El acuerdo del Brexit deprime aún más a los independentistas catalanes
El Brexit sin consenso podría haber sido un argumento para el independentismo catalán en la campaña electoral del 14-F
Nicola Stugeron, ministra principal escocesa, suspiraba con poco disimulo por un naufragio en las negociaciones entre Downing Street y el Berlaymont. Si el Brexit se consumaba sin acuerdo, en medio de un caos, Escocia ganaba un aliado al otro lado del Canal y la opinión pública en Edimburgo hubiera incrementado su natural e histórico recelo hacia Londres.
Londres celebró como una gran victoria el acuerdo del Brexit, pero en realidad lo necesitaban tanto como la UE. Una cosa es la propaganda de Farage y Johnson y otra la realidad: el déficit comercial del Reino Unido con la UE es de 79.000 millones de libras anuales.
Es cierto que tanto los británicos como los estados miembros de la UE pierden en algunos aspectos como la desaparición del programa Erasmus, la necesidad de homologar titulaciones, etc. pero la clave es que es una discrepancia pactada. Londres afirma que será aliado de Bruselas y esta no quiere perder su acceso al mercado británico.
Europa es y seguirá siendo el gran socio comercial del Reino Unido, y con él los nacionalistas escoceses pierden la oportunidad de reclamar un segundo referéndum y, en el caso improbable de pactarlo con Londres, ganarlo.
El principal argumento de Stugeron era que el Brexit era una obsesión inglesa que afectaba a los escoceses, que habían votado en contra del Brexit, y que sin acuerdo con Bruselas ellos tenían derecho a celebrar un nuevo referéndum que además creían que podían ganar con facilidad.
Para los escoceses, la celebración de un nuevo referéndum en caso de Brexit sin acuerdo era una obviedad dado que las bases sobre las que su fundamento la victoria imprevista del No a la separación se basaba en unos fundamentos obsoletos.
La hipótesis de un Brexit tormentoso abría la puerta a una relación especial entre Bruselas y Edimburgo. Ese nuevo link entre Escocia y la Unión Europea hubiera sido un apoyo para las posiciones nacionalistas de catalanes y otras regiones europeas con ansias secesionistas. El acuerdo, un alivio para unos y para otros, aísla a los nacionalistas que se quedan dentro de la UE. El acuerdo incluye una solución hibrida a la frontera de Irlanda con Irlanda del Norte, el enclave británico en la isla irlandesa, lo cual agua también las posiciones del Sinn Fein, el otro gran partido junto al SNP que podría apoyar las tesis del independentismo catalán.
El Brexit sin acuerdo podría haber sido un argumento para el independentismo catalán en el caso de que el próximo 14 de febrero acaben celebrándose elecciones en Cataluña ¿Si los británicos se han ido a las bravas porque no Cataluña puede romper con España? Es más ¿Si Escocia apunta a un acuerdo sin la participación del Reino Unido con Bruselas porque no puede hacer lo mismo Cataluña?
Albania, Macedonia del Norte, Montenegro y Serbia tocan a la puerta de la UE y esta puede tener la tentación de acelerar el proceso para suplir el golpe moral que supone la salida británica. La Unión Europea tras la victoria del Biden buscará no perder definitivamente el tren entre los grandes actores económicos y de política mundial: USA, China, Rusia.
La toma de posesión del dúo Biden-Harris en Enero en el Mall de Washington abre la puerta a que Europa no sufra constantes humillaciones y que sea tenida en cuenta. Es, quizás, el último tren europeo, y en ese viaje las disensiones internas no interesan a nadie.
Hace unos días Puigdemont intervenía en el plenario del Parlamento Europeo con el hemiciclo desierto. Los intereses y la agenda europea no pasan por alimentar conflictos internos. Paradójicamente los últimos aliados de la causa independentista catalana en Europa proceden de la propia España mediante los parlamentarios de Podemos y Bildu, que no son anécdota, sino socios preferentes e imprescindibles del Gobierno de España.