablando, en colaboradores involuntarios del comercio de seres humanos.

Y no solo eso, sino que impiden que los migrantes y refugiados regulares puedan entrar legalmente en la Unión Europea.

El angelismo solidario –populismo y demagogia- puede resultar contraproducente. Cuidado con quienes buscan el Bien a cualquier precio.

Cuidado, también, con quienes se instalan en la comodidad de no asumir los retos y complejidades de una cuestión tan sensible, que nos interpela a todos.

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