Después vino el 12M

En el primer momento, ningún servicio de inteligencia de Occidente atinó a identificar la autoría del macroatentado del 11M. Al poco, entró en escena una teoría de la conspiración propagada por agentes mediáticos y complicidades políticas: la sospecha inicial –y lógica– sobre ETA se quiso prolongar cuando las pistas reconocibles ya eran muy distintas.

Por otra parte, a pocos días de unas elecciones generales, al PSOE le favorecía –por decirlo de algún modo– la percepción de que el atentado era una respuesta a la participación de España en la guerra de Irak.

Abundó la confusión y afán de manipular la opinión de una sociedad que se sentía agredida, desconcertada y pesarosa por las muertes de Atocha. Pero, detención tras detención, sentencia tras sentencia, se fue constatando que, por una vez, ETA no había tenido que ver con tanto horror y que la masacre era obra de Al Quaeda.

Tanto confusionismo contribuyó a que el Partido Popular, al perder unas elecciones en las que las encuestas le daban como ganador, vagase por la tierra de nadie, entregado a la presión de los portavoces de la teoría conspiratoria. No acertaba a modular su oposición a Zapatero. Perdió dos años de su vida política en ese extravío.

 
El 11M estaba preparado mucho antes de la presencia de España en la guerra de Irak

Quien esto firma pudo vivir de cerca las presiones extremas sobre el diario ABC para que se sumase a las tesis conspiratorias. Su director, José Antonio Zarzalejos, había optado por seguir la línea informativa de los jueces y de la investigación policial en lugar de someterse a la fantasmagoría de unas mochilas o a la paranoia de otros sectores mediáticos. Pagó un grave coste por su integridad periodística. Otros sacaron provecho de la manipulación y el fraude. Seguro que no van a excusarse por sus insidias.

Por si alguien todavía lo dudaba, ahora sabemos que el 11M no fue un ataque terrorista en respuesta a la presencia de España en la guerra de Irak, que estaba preparado desde mucho antes y que ETA no tuvo nada que ver. Lo demás fue una escenificación grotesca pero persistente, impropia de un cuarto poder legítimo. Tuvimos mochilas a todas horas, expertos que se lo inventaban todo, titulares que negaban la realidad. Se intentó implicar a víctimas y familiares.

Ahora lo fundamental es tener conciencia de que los lobos solitarios y las células durmientes de la Yihad están entre nosotros todos los días, al acecho, nutridos de un fanatismo homicida que les permita ingresar en el paraíso del Profeta. Día y noche, también los servicios policiales y de inteligencia les buscan, acosan y detienen.

Es una operación meticulosa, persistente, cuyos resultados no siempre se hacen públicos. En toda la franja de Levante se han detectado células yihadistas. Hay núcleos de islamización radical que operan en mezquitas, incentivadas por imanes fundamentalistas. Ni con el 11M ni con la presencia de yihadistas puede una sociedad mirar para otro lado, aunque eso sea lo más cómodo.