Desahucios: la ‘felación’ de Rajoy

Espero que todos aquellos que se escandalicen por el título de la columna también lo hagan cuando un banco ejecuta una hipoteca con unos intereses superiores al 20%. Cifras que dejan la palabra usura al nivel de la honradez. Para que no haya duda al planteamiento que voy a realizar, nada más leer la noticia me vino a la cabeza una columna de banqueros –perdón banqueros no son los que ahora prostituyen la profesión– esperando en procesión la pasada de rodilla de Rajoy.

Con sus declaraciones, creo que en primer lugar deberíamos colocar a Ángel Ron, del Banco Popular. Tipos de esos que no entienden que el bien común nace del bien particular.

Las medidas adoptadas por el Gobierno de Rajoy son una solemne gilipollez. Una felación en toda regla a la banca más perversa que no sólo debe ser denostada como el principio del fin, sino que debe ser combatida con fuerza por el mal económico que representa al país. Presidente Rajoy, y su equipo de ignorantes que jamás ha pisado una calle, el problema no son –dicho con todo el respeto– los pobres de solemnidad que viven de subsidios sino la clase media.

Desde ese autónomo que avaló su negocio con su propiedad o la de sus padres, y que ahora pierden todo. Que son ninguneados en los Juzgados, a pesar de las voluntades de algunos jueces, y que son enviados directamente al infierno de lo negro. Sí, porque, señores políticos, lo que no han entendido es que las ejecuciones y los desahucios están directamente relacionados con el aumento del fraude fiscal.

Ya me dirán, una familia de clase media que pierde su casa, va a vivir –por su propia red familiar y social– a un nuevo hogar y aún debe, por la malicia del sistema, cientos de miles de euros al banco por intereses abusivos, ¿cómo pretenden que cobre en oficial? ¿para que le embarguen la cuenta o el sueldo? Es un tema tan obvio que clama al cielo que un Gobierno viva tan alejado de la calle.

Decimos que algunos banqueros como prostitutas buscan el dinero al momento porque ignoran que esa clase media social es la que hace funcionar el país. Y si enviamos a esa clase media al infierno de lo negro seguramente nunca volverán. En el lado oscuro de la vida realmente uno puede subsistir, y aunque quiera salirse con una legislación como la actual es imposible.

Pero no sólo hablemos de esa clase media que pierde su casa. También de toda aquella clase media que llega apurada a final de mes. Sin opciones extras como otros años, y que ve que quizás es mejor ser pobre de solemnidad para que el papá Estado te mantenga. Ahí se equivoca de nuevo el Gobierno, porque sin mecanismos de protección de la clase media, ésta desaparecerá. Y un país sin clase media se convierte en una república bananera.

Una sociedad justa debe proteger a sus pobres de solemnidad, pero siempre partiendo de una buena fe en sus actos, y en el caso de las hipotecas, de la devolución íntegra de la deuda. Ni moratorias, ni otras historias. Uno es responsable de adquirir una deuda como de saldarla. Y aquí la clave, como hemos dicho en otras ocasiones, es el valor del tangible de esa deuda.

No es de recibo que se admita que la garantía de una deuda pierda un 50% de su valor cuando es el mismo tipo quien le pone el valor. Si un banco tasa una casa en 100, no puede valer 50% al cabo de unos años. Tampoco es moralmente admisible –aunque la ley no lo diga– que los intereses de ejecución sean superiores al 20%, varias veces por encima del tipo legal. Y ese es el problema.

El Gobierno se inventa la moratoria creyendo en un golpe de efecto. Pero aunque piensen que la calle mueve el país, lo que realmente lo mueve son las clases medias. Y cualquiera que conozca un solo caso no se sentirá representado por aquel desahuciado que se endeudó con sueldos miserables –ya era pobre de solemnidad de aquellas– sino por la gente que conforma su día a día.

Nadie piense que olvidamos a los pobres de solemnidad, pero en una situación extrema como la actual deben ser los servicios sociales quienes actúen de forma diligente. No vayamos ahora a estas alturas de país a otorgar carnets de pobres, como si esto fuera el tercer mundo. Es una mala política y una simple postura de rodillas ante la banca.

Un Gobierno decente tiene mecanismos sencillos para frenar el tema. Medidas simples como que deba prevalecer la tasación primera al ejecutar una hipoteca o que los intereses en las ejecuciones sean como máximo el 2-2,5% del valor del interés legal. Si además añadimos que cualquier propietario tenga el derecho, siempre que el valor de la deuda sea inferior al valor de la tasación, ya sería perfecto.

Seamos francos, si algo mío vale 100, y te lo regalo por 80, ¿no se lo quedarían? El quid es valorar lo que vale. Y lo que vale algo es lo que alguien ha dicho que vale. No tiene más vueltas. Si ahora resulta que por sus actuaciones tienen muchos, es su problema. Ya hacemos bastante por ellos, para que al menos los bancos hagan algo por nosotros.

La verdad, las excursiones de Rajoy al bajo vientre de los banqueros solo llevan a confirmar la expulsión de más ciudadanos al lado oscuro de la vida. Y de allí, cual penal de If del Conde de Montecristo no se sale fácilmente e incluso, por estúpida comodidad, no se quiere salir. Y cuando se sale, la vida no es igual. Supongo que el presidente Rajoy es incapaz de entender esto, pero teniendo a un lobo como De Guindos cuidando el rebaño quizás deba seguir lavándose la boca cada agachada.