Diva catalana
La sociología está obligada a esclarecer por qué los catalanes adoramos a Marta Rovira. Es de interés saber cuál de sus virtudes ha cautivado la conciencia colectiva hasta la entronización de la número dos de Oriol Junqueras. El compendio del poderío académico con el que defiende cómo se financiará una Catalunya independiente y la elocuencia con la que se arranca y expresa en español se contará entre las conclusiones del próximo trabajo científico, que arrojará luz sobre este comportamiento gregario.
Se podrían aventurar virtudes más terrenales para explicar el baño de gloria en el que se ha sumergido durante el fin de semana esta política de comarcas. Como sucede con otras profesiones, el ámbito local es la mejor escuela de la cosa pública y sólo a los más avanzados permite progresar hasta la arena nacional. De modo que quienes dicen que los catalanes mandamos iletrados al Congreso se equivocan. Marta subió a la tribuna totalmente alfabetizada con un torrente de conocimientos sólo asimilable desde la trinchera.
El problema es de la casta capitalina, que ansía un baile de cuchillos puesto que en Madrid abunda la lealtad. Dicho de otro modo: es una heroína. La sociedad necesita referencias. Y cómo cualquier icono de la Marvel, para hacer el bien, ha tenido antes que hacer el mal. Muy humano y próximo. Juega a su favor. Prácticamente todo el mundo tiene cadáveres profesionales alrededor. En su caso, los Joan –Puigcercós y Ridao— y Josep Lluís Carod (también Rovira). Ello atrae. En herpetología se dice que los crótalos más bellos son también los más peligrosos.
La jefa del «trío referéndum» –cosas de comunicadores ácidos— ha llenado el espacio que Artur Mas cedió equivocadamente. El presidente de la Generalitat decidió atrincherarse en sus privilegios, rodearse de sus periodistas de guardia, o sea la guardia de Homs, para ver, arrellanado en el sofá, como les arrolló el Congreso. Justo lo contrario de lo que se espera de un líder. Allí estaba nuestra diva. Pero Mas, que es todo un estadista, guardaba un as en la manga: Europa, adónde ni Rovira ni Junqueras –a quienes, en el fondo, debe detestar— pueden llegar, por ahora.
Desde Francia, Mas ha logrado que Europa temblara este fin de semana. La expectación del continente entero es máxima desde que el viernes, uniendo templanza y decisión, el líder convergente dijera que convocará elecciones plebiscitarias si es preciso. Es decir, «el procés» está encauzado. Las cancillerías alemana y británica andan inquietas; Valls ve como sus planes para enderezar Francia saltan por los aires; en los Países Bajos tomarán serias prevenciones… sólo Italia permanece indiferente, pero ustedes ya saben como está la cosa transalpina. Ha sido un fin de semana, como ven, para interpretarlo con demasiado sarcasmo.