Descapitalización de la izquierda y capitalización del centroderecha
El Partido popular ha conseguido capitalizar en Madrid el voto de derecha, de centroderecha y a quienes han rechazado a la izquierda
El desplome del socialismo español no debe extrañarnos. Un socialismo que ha hecho el tránsito del rojo al rosa para aterrizar en la pista tardozapaterista del populismo sonriente y gaseoso. Una izquierda que convierte el sentimiento en estrategia, que promete derechos a granel que nunca llegan, que renuncia a la socialdemocracia clásica y a la responsabilidad, que se empeña en reeducar al ciudadano en los valores de la corrección política progresista.
A ello, añadan las pasiones del ánimo, los bandazos, los engaños, las improvisaciones, las ocurrencias y la tentación autoritaria. Más: la soberbia, la displicencia intelectual, la dinámica frentista y la connivencia –a veces, claudicación- con un Podemos sectario y resentido.
Mercadotecnia y poder
Un socialismo que, desde 2001 (Ciudadanía, Libertad y Socialismo, Un partido para la España del siglo XXI o la Ponencia de la Conferencia Política y su Documentación Complementaria de 2013), frecuenta la “utopía que permite avanzar”, la “democracia progresista y solidaria”, la “libertad real”, un “nuevo estilo de hacer política” o la “realización personal”. También: la recuperación selectiva de la memoria, el compadreo con los nacionalismos o la dictablanda feminista.
Una mercadotecnia cuyo objetivo es el poder. Todo vale. Acentuar el perfil movimientista del PSOE y modernizar la imagen. Marketing. Mucho Twitter. Oportunismo. No hacer nada aparentando que sí se hace. O dejar las cosas a medias. Sin complejos. España bien vale unos gestos.
El socialismo se descapitaliza cuando forma coalición con un Podemos de acrisolada mentalidad democrática, cuando pacta con esas formaciones políticas sin tacha que son ERC y Bildu, cuando busca un cambio exprés de la legislación que facilite un Consejo General del Poder Judicial a su medida, cuando nombra una Fiscalía General del Estado de parte, cuando elude su responsabilidad en la política contra la pandemia de la Covid-19, o cuando maneja con nocturnidad el proyecto de fondos europeos para la recuperación.
Rebelión en la granja
“Estaban perdiendo el dominio de la situación [el señor Jones y sus peones]… aquella inopinada insurrección… les aterrorizó hasta casi hacerles perder la cabeza… durante los primeros minutos [los insurgentes] apenas si daban crédito a su triunfo”.
George Orwell, Rebelión en la granja
Isabel Díaz Ayuso ha ganado la partida, no al señor Jones y sus peones, sino al socialismo y sus adláteres que no dan crédito al triunfo de la candidata. Que si los bares, que si las terrazas, que si las tabernas, que si los restaurantes abiertos. Cierto. Pero, hay más.
Los ciudadanos de la Comunidad de Madrid han dado el “no” a la izquierda y el “sí” al centroderecha por varias razones: porque prefieren la soltura y la osadía al sermón, la moralina y -a veces: ¡fascistas!- el insulto; porque aplauden una política sanitaria que les permite moverse y trabajar y una política educativa que posibilita escoger la escuela de los hijos; porque están hartos de la corrección política progresista que pretende que todos comulguen con ruedas de molino.
Porque, eligen la cultura del esfuerzo en detrimento de la cultura de la subvención y la gestión en lugar de la publicidad, se inclinan por la libertad de iniciativa y horarios comerciales y rechazan el intervencionismo y la fiscalidad confiscatoria; porque, manifiestan el deseo de combinar –sanidad y educación, por ejemplo- lo público y lo privado; porque quieren que les dejen en paz y así poder vivir su vida lo más libremente posible.
Así se capitaliza el centroderecha. En el caso que nos ocupa, se trata de una doble capitalización: ideológica y política. Ideológica, porque se acumulan ideas y doctrina. Política, porque se recupera el voto de Ciudadanos, se absorbe un número indeterminado de voto socialista, y se frenan las expectativas de Vox. Un detalle de importancia: la victoria de Isabel Díaz Ayuso muestra que el recambio generacional está ahí.
Por todo ello, el centroderecha es hoy competitivo. Vale decir que sin esa capitalización –ideológica y política- el centroderecha difícilmente llegará al poder habida cuenta de que la izquierda siempre acaba pactando con las fuerzas antisistema y deconstituyentes que se caracterizan por su deslealtad institucional. Tarea: asegurar el voto prestado recibido en las elecciones a la Comunidad de Madrid.
Pregunta: ¿estamos ante un giro o inflexión en la política española o se trata de un espejismo?
Liberalismo
El triunfo de Isabel Díaz Ayuso es el triunfo del Madrid liberal. También, de la España liberal. Si me permiten la licencia, el secreto se encuentra en la etimología del término “liberalismo”.
El término “liberalismo” –por extensión, “liberal”- no procede de “libertad”, sino de “liberalis” (siglo XIII): “propio de quien es libre”. Cosa que, en el contexto de los siglos XVIII y XIX en que la idea se consolida, designa a quien mantiene relaciones voluntarias con sus congéneres. En este sentido, ser liberal equivalía a ser de una determinada manera y a comportarse de una determinada manera.
El liberalismo, más allá de cualquier formulación teórica, es precisamente eso: una determinada manera de ser y una determinada manera de comportarse propias, por volver a la etimología, “de quien es libre”.
El liberalismo significa no estar sujeto a discriminación o privilegio, poder escoger el propio camino, respetar la soberanía del individuo, observar y someterse –individuo y Estado- al imperio de la ley, aceptar la libertad de comercio y educación, admitir la organización social que los individuos se han dado a sí mismos de forma espontánea. (Camino de servidumbre, 1944).
Friedrich A. Hayek
Ahí está el capital del centroderecha que no hay que dilapidar sino incrementar.