Un diablillo anda por los despachos
"Si Carles Puigdemont quiere ser visto en la EU como un político negociador y no como un bicho raro, tendrá que utilizar el comodín que estas elecciones le han ofrecido y llegar a algún tipo de acuerdo"
Entramos en el tórrido agosto con la sensación de que el futuro de España pasa por una decisión de Carles Puigdemont. Es una sensación real, pero tampoco nos pasemos. La figura del catalán de Waterloo estaba casi finiquitada y, de pronto, unos resultados electorales endiablados lo han situado nuevamente en primera línea informativa, el lugar donde él necesita estar.
Se habla mucho últimamente, y se escribe, sobre la figura del personaje. No hay duda de que ha acabado dónde se ha visto obligado a quedarse. Sus intenciones nunca fueron las que, al final, resultaron ser. Pero el camino se lo construyó él mismo, y ahora poca vuelta atrás es posible.
Si los políticos contemporáneos tuvieran algo de pragmáticos, el problema estaría resuelto en una mañana. Un gran pacto PP y PSOE de la mejor forma posible, que jamás sería la mejor, pero sí la posible.
Si los políticos contemporáneos tuvieran algo de pragmáticos, el problema estaría resuelto en una mañana.
El problema es que la generosidad no abunda en la política española. La sencillez de la propuesta y la cantidad de problemas solucionados de forma inmediata la hacen inviable. Por ello, tendremos un agosto de elucubraciones y negociaciones con muchos voceros contradictorios. Para despistar.
Con la perdida del diputado del PSOE en Madrid a favor del PP se complica algo más las posibilidades que tiene Pedro Sánchez de ser elegido presidente por el Congreso. Y aquí es donde toma forma la aureola de Puigdemont.
Una de las preguntas interesantes en esta situación es por qué debería el de Junts ayudar a elegir un presidente de España, si sus intenciones son ir contra España, a través de la independencia. La cuestión no es tanto qué beneficios sacaría su formación, sino la ingobernabilidad de España.
La formación de un gobierno PSOE/Sumar con el apoyo de un sinfín de fuerzas, tres de ella independentistas -me refiero a la propia Junts, además de ERC y Bildu- con el hándicap para todos ellos de que en el Senado es el Partido Popular quien tiene, esta vez sí, la mayoría absoluta, tendrá una utilidad con la caducidad de hasta cuándo podrán aguantar. Difícil gobernabilidad.
¿Alguien cree que el votante socialista catalán estará satisfecho de un pacto con Puigdemont? Que se prepare Ciutadans.
Se producen dos indisposiciones: la imposibilidad de gobernar con un partido que te va a estar boicoteando de forma continua, a cambio de… digamos que no está claro, aunque pase por la Constitución y, además, el terrible daño que hace a la bolsa de votos logrados por el PSC. ¿Alguien cree que el votante socialista catalán estará satisfecho de un pacto con Puigdemont? Que se prepare Ciutadans.
Y los votantes de Junts, ¿qué están dispuestos a aceptar de una negociación con PSOE? En realidad, las formaciones independentistas preferían una victoria del PP con la necesidad de los votos de Vox. Esa mezcla les aseguraba una legislatura con víctimas en el horizonte que eran ellos mismos. No hay mejor fotografía. Lo interesante es descubrir si entre los objetivos de Junts se encuentra de verdad la propuesta inmediata de un referéndum imposible o volverán a abrir el melón de una financiación renovaba enmarcada en un modelo de fiscalidad diferente.
Lo primero es un imposible. Lo segundo puede estar alcance de un Pedro Sánchez que quiere volver a ser presidente y presentarse a Europa como el que ha parado al fascismo en España. Así lo está vendiendo una parte de la prensa internacional.
Por otro lado, si Carles Puigdemont quiere ser visto en la EU como un político negociador y no como un bicho raro, tendrá que utilizar el comodín que estas elecciones le han ofrecido y llegar a algún tipo de acuerdo para mejorar su imagen en el Parlamento Europeo. Todo en un mundo al revés, pero que es en el que vivimos. Póngale imaginación.