Dudas que hay que aclarar para atacar al DAESH

Somos hijos de la invasión de Irak y de la guerra de Libia. Cada vez que se analiza una nueva situación en Oriente Medio surgen los  fantasmas de la invasión de Irak y la decisión de Occidente, sobre todo de Francia, de derrocar a Muammar Gaddafi, que terminó linchado y asesinado en las calles de una Libia enfurecida. Ahora gracias a aquellos errores –pero no solo por aquellos errores– el terrorismo yihadista es más poderoso que nunca. La competencia entre Al Qaeda y el ISIS ha puesto en jaque la seguridad de occidente como nunca había ocurrido desde el 11S.

Repasemos la situación.

El ISIS o Daesh controla un vasto territorio en Irak y Siria. Y tiene el control o una gran influencia en zonas de Libia. Se parece mucho a un estado porque tiene una estructura territorial, financiera y militar poderosa. Se ha alimentado de los errores cometidos en la guerra civil de Siria. Una vez más, Occidente ha armado a facciones en guerra con el régimen sirio que han terminado derivando en islamistas adscritos al DAESH.

La permeabilidad de la frontera entre Turquía y Siria y de este país con Irak permite el tránsito de mercancías y la afluencia de voluntarios de todo el mundo para alistarse en la Yihad.

El DAESH tiene su propio sistema de tasas y aduanas. Algunos de estos voluntarios, con nacionalidad o residencia europea, regresan para realizar atentados en países europeos. Están adiestrados militarmente y son fanáticos resueltos a inmolarse.

Al Qaeda y organizaciones afines tienen controlados territorios en el Sahel. Un extenso territorio que abarca los siguientes países: Marruecos, Argelia, Chad, Libia, Mali, Mauritania, Níger, Túnez y Senegal.

Resumiendo. La amenaza terrorista es múltiple. En el hipotético caso de que se llegase a neutralizar el DAESH y a controlar su territorio, seguiría activa una parte del problema en los países de África donde hay grupos yihadistas.

Y especialmente en Libia, cuya situación es una gran incógnita incluso para los servicios de inteligencia por la estructura tribal y la falta de control del gobierno de este país sobre esas organizaciones y sobre el territorio.

Quienes piden una intervención militar drástica contra el       DAESH, en algunos casos incluyendo una acción militar terrestre, deben considerar los inconvenientes. No asegura una solución definitiva. Podría desestabilizar más todavía la situación en Irak, cuyo gobierno y fuerzas armadas no son capaces siquiera de controlar la totalidad del país. Y sería un factor movilizador del yihadismo porque muchos musulmanes condenan cualquier invasión militar de occidente. Eso ocurrió con la invasión de Irak.

La premisa previa a cualquier enfoque militar del problema pasa porque se involucren directamente la totalidad de los países de mayoría musulmana en la ONU, en una resolución sobre el conflicto. Es lo que daría legitimidad ante el universo musulmán a una intervención armada.

Pero ahí tenemos varias incógnitas. Una muy importante es el doble juego de algunos países debido a la tensión existente entre las dos ramas del Islam. Chiíes y Sunníes. Arabia Saudita quiere ser reconocida por occidente como aliado, pero al mismo tiempo está condicionado por sus diferencias religiosas con otras ramas del Islam. Qatar es un misterio en el que nadie quiere indagar. Su intervención en la guerra de Libia derivó en el fortalecimiento del islamismo más radical en ese país. Siempre se ha dicho que financia algunos grupos radicales, pero es un pequeño país con enorme riqueza que además tiene unas relaciones privilegiadas con Francia.

Si los yihadistas siguen obteniendo armamento y financiación de estos y otros países árabes, el doble juego impedirá un compromiso total para solucionar el problema.

Los retos de occidente se pueden resumir de la siguiente manera.

Primero, un fortalecimiento y coordinación de los servicios de inteligencia para que no haya fisuras en la localización y detención de terroristas y la prevención de nuevos atentados, en especial en los países europeos, donde no hay fronteras para los terroristas pero sí para la policía que les persiguen.

Segundo, evitar la eclosión de movimientos xenófobos en los países europeos con densidad de población musulmana. Si comienza a perseguirse indiscriminadamente a ciudadanos de esta religión se dará alas a la expansión del yihadismo como respuesta, mostrando el problema como una colisión de religiones o civilizaciones.

Tercero, es imprescindible la creación de una coalición internacional con fuerte presencia de países árabes para realizar las campañas militares contra el DAESH. En este apartado debe incluirse una solución definitiva en Siria que establezca un régimen sostenible y que permita el control de todo el territorio de ese país.

Cuarto, cualquier acción militar necesita una legitimación sin ningún atisbo de dudas de la ONU.

Es un problema de una complejidad extraordinaria que no puede tener soluciones fáciles. Y, sobre todo, hay que extraer lecciones de todos los errores del pasado.