Duran, el político que podría sacar a Catalunya del largo túnel actual
En las últimas horas, Josep Antoni Duran Lleida se ha dejado ir. No es habitual en su idiosincrasia política que él, un hombre cabal, un político de orden, acabe diciendo que tan harto está de lo que nos rodea que piensa en romper la baraja y dejar, poco a poco, su vinculación a CiU.
Pero ha habido dos cosas que han puesto su situación en un terreno extremadamente difícil. Una, las tonterías de Artur Mas y su entorno sobre la eventual asistencia a la coronación del nuevo monarca, jefe de un Estado del que hoy, y mientras no se demuestre lo contrario, Catalunya forma parte aventajada.
El segundo asunto difícil de digerir para un democristiano como Duran han sido las estúpidas, y me perdonarán la adjetivación blanda, declaraciones del payés de Taradell, Francesc Homs, desde Suiza. Este personaje es hoy el número dos de la Generalitat. Es cierto que podría ser el 22 o incluso llegaría con dificultad a la categoría de director general, pero Mas decidió convertirlo en consejero de Presidència y allí le tiene para enfrentarse cada semana a la prensa con un tono perfectible y una línea argumental propia de un alcalde aldeano a quien persiguen por no pagar a tiempo a los proveedores.
Duran asegura que quiere irse, pero lo que está diciendo es que se ha acabado su etapa política junto a la CDC actual. Él, que no es soberanista, debe estar purgando en silencio, como se hacen estas cosas íntimas, los giros de su antigua formación política a favor de la independencia de Catalunya mientras las mentes más mediocres del partido se han apoderado, y de qué manera, de la formación.
Es un desperdicio que Duran se vaya. Por más que algunos energúmenos incendiarios, los mismos que serían capaces en Barcelona de reclamar Can Vies gratis et amore, le acusen de traidor (botifler) o de blando, el político es uno de los catalanes mejor preparados para sacarle partido a Madrid, a la presencia catalana allí y, sobre todo, al futuro real del país. No representa al futuro imaginario, al onanismo intelectual de unos cuantos que viven del nacionalismo religioso, y que están llevando al conjunto de la población, sea cual sea su tenor sociológico y político, al precipicio independentista.
Duran es un político con mayores capacidades negociadoras y transaccionales que la mayoría del equipo de adeptos y aduladores de Artur Mas. Ni Homs, ni Mas-Colell ni casi ninguno de sus consejeros tienen las capacidades políticas innatas del líder de Unió Democràtica.
Por esa razón, es fácil reivindicar que Duran Lleida no se marche, sino que sea el hombre que pueda representar a la mayoría social de los catalanes en el futuro más inmediato cuando el actual souflé descienda y se aposente. Puede que esto resulte un proceso largo, complejo y espinoso, razón por la que la presencia del hombre de Alcampell es aún más necesaria. Si alguien puede representar a la silenciosa mayoría catalana es él, un político bregado, conocedor de los entresijos de la villa y corte y capaz de obtener los más altos rendimientos para el conjunto de la población. Sus compañeros de coalición son sólo aprendices de brujo sin demasiadas luces y las que tienen están empeñadas por la niebla que ellos mismos han contribuido a crear en los últimos tiempos.
Duran, quédate.