‘Des-facha-tez’
Las declaraciones de algunos políticos tocan la 'des-facha-tez' en la medida en que faltan, son ridículas y desagradables
Nada mejor que recurrir a la semántica para descubrir el sentido profundo de las expresiones. Según el Diccionario de la Lengua española, desfachatez tiene dos significados.
El primero atiende a la “actitud de la persona que obra o habla con excesiva desvergüenza y falta de comedimiento o de respeto”; la segunda acepción considera que es el “dicho o hecho descarado e insolente”. Morfológicamente, nombre femenino según la misma descripción, en este caso, puede atribuirse indistintamente a mujeres y hombres.
No hay, por tanto, machismo encubierto alguno.
Pero procedamos, como dice el vulgarismo, “por partes”, a la disección. Y así, des resulta ser un “prefijo de origen latino que entra en la formación de nombres y verbos para indicar: dejar de, quitar o bien privar, faltar”. Todos ellos son términos de un claro corte negativo, cómo no.
‘Des-facha-tez’, por partes
Facha, expresión muy utilizada en la actualidad como insulto expresivamente coloquial. Según la canónica idiomática hispana, su significado se relaciona, aunque no empata exactamente, con el apócope deformado de fascista.
Nombre femenino también, tiene dos acepciones coloquiales: en primer lugar, “aspecto o apariencia exterior de una persona, animal o cosa, en especial cuando son ridículos o desagradables”; la segunda de las atribuciones expresa aquella “persona o cosa muy fea, ridícula o extravagante”. Seguimos por tanto en la dinámica de lo reprobable.
Finalmente, el último término, tez, alude, también como nombre femenino, a la “superficie del rostro humano”. Algunos de sus sinónimos, intuitivamente, resultan ser muy evidentes, derivados obviamente de su ubicación: cutis, cara o jeta.
Femenino y singular es también el último caso registrado de posible trato de favor académico por el que Mercedes Montón, ya ex ministra de Sanidad, ha tenido que dimitir, por cierto, una dimisión más por razones de copia, y que, como en anteriores ocasiones, ha estado trufada y plagada de desfachateces.
Los argumentos infantiles de Montón
Con los argumentos más infantiles a los que se puede recurrir (desde el recurrente “yo no he sido” y el “y tú más” hasta el salvífico “soy inocente pero por no hacer más ruido me sacrifico; pero yo no he sido y tú más”), todas las comparecencias que nos hemos visto obligados a soportar estuvieron nutridas con expresiones manidas y ya harto conocidas, pero todas también con las mismas características.
Están tocadas por la des-facha-tez. Traducido de manera explícita, faltan, son ridículas y desagradables y finalmente demuestran un absoluto rostro, cara o jeta.
Una de bichos
El naturalista inglés Henry Walter Bates (1825–1892), vivió 11 de sus 67 años de vida en las selvas vírgenes de Brasil. Entre las mariposas que cazaba encontró con frecuencia ejemplares de colores vivos y chillones, que incluyó en la familia de los helicónidos. Solo tras investigar con mayor detenimiento descubrió que pertenecían a la familia de los piéridos.
A pesar de ser muy llamativos, los helicónidos volaban muy lentamente y así lo hacían también los coloreados piéridos. Sin embargo, Bates vio que los pájaros no cazaban a los helicónidos, que hubieran sido presa fácil. Sospechó que éstos resultaban venenosos o que tenían un sabor desagradable y que, debido a su parecido, los pájaros tampoco atacaban a la reducida población de piéridos.
Este caso de parecido engañoso entre un animal inofensivo y comestible y una especie incomible o provista de las defensas necesarias se llamó en su honor “mimetismo de Bates”.
Así como los piéridos imitan a los indigestos helicónidos, muchas especies de mosca toman prestada la forma de avispas, abejas o abejorros provistos de aguijones y venenos, mientras que hay cucarachas que fácilmente podrían confundirse con alguna especie de crisomélido protegido por jugos de mal sabor, o grillos que apenas se distinguen de los escarabajos bombarderos que se defienden lanzando ácidos contra un posible agresor.
Coincidimos en que la mentira más perfecta es la del mimetismo, sobre todo cuando resulta imposible “a simple vista” distinguir la verdad de su tergiversación.
Por ello, los mecanismos que nos puedan permitir “separar el grano de la paja” han de estimarse como imprescindibles a la hora de valorar las intenciones y los resultados de los integrantes de la clase política. ¡Si mienten sobre su pasado, qué no harán con el futuro! A diferencia de la mariposa de Bates, no se trata sólo de parecerlo; hay que serlo.
Y todo esto, ¿quién lo paga?
Esta frase de la mitología catalana atribuida a Josep Pla parece que fue pronunciada por el insigne escritor de Palafrugell cuando, con su reconocida sensatez de payés, se asombrada ante la iluminación de una ciudad como New York.
Cualquiera de los indocumentados actuales atribuiría dicha orgía luminiscente a que se la considera la ciudad de la luz, pero como la ironía no resulta rotunda en los escritos, aclararemos que es a París a quien así se nomina y no a ésta, a la Gran Manzana, la ciudad que nunca duerme.
En fin, dejémonos de piruetas culturales y resolvamos la perspicaz pregunta: pues lo paga la educación, en definitiva, lo pagamos todos. Demuestra, una vez más, que el alejamiento y desprecio seculares que hemos mostrado por el conocimiento en este país tiene enrojecedoras consecuencias.
Y que volvemos a ser unos papanatas que valoramos más el papel que el conocimiento, el título más que lo realmente adquirido gracias a él. Pero eso sí, vestirse, miméticamente, con plumas académicas, aunque resulten ajenas e impropias, sigue teniendo un reconocido tinte de gloria.
Cada vez queda menos sitio en la pandereta