Difícil, muy difícil, pero lo podemos lograr

 

Poco a poco, más lentamente incluso de lo que sería deseable, empezamos a despertar de un largo y profundo sueño. Contra lo que nuestra mente había fabulado recuperamos despacio nociones de realidad que nos devuelven a un mundo bastante menos agradable, pero que es el que hay. Ni éramos tan ricos como creíamos, ni nuestra posibilidad de consumo era infinita, ni las deudas se evaporan, ni nuestra vida camina inexorablemente hacia cotas cada vez más altas de bienestar y satisfacción de todo tipo. Sólo podemos ya volver a la dura realidad lo antes posible y aceptando además que ni siquiera tendremos el control absoluto de nuestras facultades y que los itinerarios de salida son confusos.

No existe en este momento a nuestra vista ningún indicio de una pronta recuperación y no creemos que haya ningún horizonte razonable que nos devuelva ni de cerca a la situación que vivíamos con anterioridad al estallido en el 2008 de esta colosal burbuja financiera. Los niveles de deuda, más altos y más caros en la medida en que los inescrutables designios de los mercados apuestan por la desconfianza; el paro y el consiguiente aumento de la pobreza y la marginalidad; la prepotencia en general del sistema financiero; la debilidad política de muchos gobiernos, etc., dibujan un panorama muy poco halagüeño.

No sabemos la solución, pero algo habrá que hacer. Y, a falta de mejores ideas, citemos a nuestro flamante presidente autonómico, Artur Mas, cuando afirmaba ante los nuevos consellers de la Generalitat catalana que “habrá que hacer más con menos”, que como lema no está mal.

Lo primero, lo urgente, es atacar la hemorragia de gasto, priorizando por supuesto los recortes en los menos productivos. El Estado, las administraciones públicas, en general, deben hacer un ingente esfuerzo en este terreno. Hay margen para ello, porque años de abundancia recaudatoria y una tendencia irrefrenable al clientelismo han engordado en exceso nuestro sector público: ¿Es imprescindible, por ejemplo, la actual exuberancia de oferta pública audiovisual?

Una actuación decidida en este parte del gasto nos ha de permitir aguantar el tipo, en el contrario, en áreas en las que la intervención de las administraciones públicas es necesaria y deseable. No parecería sensato, por ejemplo, reducir las prestaciones sociales por desempleo y a la vez sería conveniente poner en marcha un sistema que impidiese los abusos e incentivase a las personas que caen en esta situación a mantenerse activos y a reformularse profesionalmente. Habrá que mantener, de igual manera, o mejorar nuestra oferta sanitaria. Y sería deseable una mayor inversión en educación, junto un uso más vigilante y racional de los recursos. Se puede alargar la edad de jubilación, pero convendría mejorar las pensiones más bajas, etc.

Muchas de las medidas que nuestros gobernantes han de aplicar resultarán a buen seguro impopulares y generarán un importante malestar social. Parece evidente que éste será mayor si los gobiernos que las han de implementar carecen de la credibilidad política necesaria. Y aquí estamos ante un grave déficit que si no se va resolviendo conducirá inevitablemente a situaciones sociales de de difícil gestión.

Las encuestas de opinión sobre la clase política, en general, vienen arrojando unos niveles de rechazo muy altos. Con esta mochila, la posibilidad de generar frustración y rabia ante la adopción de medidas impopulares es elevada. Los políticos deben rectificar. Es apremiante ante la gravedad de la crisis económica que se tome conciencia de la necesidad de una regeneración política que devuelva a la ciudadanía la confianza en sus representantes. Sólo así, el país tendrá la solidaridad necesaria para enfrontar el desafío de esta crisis con posibilidades de éxito.

Quiero ser optimista en este inicio de año. Es más, es casi una obligación. Tengo una confianza casi ilimitada en la condición humana, en su capacidad no ya para aclimatarse y soportar las circunstancias más adversas sino para superarlas. La historia así nos lo muestra y es un buen refugio en los momentos en que la desconfianza nos tienta. ¡Hemos avanzado tanto y tan rápido, tenemos tantas potencialidades, que caer en el derrotismo sería una grave irresponsabilidad! Pero para desarrollarlas debemos comprometernos con nuestra realidad y obligarnos a una exigencia constante. Es nuestro deber frente a tantos derechos como nos concede la vida.

Feliz año 2011, amigos. A por ello.