Dos debates sin gloria y un apunte de futuro
Para todos los candidatos es mejor quedarse quietecito y exprimir sus tácticas para atraer indecisos cercanos sin cambiar de marco ni de marca
Tras los dos debates, todas las respuestas a la pregunta sobre el color de la próxima legislatura siguen en el aire, a la misma altura que antes de producirse.
Además de alejar un poco a los políticos del ciudadano medio, o más bien de aproximarlos a la, según como se mire, no parece que los efectos de la doble confrontación televisiva vayan a incidir de manera significativa sobre el resultado.
Ni Casado ni Rivera han conseguido sacar a Pedro Sánchez del ring
¿Empate a cuatro bandas? ¿Beneficios para Vox, el ausente? ¿Buen o mal resultado del estilo bronco de Albert Rivera? La mayor duda, a saber si Pedro Sánchez se hundiría, se ha despejado a favor del presidente que llegó a La Moncloa de rebote.
Puede haber perdido un poco de terreno a favor de los morados, pero en cualquier caso los empellones combinados de Pablo Casado y Rivera no han conseguido ni sacarle del ring ni noquearlo.
Era lo mejor que le podía suceder. Recordemos que el equipo de Pedro Sánchez hizo lo posible, usando y abusando con malas artes del poder de La Moncloa, ante el temor de que el candidato se estrellara o se hundiera ante los feroces ataques de Casado y Rivera. Temor excesivo, que el mismo jefe, en un arranque de temeridad tan propio de su carácter, atajó antes de que el desgaste le pasara factura.
Casado tenía y tiene razón al decir que sólo un gran resultado del PP podría desalojar a Pedro Sánchez del poder
Ahora, el pescado ya está vendido. Pocas oportunidades, pocos argumentos, pocos conejos de la chistera pueden sacar sus rivales para cambiar el curso de la campaña. Sabemos lo que sabíamos, que la derecha iba a por todas, la izquierda a templar gaitas y que el paisanaje se inclina, o eso parece, por la tranquilidad y los alimentos poco peligrosos.
A falta de sondeos, estamos como estábamos, con Pedro Sánchez muy adelantado en cabeza y la gran incógnita del reparto del voto entre PP, C’s y Vox.
Ya saben los lectores, aunque los profesionales de los sondeos no suelan tener la honestidad de decírselo, que nadie dispone de instrumentos demoscópicos fiables para medir los fenómenos nuevos. Las variantes sobre lo conocido sí, el alcance de lo desconocido, no. Vox es la ‘x’ de las elecciones.
Esta incógnita, de tanta trascendencia para el futuro e España como la política de alianzas del ganador – suponiendo que no haya vuelco -, no va a despejarse hasta la noche de las elecciones.
Casado no puede intentar una ocupación del centro a lo ‘pánzer’ sin perder mucho por la derecha
Lo único que puede adelantarse es que cuanto más se acerquen los tres, peor para todos ellos. Peor en primer ligar para Casado, pero también para C’s, Vox y los restos del PP, puesto que las luchas por la reunificación van ser feroces.
Casado tenía y tiene razón al decir que sólo un gran resultado del PP podría desalojar a Sánchez del poder. Pero él y sus asesores ya son lo bastante mayorcitos como para saber que la mayoría de los votantes no se mueve por cálculos y proyecciones numéricas sino que vota según sus preferencias e inclinaciones.
Le faltó pues, a Casado, distinguirse de sus dos rivales, y por mucho que ahora se modere ya no está a tiempo de rectificar: Como en el ajedrez, las batallas por el centro del tablero son de posición, de peones movidos con sutileza.
Ahora, una vez fallada la jugada por eliminar al rey con un par de debates maestros, Casado no puede intentar una ocupación del centro a lo ‘pánzer’ sin perder mucho por la derecha y no ganar nada por el otro lado.
Para todos es mejor quedarse quietecito y exprimir sus tácticas, sin modificarlas, para atraer indecisos cercanos sin cambiar de marco ni de marca. A finales de campaña, los vaivenes destinados a captar voto alejado suelen zarandear al propio electorado en vez de ampliarlo, con riesgo de perder votantes por la borda.
La política: un nuevo mundo
El domingo despejaremos, además de las mayores, dos dudas de cierto relieve y de sentido contrario: por un lado sabremos si el estilo atrabiliario y pendenciero de Rivera obtiene premio o castigo; por el otro, si la reconversión institucional de Iglesias le sirve para recuperar parte de los votos que habían transitado del PSOE a Podemos y ya estaban de vuelta al campo socialista.
Según Flaubert, el estilo es el sentido, lo único que cuenta en el fondo. La realidad de nuestros tiempos, en los que la exhibición de la ignorancia y el tránsito de la mala educación al desprecio, originados en un cambio cultural, han invadido la política, desmiente a Flaubert y a todos los que, en el pasado o en el presente, intentan exigirse marcando límites a la estupidez.
Lo que se constató en las televisiones españolas ya lo vimos antes en las americanas o en la brasileña. El mundo ha cambiado de rumbo. Veremos si España también, si se tuerce ahora o si el veredicto de los votantes impone una prórroga.