Desobedecer
A principios de febrero, el juez de la Audiencia Nacional (AN) Ismael Moreno requirió a la Policía Nacional, la Guardia Civil y los Mossos que le informaran sobre los estatutos, la financiación y las actividades llevadas a cabo por la Asamblea Nacional Catalana (ANC) y otras asociaciones de Cataluña para esclarecer si han sido las «impulsoras y promotoras» de la tramitación de las mociones municipalistas de apoyo a la resolución independentista del Parlamento.
El magistrado justificó dicha petición con el argumento de que esas resoluciones podían constituir delitos de sedición y rebelión y que, por lo tanto, necesitaba la lista de consistorios catalanes que han apoyado la resolución de ruptura aprobada el 9N por el Parlamento, que insta a desobedecer las órdenes del Tribunal Constitucional, porque no lo consideran legítimo. El magistrado investigará, también, las intervenciones de los ediles para determinar su constitucionalidad.
¡Qué barbaridad! La AN convertirá Cataluña en un país judicializado. Sí, señora Arrimadas, somos un país y por extensión una nación. El unionismo es minoritario en Cataluña pero cuenta con el apoyo de la maquinaria del Estado para intentar limitar la acción política y la libertad de expresión de los soberanistas.
Las entidades españolas preocupadas por los derechos humanos deberían tomar cartas en el asunto para demostrar que no sólo les preocupa la democracia en Palestina. La defensa de la libertad empieza en el salón de tu casa y, de momento, Cataluña sufre la maltrecha democracia española como el resto de ciudadanos peninsulares.
Lejos de la estupidez de quienes minimizan la movilización soberanista, lo que incluye a los independentistas bobos que consideran que el 9N fue una acción onanista promovida por Artur Mas para salvar el pellejo, el Estado quiere liquidar el movimiento secesionista querellándose contra diestro y siniestro.
Las autoridades españolas promueven la expansión de Sociedad Civil Catalana, esa entidad que comparten fascistas, socialistas y conservadores, y persigue judicialmente a los soberanistas ante el silencio (literal) de los defensores de todas las causas del mundo mundial menos la catalana.
Da bochorno constatar esa omisión. Claro está que algunos de los firmantes habituales de manifiestos solidarios estaban más preocupados por evadir impuestos. No sólo del PP o de la familia Pujol viven los bancos de los paraísos fiscales.
En España incluso los progres y los nacionalistas a ultranza buscan el paraíso terrenal en una isla perdida del Caribe. En España la corrupción se vende a granel.
En política, la neutralidad no existe. Quienes recurren a ella lo hacen cuando la defensa de la democracia es puro teatro. Es lo que ocurrió en los años 30 cuando las potencias aliadas abandonaron a su suerte a la República española. Fueron tan neutrales que nos dejaron en prenda una dictadura de casi cuarenta años.
Piense en ello, señor Coscubiela, antes de proclamar desde el atril del Parlamento la neutralidad de su grupo respecto al 9N. Vestir una camiseta, negra o fucsia, da igual, no es sinónimo de ser alternativo.
Incluso puede que represente lo contrario. El conservadurismo a menudo se tiñe de rojo, verde o morado y puede llegar a casar muy bien con el naranja de los falsos liberales por simple afán de poder. La desfachatez del postureo izquierdista tiene esos inconvenientes.
La izquierda y esos bobalicones de derecha que sueñan con la resurrección de Josep Dencàs, el fracasado urdidor del 6 de octubre, sorprendentemente minimizan lo que fue la consulta del 9N sin tomar en consideración que el Estado está intentando meter un puro a Artur Mas, Joana Ortega, Irene Rigau y Quico Homs, cuatro políticos a los que ellos consideran de derecha, por sortear la acción punitiva del Estado con bastante maña.
La CUP, que necesita demostrar que sigue en pie, sólo ha reaccionado ante la represión de las autoridades estatales cuando los jueces pretenden encausar a alguno de sus ediles por su apoyo a la declaración independentista con que arrancó la actual legislatura.
Cuando el Estado se querelle contra ellos, entonces exigirán, ya lo verán ustedes, lo que ahora son incapaces de exigir por miedo a reconocer que el compromiso con la independencia no es sólo suyo ni de la izquierda en general. Afortunadamente, cabría decir.
Para algunos sectores de la Asamblea Nacional o de la junta de Ómnium, los héroes o son de izquierdas o no lo son. Esas son algunas de las estupideces aprendidas en librillos de historia de tres al cuarto.
La Audiencia y los juzgados están dejando literalmente en bragas a los amantes de las camisetas y de los mitos nacionales. Hasta el momento, desobedecer está costando caro a quienes algunos recriminan una supuesta tibieza y una ideología de derechas. Por lo menos seamos dignos y reconozcamos la verdad.