Editorial

Estimados leEDores. Se inaugura un nuevo ciclo político en España tras las elecciones del 10-N y el inédito pacto de Gobierno suscrito por PSOE y Podemos con el apoyo de fuerzas independentistas. Los problemas que el debutante Ejecutivo debe encarar, sin embargo, no son nuevo, son males que la economía española arrastra desde hace tiempo y que hipotecan, y de qué manera, nuestro desarrollo y potencialidades en este mundo globalizado.

Grupo ED, a través de su publicación mEDium, ha querido en el número que usted ahora tiene en sus manos, poner el acento en esos problemas, llamar la atención sobre su urgencia, reflexionar sobre sus consecuencias y aportar, desde la mirada incisiva de 20 reputados analistas, ideas que puedan contribuir a su superación o al menos mejorar el diagnóstico.

Observará en todas ellas un denominador común: las soluciones propuestas pueden divergir -la ideología, la subjetividad política, son consustanciales al análisis-, pero hay también una coincidencia en la gravedad y la urgencia de las cuestiones a abordar.

A nuestro juicio, y a juicio de ese panel de destacados observadores, los obstáculos que lastran la economía y la sociedad española podrían clasificarse en este 2020 en tres grandes apartados: problemas de deuda, problemas de productividad y problemas de calidad institucional.

La deuda pública es un gravísimo problema, que pesa como plomo sobre España, donde, por cierto, parece extendida la idea de que puede crecer indefinidamente, que al final alguna fuerza misteriosa acabará engulléndola como un hambriento un trozo de nata. En un país en el que hemos escuchado cosas como que el dinero público no es de nadie, no debe extrañarnos esa actitud tan irresponsable. Pero evidentemente se paga, porque ese dinero es siempre de alguien que al final, más tarde o más temprano, quiere recuperar lo que en su momento dejó y con los correspondientes intereses.

Juan Milián, en su libro «El acuerdo del seny», cita una entrevista al socialdemócrata ex primer ministro sueco Göran Persson en la que afirma sin rubor izquierdista que «si un país gasta más de lo que gana, deja de ser soberano porque depende de los deudores y, si no es soberano, los ciudadanos no deciden su destino y ya no es demócrata, ni tampoco puede ser social». Los pasajes vividos en los últimos años por algunos países europeos son algo más que un botón de muestra. La deuda española ha aumentado año tras año, en los buenos y en los de crisis, ha escalado ya hasta prácticamente los 1,2 billones de euros, y aunque ante los últimos datos el gobierno se ha tomado un ibuprofeno en forma de porcentaje respecto del PIB, los números absolutos no engañan: más deuda, es decir, más problemas presentes y futuros.

El segundo cajón de problemas es el de la productividad. España presenta unos índices en este terreno bochornosos. Por primera vez desde que hay datos, la productividad por trabajador ya no supera la media europea, un síntoma alarmante del nítido deterioro de nuestra economía.

Los factores que minan la productividad son conocidos: la misma deuda que obliga a destinar recursos a costes financieros en vez de a promoción económica; una educación deficiente, sometida al capricho de los sucesivos gobiernos, en liza además con las celosas autoridades autonómicas; un tamaño medio empresarial claramente insuficiente; una política rácana en I+D, etc., etc. Los problemas son conocidos. Sólo falta la valentía política para encararlos con visión a largo plazo.

Y, finalmente, la calidad institucional. Qué duda cabe que este país que protagonizó una de las transiciones democráticas y de integración europea más exitosas que se conoce, necesita como poco una mano de pintura en forma de reformas institucionales.

El CIS muestra sondeo tras sondeo que hay instituciones en España que están sobrepasadas por los nuevos tiempos: una justicia bajo demasiadas sospechas a menudo infundadas, unos partidos políticos con tics cesaristas y que poco propician la renovación o la disidencia interna, un Senado que no acaba de encontrar su papel o unas administraciones hinchadas de clientelismo son claros ejemplos de agentes que restan más que suman.

Este mEDium #4 les pone ante sus ojos 20 opiniones de celebrados economistas, politólogos, sociólogos… para que este 2020 sea el año en el que tras mirarnos bien en el espejo decidamos la dieta adecuada. En caso contrario, nuestra irresponsabilidad tendría un alto coste.