Demoler al gobierno sin perspectivas de ganar

El objetivo de la derecha mediática es derribar al gobierno y, en particular, a Pedro Sánchez

Un médico muy sabio, ya fallecido, me instruyó sobre el estado de salud de los seres humanos: “el concepto persona sana es falso, aseveraba, lo que hay es gente poco explorada”.

De modo parecido, no hay personaje público sin algo más o menos grave que ocultar. Los pedestales de mármol de antaño se han vuelto de barro. Las estatuas, de arena. No lo líquido, sino lo efímero, se apodera de lo que fue sólido.

Pedro Duque ya es el cuarto ministro cuestionado

Al paso que vamos, va a ser muy difícil nombrar ministros sin mácula. La enfermedad es global y no se debe tanto a un empeoramiento de hábitos, ni al aumento de la transparencia, sino al big data, al espionaje, al poder de las cloacas y, por desgracia en último lugar, a la investigación llevada a cabo por el periodismo sano.

Pedro Duque es el cuarto ministro cuestionado. El primero, Màxim Huerta, cayó por tejemanejes fiscales similares a los que, previsiblemente, mantendrán a Duque en su puesto.

Si primero hubieran pillado a Duque y a Huerta en cuarto lugar, ahora Pedro Sánchez defendería a Huerta. Una cosa es cuidar la imagen y otra colaborar a la propia demolición política.

Las cintas difundidas de la ministra Delgado muestran un sistema de cloacas parasitario

Fulminando a Huerta, Sánchez quedaba como el rayo justiciero. Dejar caer a Carmen Montón ya le costó un poco más, pero al final la sacrificó en aras de los principios éticos. La tempestad parecía alejarse pero ha vuelto con el culebrón de las grabaciones de la titular de justicia, Dolores Delgado.

Las cintas difundidas revelan el funcionamiento de un sistema clánico, parasitario, depredador y despiadado de poder. Las cloacas forman parte de un todo hediondo.

La ministra de Justicia, Dolores Delgado, durante el pleno del Senado celebrado el martes en Madrid. EFE/Zipi

Dolores delgado, Un problema estructural

Si lo de Màxim Huerta, Carmen Montón y Pedro Duque es personal, sin duda, el caso de Dolores Delgado es un problema estructural

El verdadero problema de la izquierda no es que el clan sacrifique a uno –no una— de los suyos para demoler al gobierno, es que la ministra socialista es uno –no una— de ellos. Lo de Huerta, lo de Montón y lo de Duque es personal. Lo de la titular de Justicia es estructural.

Para Sánchez es lo de menos. Él no ha venido a reformar nada ni a enfrentarse con nadie que no sea del PP o de C’s. Ha venido a gestionar y a perdurar. Al ser Delgado la tercera, Sánchez se ve obligado a defenderla para defenderse. Punto.

Las dos primeras reglas del funambulismo son la autoconfianza y el movimiento reequilibrador constante. Pues bien, el funambulista, que tan seguro andaba, incumple la primera cuando empieza a sentir vértigo.

E incumple la segunda porque se está quedando quieto en vez de moverse. Hacia adelante o hacia atrás, pero moverse, siempre moverse. Dejar los pies quietos equivale a caer. Por supuesto, una cuerda floja no es el mejor sitio para levantar un fortín.

Para Pedro Sánchez, el caso de Pedro Duque es el de miles de españoles con poder adquisitivo medio

Por eso Sánchez no ha tardado en minimizar el asunto de la vivienda de Duque. El caso Duque es el de miles, o centenares de miles de españoles, con poder adquisitivo medio o alto que tienen una o varias viviendas a nombre de sus empresas.

Da igual. La cuestión es rasgarse las vestiduras aunque sea en modo farisaico. El objetivo de la derecha mediática es demoler al gobierno y a su presidente. El de Sánchez, mantener el equilibro el mayor tiempo posible.

La pérdida de poder por errores propios

En lo que llevamos de democracia, los dos grandes partidos españoles han perdido el poder por culpa de sus errores, no por los méritos del rival. Como no podía ganarle limpiamente, Aznar acosó a Felipe González por el GAL a pesar de estar acuerdo con la guerra sucia.

Pero Felipe no cayó como víctima de la cacería sino por un fallo propio: el imperdonable caso Roldán. Zapatero venció al PP de Aznar porque éste metió a España en la cruzada contra Irak, con las terribles consecuencias que están en la mente de todos. Zapatero dio paso a Rajoy al quedar atrapado por sus mentiras sobre la crisis.

Sin la sentencia sobre la corrupción del PP y los fallos de su vicepresidenta, Rajoy aún estaría en La Moncloa. Aunque no lo parezca, en España, los presidentes se despeñan por su propio pie, no por los empellones que reciben.

Ignorantes de algo tan evidente, y víctimas de una alocada impaciencia, Pablo Casado y Albert Rivera confían en derribar a Sánchez lo antes posible, en lugar de buscar un modo de sumar para ganar, en vez de rivalizar para perder.

¿Y después qué? Convoque elecciones ahora o más tarde, Sánchez crecerá en diputados mientras los votos de la derecha se dividan entre dos formaciones. Crecerá mientras PP i C’s se desentiendan del centro. Crecerá mientras no cometa fallos tan graves como los que desalojaron a sus antecesores del poder.

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