Duran huele a cadáver político

Josep Antoni Duran i Lleida huele a cadáver político. Es una pena, porque tenía una mente lúcida. Es la cara más amable del catalanismo. Gracias a su dialéctica constructiva, proyectaba una imagen de modernidad en toda España. El humanismo cristiano destila efluvios con olor a bosque de sándalo que perfuma al hacha que lo lastima.

Duran i Lleida parece recién salido del aprendizaje universitario medieval donde las tres materias troncales del Trivium eran: gramática, lógica y retórica, pero que en su programa de estudios ha suspendido el tempo político. Y eso lo va a suspender en septiembre.

Me gustaría estar equivocado.

Creo que el 29S recibirá un suspenso como el de Adolfo Suárez y su UCD. Pero en este caso la culpa no será de las trampas urdidas por sus barones, sino por una desesperante indefinición política. Ese espectáculo de alma en pena que flota en el aire, etéreo y espectral, como un fantasma fuera del tiempo y el espacio, le condenará al averno.

Sin embargo, su futuro habría cambiado radicalmente si en septiembre de 2012, cuando el sofista pero inconsciente Artur Mas se echó en brazos de la ANC, hubiera tomado la decisión de separarse de su socio de gobierno, y levantar una vía alternativa al independentismo de Convergència. De haber tomado esa decisión. Probablemente, habría abortado el Procés desde su misma línea de salida, porque Mas hubiera medido mejor sus pasos. Pero no se atrevió.

¿Por qué no lo hizo? Seguro que tiene sus claves, pero en política más importante es lo que parece, que lo que es. Todos los políticos actúan igual porque han leído a El Príncipe de Maquiavelo.

No lo hizo entonces por lo que ahora se ha visto: no quería que Cataluña viera que el partido democristiano estaba dividido en dos mitades casi semejantes, lo que le obligaba moralmente a hacer lo que no hará: convocar un congreso extraordinario para decidir cual y el qué, y zanjar ese dilema de la puta y la ramoneta

Pero cumpliéndose la Ley de Murphy todo lo que puede salir mal, saldrá mal… porque estos dos años y medio de funámbulo han hartado y radicalizado a todos los espectadores, los suyos también.

De haber tomado en septiembre de 2012 la decisión de junio de 2015, hubiera atraído a buena parte del electorado sociológico del nacionalismo moderado. Pero el tempo tiene sus tiempos. En junio el tren hacía dos años que había salido de la estación de Francia con destino a ninguna parte. Y su convoy actual ha quedado herrumbroso.

Que en lugar de ser cabeza de lista de Unió haya puesto a Ramón Espadaler no le va a hacer ningún bien. No porque Espadaler tenga mala imagen. Este hombre de Vic, es buena persona, marca tradicional de Unió Democràtica de Catalunya, pero ser bona gent no es suficiente para conquistar el voto. Los electores quieren votar a un líder, no a un segundón.

Ese no dar la cara de Duran i Lleida es el remate a su falta de valentia.

El cínico de Voltaire decía que la mentira es un vicio si hace mal, pero una virtud si es para bien. Yo que no soy un cínico de su escuela, quisiera equivocarme. Pero me temo que no.