Ejerzamos los derechos que nos quedan y echémosla

El nacionalismo catalán, en la medida de lo posible en un sistema democrático, también busca la sustitución y/o desaparición del uso de la lengua española en público

En 1973, publicado por Edicions Catalanes de París, vio la luz el libro Catalunya sota el règim franquista. Subtítulo: Informe sobre la persecució de la llengua catalana i la cultura de Catalunya pel règim del General Franco. De autor desconocido, el libro tuvo una amplia difusión en Cataluña y llegó a ser –todavía lo es- el manual de cabecera del nacionalismo catalán en la denuncia de la represión franquista de la lengua catalana.

Posteriormente, en 1978, el libro se publicó en España con el nombre de su autor: Josep Benet. Uno de los personajes -abogado, político, historiador, editor, miembro de los Grupos Nacionales de Resistencia, fundador de la Federación de Jóvenes Cristianos de Cataluña, formado en la Escolanía de Montserrat, redactor del anteproyecto del Estatuto de  Autonomía de Cataluña de 1979, Premio de Honor de las Letras Catalanas y Medalla de Oro de la Generalitat de Cataluña- más destacados de la cultura y la política nacionalista catalana de las últimas décadas.     

El franquismo lingüístico

Del Informe citado, convine destacar el objetivo de la política franquista: “la desaparición de la lengua catalana” en ámbitos como “el Govern y el Parlament de Cataluña, la administración pública en Cataluña, la administración de Justicia, la enseñanza primaria, secundaria y técnica, la enseñanza y la vida universitaria, los documentos notariales, la administración municipal y, en resumen, toda clase de actividad oficial”. A lo que se añadía la “prohibición total del uso de la lengua catalana en público”. Josep Benet, sacando a colación un cártel que por aquel entonces proliferaba por la ciudad de Barcelona, concluye con estas palabras: “Si eres español, habla español”. Un cártel más –dice Josep Benet en su libro – “entre otros de redactado semejante”.     

El nacionalismo lingüístico catalán

A día de hoy, 50 años después del Informe sobre la persecución de la lengua y la cultura de Cataluña, se podría hacer un Informe –inverso- sobre la persecución de la lengua y la cultura de España en Cataluña bajo el régimen nacionalista. Cierto es que, entonces, en Cataluña, como en toda España, había una dictadura que hoy no existe. Pero, lo que hoy sí existe, lo que hoy sí perdura, es el afán prohibicionista de la lengua española –también, la cultura- en Cataluña inspirado –consciente o inconscientemente-  en la estrategia franquista. Entendámonos: no hablo de una represión pura y dura a la manera franquista –no es eso, no es eso-, sino de la discriminación o trato desigual, de una persecución en el sentido literal del término de acción enfadosa y continua con que se acosa a alguien a fin de que condescienda a lo que de él se solicita. 

Una estrategia compartida

Al grano, la táctica-estrategia –el objetivo- de la política lingüística del nacionalismo lingüístico catalán es prácticamente la misma que la del franquismo lingüístico. Repito lo ya dicho antes, cambiando el sujeto pasivo y adaptando la terminología a la actualidad: el nacionalismo catalán busca la sustitución y/o desaparición de la lengua española en ámbitos como el Govern y el Parlament de Cataluña, la administración pública en Cataluña, la administración de Justicia, la enseñanza primaria, secundaria y universitaria, los documentos notariales, la administración municipal y, en resumen, toda clase de actividad oficial. Más: el nacionalismo catalán, en la medida de lo posible en un sistema democrático, también busca la sustitución y/o desaparición del uso de la lengua española en público.    

A los hechos me remito

El Informe posible del que hablo -titulado Cataluña bajo el régimen nacionalista y subtitulado Informe sobre la persecución de la lengua española y la cultura española en Cataluña por el régimen nacionalista– tendría tres capítulos. Vayamos a los hechos. A continuación, el índice.          

Primer capítulo. Análisis de la legislación autonómica que facilitaría dicha sustitución, discriminación o persecución. Por ejemplo: Estatuto de Autonomía de 1979, Ley de Normalización Lingüística de 1983, Ley de Política Lingüística de 1998, Estatuto de Autonomía de Cataluña de 2006, Ley de Educación de 2009, Código de Consumo de Cataluña de 2010, Ley de acogida de las personas inmigradas y las retornadas a Cataluña de 2010, Ley del uso y el aprendizaje de las lenguas oficiales en la enseñanza no universitaria de acuerdo con criterios pedagógicos de 2022.  

