El agua es vida
Cuando se lean estas líneas, decenas de miles de personas se estarán manifestando en Amposta contra el plan hidrológico de la cuenca del Ebro, que aprobó en enero el Gobierno en funciones de Mariano Rajoy. El Gobierno del PP, con el apoyo de Ciudadanos -partidario también de los trasvases-, ha fijado en 3.000 hectómetros cúbicos el caudal mínimo del río.
La Generalitat, las comunidades de regantes y la Plataforma en Defensa del Ebro (PDE) habían acordado un caudal mínimo de entre 5.871 hm3 (para los años de sequía) y 9.907 hm3.
La manifestación cuenta con el apoyo del Gobierno catalán y de la Asamblea Nacional Catalana (ANC) y la Confederación de Federaciones de Asociaciones de Vecinos de Cataluña (CONFAVC).
Los peligros del territorio con el plan de la cuenca van desde el aumento de la salinización, al incremento de los períodos de carencia de oxígeno en el agua y sus consecuencias en la biodiversidad del Delta. Por lo tanto, habría consecuencias no sólo ambientales sino también en los puestos de trabajo de la región.
La Comisión Europea ha llamado la atención varias veces a España por su política del agua. Ante los reiterados incumplimientos, el día después de la manifestación, el Delta recibirá la visita de una misión de eurodiputados, que se reunirán con varios agentes de la zona.
El agua y su gestión pasan a ser uno de los temas claves del siglo XXI. Por eso la cuestión del Ebro se tendría que enmarcar también en el ámbito del debate sobre la autosuficiencia agroalimentaria, sobre la alimentación Km0 y ecológica. En este sentido, tanto los regadíos del Ebro como los del Segre que a veces son antitéticos, tendrían que plantearse en una planificación racional y pública, de manera que se fomentaran en el interior métodos de regadío de acompañamiento y no a chorro.
Y que se incentivaran los cultivos de cara a la producción de alimentos para los humanos y no para los animales. Utilizar el agua de los catalanes para producir alfalfa para los caballos de un jeque árabe puede ser rentable económicamente, pero injustificable desde muchos puntos de vista de equilibrio ambiental y alimentario.
En este mismo ámbito, hay un rum-rum creciente sobre la gestión del agua potable urbana. Ciertos abusos de las compañías suministradoras procedentes de concesiones no siempre muy transparentes, vuelven a poner sobre la mesa la necesidad de no perder la titularidad del agua y quizás tampoco de su gestión.
En este sentido son de admirar los municipios catalanes que han sabido preservar aquellas empresas de aguas surgidas de la iniciativa pública o social, y que se han agrupado en la asociación CONGIAC.
El Consorci per a la gestió d’Aigües de Catalunya agrupa varios ayuntamientos implicados directamente en el ciclo integral del agua y el medio ambiente, a través de sus empresas municipales o de los instrumentos públicos del consorcio. Entre sus objetivos se encuentran el potenciar la colaboración entre sus asociados para mejorar la eficacia, la responsabilidad, el gerenciamiento público que permitan el control estratégico del servicio, agilizar la toma de decisiones, enfatizar la calidad ante la rentabilidad económica y la externalización para las actividades no estratégicas.
Este consorcio es presidido actualmente por Josep Alabern, de Aigües de Manresa, un caso histórico de respuesta popular a la escasez del agua. Desde medios del siglo XIV, una acequia de 26 kilómetros garantiza la llegada del agua del Llobregat a Manresa y en su momento la decisión costó duros enfrentamientos de la ciudad contra el obispo feudal de Vic, propietario de fincas y molinos que se oponía.
Siempre una Junta de la Sèquia de Manresa, con representantes de los regantes, de los usuarios urbanos y del ayuntamiento han controlado la gestión.700 años después Manresa celebra esta revuelta en la Fiesta de la Luz y la Feria de la Aixada, en la semana del 21 al 28 de febrero.
Otro caso curioso es la Comunitat Minera Olesana, que es una sociedad cooperativa que ha ingresado hace poco al grupo CLADE de cooperativismo potente, fundada en 1868 por un grupo de olesanos impulsados por el modernismo y por inquietudes sanitarias, al valorar que el agua era una fuente de enfermedades, cuando era extraída de los pozos caseros en épocas de sequía.
El agua, como el viento, el sol o la energía de la Tierra, son de todos. Y es bueno que democráticamente preservamos el control evitando su uso y abuso por parte de los oligopolios de servicios, conectados con las castas políticas y funcionariales. Hoy, muchos estaremos física o mentalmente en el Ebro.