Dialogar

Cuesta dialogar con aquellos que no escuchan…. en los proyectos, en las actividades diarias, en la rendición de cuentas….

Algunos se aferran a sus argumentos para no salir de su zona de confort, en la que todo lo que se hace sigue unas pautas previamente planificadas para asegurar que los objetivos, también planificados, se consiguen. Otros, no escuchan porque están convencidos de que sus razones son las más buenas para el futuro. Pero nadie conoce el futuro.

Conocemos el presente, el pasado y sobre el futuro sólo podemos hacer previsiones que seguramente serán erróneas. ¿En qué porcentaje? Depende del conocimiento y de las experiencias vividas.

Por ejemplo, del diagnóstico de enfermedades tan graves como el cáncer de hace tan sólo cinco años al diagnóstico actual se ha evolucionado muchísimo. Muchas intervenciones clínicas que se hacían antes, pero ahora ya no hay que hacerlas gracias a la gran cantidad de variables que se pueden analizar en cada caso concreto. Se trata de muchas variables que hace cinco años no se conocían, ni tampoco se sabía cómo reaccionarían los pacientes ante el tratamiento.

El avance en el conocimiento es principal para mejorar las previsiones. En economía estamos haciendo todo el día previsiones sobre cómo irá todo en un futuro próximo y en un alto porcentaje también tenemos sueños erróneos. A veces, acertar es mes fácil, ya que no hace falta ni mucho conocimiento ni demasiados diálogos para apuntar los que pasará. Ahora mismo la realidad sobre «el milagro del crecimiento español actual» se podía prever fácilmente si se observaba cómo aumentaba los meses anteriores el gasto de las administraciones públicas, ahora sí, muy endeudadas.

Las elecciones propician un mayor gasto de las administraciones y también ha habido mucha contingencia durante los meses anteriores para poder cumplir con los objetivos de déficit, que durante los primeros meses del año se desvanecen. 

Los resultados de las elecciones municipales refuerzan la necesidad del diálogo. Diálogos para conseguir formar gobiernos locales enfocados a lo que la mayoría de la ciudadanía quiere: cambios en la forma de hacer las cosas.

La situación de parálisis a la hora de constituir el Gobierno de Andalucía muestra cómo el diálogo no puede ser un enfrentamiento de posiciones irreconciliables. El cambio pide transparencia y ganas de colaborar y por mucho que no se quiera las mayorías son cada vez mas complejas. Las fórmulas del pasado basadas en mayorías se han acabado.

En el ámbito científico, del conocimiento, de la búsqueda, de la innovación, también se necesita mucho diálogo. El acceso a la información es más fácil e inmediato que nunca. Y, por eso, necesita gestionarse.

Cuando el estudiante tiene que hacer un trabajo para una asignatura, tiene más posibilidades que nunca de acceder a la información sobre el tema que tiene que desarrollar. Y eso tiene dos impactos: utilizar los recursos para construir el trabajo propio y original, contrastando las informaciones con el trabajo de campo o, contrariamente, incluir los análisis de otros como propios y entregar el trabajo sin comprender su contenido ni asimilarlo, ni crear el contenido esperado en la guía docente correspondiente.

También el investigador puede conocer más que nunca qué hacen otros investigadores sobre su materia y cada vez más se convierte en un superespecialista para poder ser diferente. El conocimiento generalista desaparece en favor del conocimiento «nicho» imbatible. Sólo con el diálogo y la comprensión sobre lo que hacen los otros, la aplicación de los resultados de la búsqueda puede aportar ventajas sobre las situaciones anteriores.

Pero, ¿quién enseña a gestionar el conocimiento? No hay escuelas ni asignaturas sobre la gestión del conocimiento. Nuestros políticos, investigadores, economistas y estudiantes necesitan aprender sobre la gestión del conocimiento. El primer capítulo es el diálogo, del que todavía se carece.