Domingo de propaganda y buenos sentimientos

Los datos de la ceremonia participativa de ayer tienen la virtud aparente de confirmar los afanes secesionistas, pero tanto la laxitud del censo como la falta de control y garantía jurídicas dejarán esa cifra de participación en suspenso, tal vez para siempre. La presunta confirmación de un deseo mayoritario de salirse de España es remota porque el dato contundente sigue siendo la abstención.

Asombra que una institución como la Generalitat, con un contrastado “know how” en estas cuestiones, se haya prestado a avalar la información de voto que le hacían llegar los voluntarios de la consulta, generalmente militantes de la secesión. Sin poner en duda la buena intención aunque constatando un desbordamiento sentimental, cuesta tomarse en serio unas cifras de participación computadas por el sistema de voluntarios.

 
¿Serán dos millones? Desde luego, no será aquella inmensa mayoría de catalanes pro-independencia que una y otra vez se suponía desde el secesionismo

¿Serán dos millones? En realidad, serán lo que parezca que sean. Desde luego, no será aquella inmensa mayoría de catalanes pro-independencia que una y otra vez se suponía desde el secesionismo. Para la imagen, ha habido colas entusiastas, aires festivos, efusión de catalanidad. Pero, claro, no es un voto con la suficiente precisión interpretable. Serán los que parezca que sean y eso viene a adelantar que seguiremos estando como estábamos. ¿Es que un encuesta de tal amplitud no merecía una cuantificación con más rigor y trasparencia?

Chirría ligeramente que la vicepresidenta del Govern de la Generalitat basase sus declaraciones en información proporcionada por voluntarios ajenos a la normativa que es propia de estos casos y que también se vio ausente en comportamientos –banderas, camisetas con mensajes políticos, votantes sin la edad preceptiva– que en cualquier proceso electoral obligan a suspender el voto.

Como se sabía de antemano, las ambivalencias de la doble pregunta perturban también el significado del voto. Lo que Artur Mas ha conseguido es una fotografia que combina sentimentalidad y propaganda. Puede serle útil en algún sector de la prensa extranjera, pero no en el conjunto de España ni, sobre todo, entre la mayoría de ciudadanos que son los que no fueron a votar. Es probable que mañana estemos como estábamos ayer. La fotografía no es nítida. Al contrario de lo que podría suponerse, es incierto que Artur Mas haya acumulado potencial para hablar con Mariano Rajoy.

Si de verdad existía para el voto de ayer un cierto pacto, algunas circunstancias lo invalidan. Por ejemplo, Artur Mas retando a la Fiscalía del Estado. Consigue la foto que quería, las colas, la jornada tranquila, pero ¿está ahora en condiciones de liderar la nueva situación o sigue despeñándose para mayor ruina de Convergència? Quien sabe como podría convocar unas elecciones anticipadas que le dejarían practicamente fuera de juego.

Es dudoso que hoy tenga más credibilidad que ayer. Ni con el independentismo, porque ha hecho un paso atrás y ha cedido el protagonismo a, por ejemplo, la Assemblea Nacional. Ni con la Catalunya que no desea dejar España, porque ha dado un paso más hacia el desacato.

Algún día alguien se preguntará como puede haberse llegado a una situación tan desquiciada y sin horizontes claros. Bueno, Artur Mas ayer lo dijo como con tono de desafío: “Si la Fiscalía busca un responsable, soy yo”.