Esa legislación que ha amparado y fomentado el uso del catalán, ha normalizado e impulsado el uso del catalán en la Administración, la enseñanza, los medios de comunicación social, las industrias culturales y el mundo socioeconómico. Todo ello en detrimento de la otra lengua oficial en Cataluña y propia de más de la mitad de los ciudadanos de Cataluña, el español. Una política lingüística que ha impedido y obstaculizado la igualdad de derechos y deberes lingüísticos en Cataluña.   

Vale decir que, al respecto, en este primer capítulo, habría un apartado en que se enumerarían y analizarían las numerosas resoluciones de los Altos Tribunales –Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, Tribunal Supremo y Tribunal Constitucional- incumplidas por la Generalitat de Cataluña. La lista empezaría con la sentencia del Tribunal Constitucional (TC 337/1994), reiteradamente incumplida, que establece el concepto de “conjunción lingüística” en lo relativo al uso de la lengua catalana y española en la enseñanza. La Generalitat de Cataluña –veintinueve años después- sigue sin cumplirla.  

Segundo capítulo. Estudio de los diversos –innumerables- documentos que han intentado implementar dicha política de sustitución lingüística. Entre estos documentos cabría mencionar algunos de oficiales, de última generación, como las  Propostes del Consell Lingüístic Assessor per impulsar l´ús de la llengua catalana en els centres educatius o los Documents per a l´organització i la gestió dels centres. Resumo: la lengua catalana como “eje vertebrador del proyecto educativo del centro… [tanto en] en los espacios de educación formal y no formal del centro… el catalán como lengua propia normalmente utilizada como lengua vehicular y de aprendizaje… vehículo de expresión y comunicación normalmente empleado, tanto en las actividades internas del centro como en las de proyección externa… es la lengua de la institución”. 

Para no perder de vista la actualidad, en este capítulo se analizaría también el decálogo de Metges pel Català para promover la lengua catalana en todos los hospitales catalanes. Resumen: escribir siempre en catalán la historia clínica y los informes, dirigirse en catalán al empezar la conversación, atender siempre en catalán en primera instancia, mantener el catalán en sesiones y reuniones aunque alguien hable en castellano, redactar los informes en catalán y hacer una copia en otro idioma si se pide, las recetas en catalán, llamar a los pacientes en catalán en la sala de espera, elaborar los informes de derivación y petición de pruebas en catalán, responder en catalán cualquier documento de centros sanitarios catalanes independientemente de la lengua en la cual se nos haya dirigido, promover el catalán normativo y vigilar los anglicismos. Un vivo ejemplo de imposición lingüística, no me lo negarán.  

Tercer capítulo. Lectura sintomática –el análisis del contenido implícito del texto- de los sucesivos lemas, eslóganes, campañas o consignas en pro de la lengua catalana y en contra de la lengua española. Se haría especial mención a una Plataforma per la Llengua que, a la manera del “Si eres español, habla español” franquista, que denuncia el Informe de Josep Benet, publicita consignas y comportamientos como “habla en catalán”, “mantente en catalán”, “¡contamos contigo!”, “todos somos referentes lingüísticos”, “¡no te excuses!”, “compra lingüísticamente responsable” u “observa los hábitos de tus hijos y fíjate en que lengua habla tu hijo con los desconocidos, los amigos e incluso con sus hermanos y si observas una anomalía piensa qué hay que hacer”.  

Igualmente, se haría también mención al reciente formulario que la Generalitat de Cataluña ha  enviado a las pymes para controlar el uso de la lengua catalana: ¿en qué lengua se atiende habitualmente a los clientes? ¿Y por teléfono en el primer contacto con el interlocutor? ¿Qué porcentaje de catalán usa en las redes sociales? Pregunta: ¿una Brigada Político Lingüística de control a la manera de unos regímenes de cuyo nombre no quiero acordarme?    

En este capítulo tendría un lugar privilegiado –demócrata sin tacha y partidario acérrimo de la tolerancia, la libertad de expresión y la inclusión- el entrañable cantautor catalán que propone la solución al problema creado por una enfermera gaditana, instalada en Barcelona, que se queja del requisito lingüístico para opositar a la sanidad catalana: “Ejerzamos los derechos que nos quedan y echémosla. Tan sencillo como eso”. Grande, Lluís Llach.  

De vuelta a la realidad

Mientras Lluís Llach muestra su amor ilimitado por el género humano, en Cataluña se necesitan ocho mil enfermeras más de las que ya hay. A eso conduce el puño de hierro en guante de seda de la política lingüística de la Generalitat de Cataluña. 

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