Díez y Rivera. ¿Regeneración?
Era octubre del 2006. En plena campaña para las elecciones autonómicas en Cataluña un candidato explicaba con aparente normalidad una de sus innovadoras propuestas: «Algo de tanto sentido común como limitar los mandatos a dos legislaturas». Ese candidato fue elegido diputado. Desde entonces sigue cobrando dinero público, casi 10 años. Vamos, su sentido común es como vender que Rosa Diez, con más de 30 años viviendo de todos, es la regeneración de la política española.
Por cierto, ese candidato era Albert Rivera. Nueve años de diputado, unas cuantas legislaturas –eso gracias a otro vividor de lo público llamado Artur Mas– y ahora encumbrado a los altares de la renovación por ciertas fuerzas de Madrid. Obviamente, todos imaginamos que cuando se refería a mandatos era a gobernar. Pero es ciertamente extraño que donde si gobierna su partido no haya ejercido ese derecho tan natural de abandonar su cargo en unas supuestas dos legislaturas, unos ocho años.
Supongo que la política debe ser un virus imposible de curar. Tanto por lo económico –tener chófer, sueldo garantizado, dietas o viajes–, como por lo social: ser el centro del mundo, aunque sea uno pequeño. Realmente debe ser un gran gozo. Si no que se lo pregunten a Esperanza Aguirre. Hace pocos años anunciaba su retirada de la primera línea pública: «No voy a abandonar la política, claro que no, pero voy a pasar a la segunda fila». Y claro, para ella, Madrid debe ser algo de segunda fila porque sino no se entiende su vuelta. En fin, hay tantos casos como políticos.
La regeneración de la política es complicada con gente que vive o ha vivido exclusivamente del sistema público. Por ejemplo, Albert Rivera recuerda cada dos por tres su paso por la empresa privada. Según compruebo, fueron menos de cinco años en La Caixa. Hoy en día, en muchos lugares ese pequeño período no es considerado ni una experiencia mínima. Y ese es el problema, la gran esperanza de la política para algunos apenas ha balbuceado tres o cuatro años en la vida real. Del resto, las Díez, las Aguirre –cómo no– los Rajoy, los Sánchez y hasta los ínclitos Iglesias coletas y colegas ni un periodo tan breve suman sin haber mamado dinero público.
Si la regeneración y las nuevas ideas del país pasan por gente que lleva viviendo de lo público, es decir de todos, decenas de años no vamos por el buen camino. Desconozco cuántos lectores llevan más de 10 años trabajando en la misma empresa, moviéndose por los mismos ambientes, haciendo hasta las mismas bromas. Ya ni quiero preguntar cuántos llevan 30 años sin bajarse de un coche con chófer, con su misma fiel secretaria y su equipo de colaboradores puntualmente pagados. Pero me da que pocos, o muy pocos. La sociedad si algo ha permitido es la flexibilidad. Aunque algunos no lo vean ni lo vivan.
Y obviamente uno considera básicos los servicios públicos. Darles estabilidad y confianza para que ejerzan mejor su labor. Pero señores eso es correcto para los pilares del sistema; la educación, la sanidad, la justicia y hasta la defensa. Para la política no sólo no es necesario, sino que incluso es bueno que fuera ampliamente prescindible. No hay que ser un oráculo para ver que sí Albert Rivera –Díez dudamos de que algún día llegue a más– obtiene unos buenos resultados podrá estar en disposición de dar un gran salto en las siguientes elecciones.
Al final, volviendo al origen de la cita del político catalán podría empezar a ser alguien muy decisivo, incluso gobernar, en las elecciones de 2020. Imaginemos que lo hiciera bien y cumpliera sus palabras de renunciar al cabo de dos legislaturas. Entonces, estaríamos en 2028, es decir la cifra de 23 años en política. Vamos, a poco de alcanzar a su amiga Rosa Díez. Y si se critica a una debemos criticar al otro por lo mismo. Ambos son proyectos para perpetuar personas individuales no políticas.
Con todo el respeto, poca regeneración observamos en ese tipo de actuaciones cuando están tan alejadas de la vida real. Reitero, ¿cuántos de los lectores llegarán a superar los veinte años en la misma empresa? Sin duda, Albert Rivera lleva el camino de Rosa Díez de eternizarse en un sueldo público. Como siempre ha pasado hasta la fecha desde la transición este país genera, ante todo, profesionales de la política. Gente que sin esa vida se perderían, en muchos casos, en las colas del paro. Y la política como hemos escrito otras veces no es uno de los pilares de la sociedad que precisamente debe estar en manos de profesionales. Todo lo contrario, debe formarse por personas que participen, entren, estén y se vayan simplemente pensando en su labor, bien hecha. No gente con ganas de perpetuarse.