La economía política de la España vaciada
En las últimas cuatro décadas hemos observado, no solamente en España, sino en todas las economías avanzadas, una aceleración de los beneficios económicos asociados con la aglomeración urbana
Según un trabajo reciente (Bauluz et al 2023), la desigualdad regional dentro de los países desarrollados en Estados Unidos y Europa Occidental se ha duplicado desde 1975 por la creciente concentración de las rentas altas en las grandes ciudades.
El estudio profundiza en los determinantes de la desigualdad de la renta y su dinámica espacial. Según esta publicación, la movilidad del factor trabajo, impulsada en parte por los avances tecnológicos y la globalización, ha llevado a un aumento de la migración interna de profesionales cualificados hacia las grandes ciudades, acentuando las disparidades regionales de ingresos.
En las últimas cuatro décadas hemos observado, no solamente en España, sino en todas las economías avanzadas, una aceleración de los beneficios económicos asociados con la aglomeración urbana. La densidad y la proximidad mejoran la probabilidad y la calidad de los emparejamientos entre trabajadores y empleadores y facilitan el aprendizaje, así como la generación y difusión de ideas productivas.
Si bien durante un tiempo las capitales de provincia y otras pequeñas urbes contaban con una industria potente, una burguesía vibrante y salarios generosos, la desindustrialización y terciarización de la economía han intensificado la diferenciación entre áreas metropolitanas, trasformadas posteriormente en grandes regiones funcionales urbanas, y un medio rural con fuertes desequilibrios internos y en grave regresión.
Grandes ciudades como Madrid, Barcelona, Boston o Zurich, son más productivas que nunca y las generaciones jóvenes valoran su oferta cultural y de ocio más que generaciones pasadas. Los profesionales cualificados de las ciudades medianas se mudan a las metrópolis, mientras las industrias autóctonas languidecen y, con ellas, la antigua burguesía de raigambre territorial.
Hoy el 72% de los habitantes de España se concentra en el 1% de la superficie. La Gran Madrid y la Gran Barcelona acogen a la cuarta parte de la población nacional. En esta línea, un estudio reciente del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE) que lleva por título ‘Madrid: Capitalidad, economía del conocimiento y competencia fiscal‘ muestra que el fuerte crecimiento de la región central española y su poder de atracción, ha contribuido al proceso de pérdida de población de los territorios del centro de España, la llamada España vaciada, drenando el capital humano de estas regiones. Madrid concentra un 21% de las ocupaciones cualificadas y un 19,2% del PIB en el 1,6% del territorio nacional.
Según datos de Eurostat, desde 2021, más del 80% de los municipios españoles están perdiendo población, lo que pone de manifiesto la intensificación del fenómeno en estos últimos años. Según las proyecciones al 2030 del Instituto Nacional de Estadística (INE), 28 provincias disminuirán su población total, de las cuales destacarían, con pérdidas superiores al 5%: Soria y Segovia (-6%); Lugo, Asturias, Cuenca, Ciudad Real, Salamanca, Teruel, Ourense y Cáceres (-7%); Jaén y Palencia (-8%); Ávila y León (-9%); y Zamora (-13%).
El 61% de los municipios españoles se encuentran en riesgo de extinción a medio plazo al no alcanzar los mil habitantes. Existen en España mil municipios en los que no hay ningún menor de cinco años.
Las diferencias empujan a una regionalización de la política económica
Servicios como la educación, la sanidad o los servicios legales tienen un marcado carácter local que requiere de políticas económicas también locales. Los retos de ofrecer, por ejemplo, atención sanitaria primaria en Alcorcón son muy diferentes a los de Teruel. Estas diferencias empujan a una regionalización de la política económica.
A nivel institucional, los procesos de despoblación de Soria o Jaén dotan de mayor importancia al votante marginal de estas provincias y la importancia de la economía local incrementa el poder de sus estructuras políticas para todas las autonomías. De esta forma, aparecen partidos de marcado carácter regional (Coalición Canaria-Nueva Canarias, Més Compromís…) y provincial (Partido Regionalista de Cantabria, Teruel Existe, Soria Ya, Por Ávila o Jaén Merece Más)
Por otro lado, es preciso resaltar que las escisiones políticas más exitosas son precisamente las que abandonan la estructura nacional para convertirse en partidos regionalistas (Más País no es nada más que Más Madrid) mientras que proyectos como Unión Progreso y Democracia (UPyD) y Ciudadanos han fracasado al transitar de la escala autonómica a la escala nacional.
Veremos qué acaba sucediendo con Vox, cuyo auge, como el del resto de fuerzas nacionalpopulistas europeas, respondió en parte al descontento de “los perdedores” de la deslocalización productiva en los antiguos distritos industriales demasiado pequeños para competir con China, aquellos grupos de población más desilusionados con Europa y el Euro. Tanto el discurso de Vox como el de las nuevas formaciones de la España Vaciada entroncan con las ideas de desglobalización y relocalización, recuperando términos como ‘reindustrialización’ o ‘defensa contra la competencia desleal de terceros países’ o reivindicando ‘la España rural’.
El fenómeno de la regionalización de la política no es nuevo en Europa. Un buen ejemplo lo encontramos en Italia, con el resurgimiento del regionalismo en el norte de Italia – y su manifestación política, la Lega en el Piemonte y Lombardia –, en paralelo al fin del desarrollismo italiano basado en el sector manufacturero y la transición al sector servicios en las últimas décadas. Las crisis políticas en el Reino Unido y el Brexit también puede explicarse en parte por el creciente desequilibrio entre la City financiera de Londres y el resto del país.
En conclusión, la dinámica regional de la desigualdad de renta está intrínsecamente ligada a la creciente movilidad del factor trabajo en las nuevas economías de aglomeración. Asimismo, este fenómeno económico tiene ya importantes implicaciones demográficas y políticas, y está por ver cuáles serán las consecuencias para la ya convulsa realidad institucional española.