Eduardo Madina o Pedro Sánchez
Son dos rostros y un destino, aunque con la posibilidad de que un empate haga aparecer un tercer candidato a la secretaria general del PSOE. Parece llevar ventaja Madina pero los espectadores también valoran en Sánchez lo que es una cara nueva, un perfil más telegénico y otras cosas como por ejemplo el conocimiento de idiomas extranjeros, algo inusual entre quienes acabaron fichando todas las mañanas en Moncloa. El más políglota fue Leopoldo Calvo-Sotelo.
Lo que la ciudadanía espera de un futuro líder del PSOE tiene mucho que ver con la confianza: merecérsela y tenerla. Luego está la capacidad para entender las nuevas complejidades, de la España del siglo XXI y las del mundo global, especialmente de la Unión Europea. Superado el trance fragoroso de ganarse la confianza de los afiliados al PSOE y a la mayoría de sus barones territoriales, el nuevo secretario general se verá en la urgencia de convencer, de modular su lenguaje, de oponerse al gobierno del PP y a la vez seducir una clase media vejada por la precariedad.
El precedente de Zapatero, una cara novísima que suturó las heridas más recientes del socialismo español, pone en guardia a los que ya creyeron en aquella supuesta innovación, tan peculiar que acabó negando la crisis económica, abrió las puertas a los tripartitos catalanes y perdió posiciones fundamentales en la Unión Europea.
Dada la encrucijada constitucional, será determinante lo que piensen cada uno de los dos candidatos sobre la irrupción del secesionismo en Catalunya y la nueva estrategia del PSC.
Incidentalmente, las ideas también importan. Aún así, nada más inconveniente que un líder intelectualista. Mejor un pragmático con visión, que sepa mantener unido a su partido, ganar terreno en las autonómicas y municipales, y a la vez participar activamente en redefinir el centro-izquierda y la socialdemocracia en la Europa de hoy. Si en su momento tuvo impacto la tercera vía de Tony Blair, ahora se está a la espera de nuevas fórmulas, especialmente después de unas elecciones europeas en las que el centro-izquierda no ha quedado en la mejor de las posiciones.
Al primer ministro italiano, Matteo Renzi, es a quien el nuevo secretario general del PSOE habrá de observar más de cerca. A Renzi se le ha visto impaciente por abarcar el mayor número de reformas y para influir en la Unión Europea donde es de facto el líder de la izquierda moderada. Es cierto que a veces un inmovilismo lleva a otro, pero aún así Renzi demuestra imaginación y un cierto desparpajo.
En Holanda y los países nórdicos, un líder renovador del PSOE habrá de hacer sus buenas alianzas. Pocos dudan de que a la socialdemocracia europea le ha falta un lifting a fondo y no solo encanto mediático. ¿Qué capacidad de maniobra tiene la socialdemocracia en un mundo globalizado? ¿Eduardo Madina o Pedro Sánchez? Y, socialdemocracia, ¿con qué identidad?
El primer interesado en que eso no sea un simple cambio de fisonomías es el PSOE. Habrá de sobreponerse a sus inercias y a las fuerzas del aparato interno. Cohesionar y convencer, sugerir soluciones a un país que se lame las heridas de la crisis, con un paro ingente y tensiones territoriales muy críticas. Fundamentalmente, dar y merecer confianza.