Demasiadas incógnitas sin respuestas con un fuerte olor a cambio

Este viernes he sentido por primera vez la presencia de esta Navidad. Comidas y cenas de empresa. Sin embargo, se oye poco hablar de la lotería del martes. Hay un tapón antes de la eclosión de las navidades más largas del mundo. Empiezan a mediados de diciembre y duran hasta el día de reyes. Esto sigue siendo España. El tapón son las elecciones del domingo. Hay una expectación contenida porque el escenario que envuelve la votación es insólito. Muchas incógnitas y ninguna certeza. Hace falta un candil muy luminoso para ver algo entre tanta oscuridad.

Empecemos por la participación. Los expertos vaticinan un récord que se podría acercar al ochenta por ciento del electorado. Ocurre sólo en los grandes momentos de cambio y transformación.He conseguido algunos datos que para mí son nuevos. Según mis confidentes, hay un ochenta por ciento de los electores que quieren un cambio de política económica. Me he quedado perplejo ahora que me lo acaban de contar. Cambiar de política económica, ¿hacia donde?

Es imposible negar la mejoría de los datos de macroeconomía. Los indicadores son favorables. Desde el precio del crudo y la paridad euro/dólar a los beneficios de las grandes empresas. Es cierto que la exposición de grandes compañías en Latinoamérica es una nube en este cielo despejado. También las cifras, que quieren que sean letra pequeña, del aumento de la desigualdad y la brecha entre quienes tienen mucho y quienes no tienen casi nada.

En capas medianas y altas ya se siente la mejoría en el consumo. Salen a cenar por Navidad. Eso es en el centro de las ciudades. El porcentaje de puestos de trabajo estables es ínfimo en los nuevos contratos y los salarios que se ofrecen son en la mayoría de los casos muy bajos. La percepción de mejora de la economía no se ha impuesto como un leit motiv electoral. Esa es la explicación más razonable de que un porcentaje tan alto quiera cambiar la política económica.

Hay ofertas en el ambiente que si fueran seguras invitarían a apoyar ese cambio a mucha gente. La corrupción perfuma el ambiente y la sensación de que sólo se benefician unos pocos pesa mucho y seguro que arropa ese deseo de cambio económico.

Segunda noticia sorprendente. Me aseguran que estudios muy serios dicen también que el setenta por ciento de los electores quieren no sólo un cambio de política económica sino además un cambio de gobierno. Hay que envolver estos datos, para mí,fiables, en la nebulosa de las predicciones de resultados. En principio, que vaya a ganar el PP, aún perdiendo el veinte por ciento de los votos, podría ser contradictorio con todo lo anterior.

En la subasta de ofertas que aparecen en toda campaña electoral, algunas son muy atractivas. Elevar el salario mínimo hasta los mil euros. Cobertura de desempleo para los millones de españoles que no la tienen. Recuperar el estado del bienestar. Naturalmente que hace falta mucho dinero para eso. Pero, ¿no dijo Rajoy solemnemente que había incumplido sus compromisos pero había cumplido con su deber?  ¿Cuál era y cual es su deber?

Sigamos con datos que parecen ciertos. Si se confirma una participación cercana al ochenta por ciento significaría que van a acudir a votar muchos de los que no lo hacen nunca. Ese voto pasivo en otras ocasiones, ¿a quien favorecerá? ¿Es un voto oculto o realmente la mayoría de los indecisos sólo sabrán qué papeleta introducen en la urna cuando ya estén dentro de los colegios?

Sólo hay tendencias, no predicciones. Las últimas, PP estancado a la baja; PSOE estancado al alza. Y Podemos en ascenso mientras que Ciudadanos ha llegado sin gasolina al final de la campaña. Con estos mimbres hay que construir la predicción de realidad para el día 21. Sólo faltan cuarenta y ocho horas. Y sólo podemos esperar.

Pero las cuentas no salen para formar gobierno. Todos los pronósticos tienen muchos «peros». Si PP y Ciudadanos no suman para la mayoría absoluta, ¿intentará el PP gobernar en minoría y abrir una legislatura necesariamente corta? ¿Cómo reaccionarían los mercados? ¿Mantendrá su promesa Albert Rivera de que sólo se abstendrá en los casos de que PP y PSOE supliquen para la investidura?

¿Es imaginable un gobierno del PSOE y Podemos, a lo mejor también en minoría? ¿Cómo reaccionarían en esta hipótesis los poderes financieros? ¿Puede haber una gran coalición, inédita en España, dejando todo el terreno de la oposición a Podemos?

Tengo muchas preguntas; confieso que pocas respuestas. Siento que va a haber un gran cambio, pero eso no me convierte en profeta. Este sábado voy a empezar a tomar vitaminas. El domingo, con su madrugada, va a ser intenso. Y los meses que vienen también. Conviene dosificar las fuerzas y estar en forma, porque hemos abierto un arcón sin saber lo que contiene.