Desigualdad
Richard Wilkinson (nacido en 1943) es un epidemiologista social británico, abogado y profesor emérito de la Universidad de Nottingham. Este viernes ha pronunciado en la Universitat Pompeu Fabra la conferencia inaugural del curso de la Fundación Irla.
Especialista en los efectos sociales de la desigualdad, ha presentado una serie de datos estadísticos que demuestran cómo la desigualdad influye negativamente en el bienestar de la gente. No sólo de los pobres, sino de los ricos. Decía Wilkinson que la pobreza no es tener pocos recursos, sino estar al final de la escalera donde hay un gradiente social brutal. Y que el crecimiento para influir en el bienestar es relevante en las primeras etapas del «desarrollo», en países subdesarrollados. Pero que en países relativamente ricos el crecimiento ya no impacta tanto, pero la desigualdad siempre está presente.
El malestar social se basa mayoritariamente en la ausencia de consideración social y en el bajo nivel de autoestima, que deriva en un alto nivel de ansiedad social. Y esta ansiedad aumenta en los lugares con más desigualdad.
¿Y cuál es la clave de la desigualdad? No es la riqueza en términos relativos mundiales, sino el tipo de pirámide de la propia sociedad. Si es una pirámide aplanada o cónica. Cuando es aplanada y hay poca distancia entre ricos y pobres aumenta el bienestar de todo el mundo, el civismo y la felicidad. Incluso los ricos en las pirámides aplanadas salen ganando en el índice de bienestar.
En cambio en las sociedades desiguales, por más ricas que sean en conjunto, todo son problemas. Por ejemplo: «las enfermedades mentales son más habituales cuanto más desigual es la sociedad», porque la desigualdad no sólo implica privaciones materiales, sino también división y una mayor jerarquía social.
La igualdad social promueve que la gente se ayude. Por el contrario, la desigualdad hace que la gente se defienda.
Wilkinson también ha afirmado en esta lección magistral que los países más desiguales son más consumistas, puesto que los bienes materiales determinan el estatus social. Y que cuanto más igualitaria es una sociedad, más y mejor es la lucha contra el cambio climático.
Por eso el profesor propone fortalecer la democracia de las empresas y propone fórmulas como las cooperativas para redistribuir mejor el capital. Y que haya unas empresas democráticas, con menores diferencias internas y con objetivos sociales y ambientales.
Los datos comparativos que ha mostrado indican que España está más cercana a EE.UU. y Gran Bretaña, países que aumentaron sus desigualdades desde el 2000, y de forma acelerada. Mientras, el Japón y países nórdicos son los países más igualitarios.
Wilkinson ha acabado diciendo: «si alguien quiere vivir el sueño americano, que marche a Dinamarca«.
Pues, esto.
Macedonia
Esta España que se aleja de los óptimos de igualdad y bienestar siguiendo los pasos de los países anglosajones, pero sin capacidad para generar nuevas empresas e innovación, está viviendo episodios históricos. El principal partido de la alternancia dentro del régimen, pase lo que pase con Sánchez, está sentenciado.
Las dagas que están volando dentro de Ferraz y las que se tiran desde las trincheras de los feudos y las baronías, dan un espectáculo digno de partidos situados en la marginalidad. Espacio donde todo parece indicar que acabarán los protagonistas de un callejón sin salida, que empezó el mismo día que la generación de Felipe, con el mandato del 82 para completar el cambio democrático, pactó con la oligarquía y la derecha postfranquista.
Después de años de aparente gloria e impunidad, donde se permitían tejer redes clientelares y corruptas, y hacer «cosas» en Euskadi (González dixit), Zapatero tuvo una segunda oportunidad de la mano de Esquerra Republicana, que ya entonces era independentista. La desaprovechó pactando con el ahora vituperado Artur Mas y de facto con el PP en el seno del TC. Después, el factor Cataluña ha salido del tablero de juego español, y este se ha vuelto ingobernable.
Con la derrota del PSOE se camina hacia un régimen de monopartido PPSOEC´s que se aproxima a una «dictablanda«. La mayoría relativa numérica de este conglomerado no le otorga estabilidad psicológica ni legitimidad política. Por eso, después de los rotundos fracasos de Rivera en Euskadi y Galicia y la marginalización del PP en Euskadi y Cataluña, no es extraño que lleguen informaciones de próximas desestabilizaciones en el partido de Rivera y en Ferraz. Donde sin la aparatosidad de las dagas voladoras del PSOE, se están sirviendo cafés envenenados entre sus dirigentes. Alguna víctima tendremos en los próximos tiempos.