Dos años entre un Mas y otro

Con un rostro, un discurso y unas actitudes muy distintas a las que mostró cuando fue elegido por primera vez presidente de la Generalitat, hace ahora exactamente dos años, Artur Mas volvió nuevamente a ser investido para tan alta responsabilidad este último jueves.

Entre el dirigente nacionalista que ha obtenido ahora por segunda vez el respaldo de la mayoría de la cámara autonómica y el líder nacionalista que reconquistó en noviembre del 2010 para CiU la Generalitat, tras un paréntesis de siete años de tripartito, hay sin embargo sensibles diferencias. Demasiadas para tan corto espacio de tiempo.

Mas llegó a la presidencia por primera vez el 23 de diciembre de 2010. El pacto fiscal era el centro de su propuesta política, básicamente una renegociación a fondo de la financiación catalana. Hoy, su discurso está orientado a hacer de Catalunya un nuevo estado europeo.

Entonces, nada más tomar posesión de su cargo, Mas abominó de la gestión heredada del tripartito, al que achacó casi en exclusiva la mala situación de la autonomía catalana, y especialmente de sus finanzas. De la misma manera que destrozó dialécticamente todas y cada una de las pocas decisiones importantes que tomó el gobierno de PSC, ERC y IC, como el nuevo Estatut. Hoy, para salvar, su cargo, no ha dudado en lanzarse a los brazos de… ERC.

De esas lluvias, estos lodos. El Mas, al que Wikipedia presenta como un político de ideología liberal y nacionalista, que ondeó la bandera de la rebaja de impuestos, que suprimió el de sucesiones y lo hizo aún cuando emprendió recortes sociales de una dureza extraordinaria, ha aceptado sin rechistar, apenas dos años después, subir de una tacada hasta cinco figuras impositivas. Todo bajo el diktat de ERC.

Todo ello para salvar una idea a la que Mas sin que nadie se lo exigiera decidió ligar su carrera política. Lamentablemente para él, para sus propios intereses, el acuerdo con ERC, que le da una pequeña tabla a la que asirse, no es seguro que le proporcione apenas algo más que un alargamiento de la agonía. Mas lleva a la deriva una nave demasiado zarandeada ya en los últimos comicios.

Empieza el presidente Mas su nueva legislatura con menos escaños, sometido según el texto del acuerdo a los designios de ERC, enfrentado a amplios sectores del empresariado que le habían sido fieles tradicionalmente, a la cabeza de una coalición que cada vez lo es menos y a sabiendas de que en Madrid le esperan ya con muy pocas contemplaciones.

Tiene suerte, aún, el líder convergente de la flojera de su principal rival hasta el momento, el PSC. Dividido, sin rumbo político ni ideológico, sin referencias, el partido que dirige aún Pere Navarro, no constituye hoy una oposición creíble, que pueda crecer ante las contradicciones y debilidades del acuerdo entre CiU y ERC.

El resto de formaciones políticas tiene demasiadas cosas por demostrar como ha quedado visto a lo largo del debate de investidura. Iniciativa es confusa, a veces parece formar parte del bloque de gobierno, a veces da la impresión de ser el chico malo de la película.Alicia Sánchez Camacho debe mostrar políticamente más armas que el simple y lógico rechazo a las propuestas soberanistas del Govern. En Ciutadans, Albert Rivera ha crecido mucho como político, pero le falta partido. Las CUP son ciertamente un aire fresco en la Cámara, pero en su primera actuación parlamentaria el escenario les superó.