En términos macroeconómicos, España ya no está en crisis, ahora sólo padece estancamiento. Una situación similar a la de la mayoría de los países de la eurozona. No obstante, en relación a ellos, existe una gran diferencia: el ritmo de su recuperación es mucho más lento. Así, en el 2010, el crecimiento económico de la UME fue del 1,8%, mientras que el nuestro se quedó en un -0,1%. Sólo superamos a Grecia e Irlanda, dos países rescatados.
La mayor lentitud se debe principalmente a dos motivos: un excesivo peso del sector de la construcción en el PIB en la etapa de bonanza y una serie de diagnósticos erróneos sobre las características, intensidad y forma de salir de la crisis. Algunos de ellos ya han sido corregidos, otros aún están pendientes.
Entre los segundos, destacan especialmente la infravaloración de las consecuencias de una larga crisis inmobiliaria y la minimización del “agujero” creado por ella en los balances de cajas y bancos. La recesión inmobiliaria generó la crisis financiera y ésta agudizó aquélla. Es mucho más fácil salir de la segunda, y menos costoso para las arcas del Estado, si el mercado residencial se recupera progresivamente.
Con dicha finalidad, el gobierno debería estimular la demanda de pisos y no penalizarla, como recientemente ha hecho al eliminar la desgravación por compra de vivienda para la clase media y alta.
La normalización del mercado de la vivienda reducirá las pérdidas del sector bancario, pero no las eliminará. En la actual década, según mis proyecciones, aproximadamente 500.000 pisos serán invendibles, debido a su ubicación en municipios donde existe una escasa demanda natural y/o un elevado exceso de oferta. Dada una hipoteca media de 118.519 euros, la pérdida generada por dichos pisos será de alrededor de 60.000 millones. Un importe al que sumar las originadas por la elevada caída del precio del suelo y por el impago por parte de un significativo número de familias de sus préstamos hipotecarios. En conjunto, la cifra total se situará por encima de los 100.000 millones. Debido a ello, dudo mucho que las necesidades de solvencia futuras de bancos y cajas puedan ser cubiertas con “sólo” 15.152 millones adicionales (estimación actual efectuada por el Banco de España)
En definitiva, recomiendo al gobierno ayudar al sector inmobiliario. No es popular, pero si imprescindible para acelerar la recuperación económica, tanto por su capacidad de generar empleo como por la de reducir los “agujeros” de las entidades bancarias. En relación a éstas, le aconsejo a él y al Banco de España que hagan caso al refrán: “más vale una vez rojo que ciento amarillo”. Por tanto, reconozcan las verdaderas pérdidas actuales, tengan en cuenta las posibles futuras y diseñen un único, a la vez que realista, proceso de recapitalización del sistema financiero.