El agotamiento
Los mismos que auparon a Pedro Sánchez en la moción de censura le han abandonado
Visto para sentencia. Mientras el Tribunal Supremo juzgaba a los procesados independentistas, el Congreso de los Diputados daba calabazas a Pedro Sánchez. Hasta ahí. Hasta los presupuestos pudo recorrer su camino el presidente provisional.
Los síntomas de agotamiento que daba su gobierno en las últimas semanas presagiaban el final abrupto de una legislatura fallida. Los mismos que le auparon en la moción de censura motivados por el empeño de desalojar a Mariano Rajoy de la Moncloa le han abandonado.
Las condiciones de los independentistas poco tenían que ver con los presupuestos
Salvo el PNV que pidió garantías de cumplimiento de los acuerdos pactados con el gobierno del PP, los demás esperaron compensaciones. Y fueron llegando. A través de guiños muy elocuentes. Algunos de ellos de difícil explicación. Gestos que, sin embargo, a los responsables de la Generalitat les parecía insuficientes.
El gobierno central y el catalán estaban enfrascados en la figura del relator/mediador de ’conflictos’ y en la mesa de partidos, paralela al Parlament. Cuando trascendió la convocatoria de la manifestación de la oposición de centro derecha en Madrid, mandó parar. Por eso los secesionistas le dejaron caer en el Congreso. Sus condiciones poco tenían que ver con los presupuestos.
Negociar el derecho de autodeterminación. Vulnerando la Constitución. Redoblar la presión sobre la acción de la Justicia. Con gestos más contundentes de los exhibidos hasta ahora. Vulnerando la separación de poderes.
La opinión de la calle es menos complaciente con Sánchez que la del CIS
Una vuelta de tuerca más que un gobierno democrático no se podía permitir. Máxime después de haber comprobado que el pulso negociador con quienes quieren romper el país había activado el hartazgo del centro derecha. Ya que la opinión de la calle es menos complaciente con Sánchez que la de los sondeos del CIS de Tezanos.
Llegados a este punto del recorrido, el presidente del gobierno provisional no tiene nada más que aportar. Aferrado al secesionismo como tabla de supervivencia ha transmitido durante todo este tiempo una imagen constante de inestabilidad.
Un gobierno débil con solo 84 escaños. Incoherente por la entidad de sus socios de la legislatura fallida. Un mandato repleto de golpes de decreto, mucho ruido de propaganda y poca gestión.
Tumbados los presupuestos «que gastan lo que no hay e ingresan lo que no existe», como los definió Daniel Lacalle, Sánchez prepara ya el enfoque de su campaña. El comité electoral de su partido, de hecho, está ya constituido desde octubre, cuando empezaron a diseñar las lecciones locales, autonómicas y europeas.
¿Tendrán tiempo para celebrar las primarias? Ábalos y Redondo están en la cabina de mandos mientras el dirigente socialista piensa en reinventarse. De nuevo. Una vez constata la descomposición de Podemos, pretende presentarse ‘empotrado’ en el centro. Como una víctima de los extremos.
La derecha como amenaza y los independentistas como ejemplo de deslealtad. Y él, recolocado en ese centro que abandonó a partir del momento en que necesitó pactar con los populistas de Pablo Iglesias. No será un problema para él volver a desdecirse. La permanente corrección de sus mensajes acabó por convertirse en el avatar de su gobierno.
El PNV, el socio más persistente que le ha quedado y que no está interesado en adelantar unas elecciones que difícilmente pueden dar un gobierno tan flexible a sus exigencias como el de Sánchez, pide que se acabe ya la bronca.
SÁNCHEZ, COMO RAJOY, HA FRACASADO CON EL SECESIONISMO
A la hora de hacer balance, el dirigente socialista no puede estar satisfecho. El desafío secesionista catalán sigue aumentando su dosis de victimismo. Ha topado, como su antecesor Rajoy, con la vulneración de la legalidad en que se han instalado sus interlocutores. El ibuprofeno era insuficiente. Porque los síntomas de la enfermedad son más graves que los de una simple inflamación. Él también ha fracasado.
Los partidos políticos deberán afrontar la campaña con la lección aprendida. Los nacionalistas vascos dejaron plantado a Rajoy días después de haber apoyado sus presupuestos. Los rupturistas catalanes han hecho lo propio con Sánchez. Los partidos escarmentados intentarán no tener que depender de ninguna fuerza nacionalista para conformar gobierno. Pero eso dependerá de las mayorías que den las urnas.